Acostumbrados a sufrir, el partido contra el Getafe nos reconcilia con el placer de una victoria que, sin ser plácida –hoy todo es difícil–, reconforta. Los reproches acumulados invitan a los más fatalistas a guardarse las ganas de contar más las oportunidades falladas de Raphinha que los aciertos. Con espíritu de tregua oportunista, entienden que el brasileño fue crucial para encauzar un buen resultado y una eficacia atacante que contradijo el manual de instrucciones –cuadrados, hipotenusas, logaritmos a pierna cambiada– que ya no entendemos ni nosotros. El equilibrio entre esfuerzo y eficacia también depende, seguro, del acierto del rival. Pero el sábado dio la impresión de que el equipo salía al campo con una humildad resolutiva, distinta a la de otras jornadas en las que la indolencia, la saturación mental y la gestión de los egos definían lo que veíamos sobre el césped.
¿Es posible que la dimisión diferida de Xavi esté funcionando como factor revulsivo? No lo sé. Pero la dificultad de una continuidad fomenta las dudas y obliga a preguntarse si dos partidos ordenados y serios son suficientes para cambiar eso que llamamos dinámica. El origen griego de dinámica es dinamis , que significa fuerza, que es lo que a menudo ha fallado por una acumulación de precipitación, desconcierto e impotencia. Y luego está el calendario, que concita los peores augurios de los que prefieren ponerse la venda antes que la herida no por maldad congénita sino, simplemente, por experiencia.
¿Es posible que la dimisión diferida de Xavi esté funcionando?
Otro defecto de la tribu es la hipérbole en el elogio, que ahora le ha tocado a Cubarsí. Xavi lo ha reivindicado y, de propina, ha podido explicar su teoría de las suposiciones positivas, un recuento que define las urgencias periodísticas de la época que vivimos. Xavi se ha ganado el derecho a hacerse la víctima, a lamerse las espinas clavadas y a practicar este tipo de reproche retráctil, que, una vez tomada la decisión, le permite interpretar el día a día del club con una distancia que necesita ajustar cuentas con según qué trincheras. Pero eso no quiere decir que tenga razón y que no esté sometido a la ruleta inexorable de las circunstancias.
El sábado era un día de elogios y de buenas vibraciones, pero da la sensación de que, si las cosas se tuercen (suposición negativa), Xavi ya no se desgastará en un sufrimiento personal y entenderá que el estado de ánimo se construye desde muchos puntos de vista que no suelen ser ni unánimes ni complementarios. “Contundentes, intensos y convincentes”, estos tres adjetivos le han servido para reivindicar a sus jugadores con la misma serenidad con la que, en Nápoles, reivindicó el derecho de De Jong a quejarse de las mentiras que se cuentan y se escriben sobre su salario.
El incidente De Jong tiene categoría de indicio judicial imposible de transformar en prueba irrefutable. Efectivamente, la prensa no se inventa nada. Sin embargo, aunque nos pese, sí puede actuar de correa de transmisión de los que, desde la directiva y sus tentáculos periféricos más grotescos, se sienten lo suficientemente importantes para, con dinámica de bocazas, convertir sus deseos y sus opiniones en rumorología de vuelo gallináceo.