Un asunto muy personal

POR LA ESCUADRA

Un asunto muy personal

Algo en la goleada al Getafe comunicó que el Barça se tomó el partido como algo personal, la clase de partido precedido por cuentas pendientes, historias que vienen de lejos, el valor añadido que se expresa en el juego, las disputas, los roces y la satisfacción de establecer una autoridad indiscutible sobre el adversario. No es habitual en este Barça una versión tan febril, pero también es infrecuente la incomodidad que le provoca el Getafe, equipo asperón que suele obtener ventaja de los partidos intempestivos y de los rivales tibios.

Esta temporada comenzó con un episodio inolvidable, el Getafe-Barça que arbitró Soto Grado, si arbitrar fue la parodia que permitió el regreso del fútbol a los años del bilardismo, un deplorable salto atrás en el tiempo y en los modos que produjo un partido que duró 105 minutos, tres expulsiones –Raphinha, Mata y Xavi–, 31 faltas oficiales (20 del Getafe), tantas o más extraoficiales, tobillos dañados, mandíbulas aporreadas, fingimientos, provocaciones y el gol legal del Barça que Soto Grado se empeñó en anular a toda costa. Primero no decretó una patada de Iglesias a Araújo en él área y ante la evidencia de su error se buscó, en colaboración con los sabuesos del VAR, una falsa coartada para insistir en su decisión. No fue otra que el famoso sucedáneo de mano de Gavi momentos antes del derribo de Araújo en el área.

El Barça transmitió la sensación de equipo enchufado, como si tuviera una deuda pendiente

Esa jugada, aquel partido y la incompetencia del árbitro han pesado como una losa sobre el Barça. Xavi disparó contra todo lo que se movía: los árbitros, la Liga, las peculiares artes del Getafe… Aunque no le faltó razón, comenzó a elaborar el discurso pesaroso, cargado de sospechas y negatividad, que ha presidido el recorrido del Barça, con Xavi como primera víctima del relato. Dirige al equipo, pero con fecha de caducidad.

Seis meses después, el Barça se reencontró con el Getafe. Desde el primer momento, transmitió la sensación de equipo enchufado, con ideas claras y emoción en el juego, como si tuviera alguna deuda pendiente. Jugó sin tonterías, con una inusual firmeza defensiva, pierna fuerte, pases rápidos y eficaces desplazamientos a la espalda de la defensa del Getafe, que entró en estado de pánico, presa del desorden.

Aunque el partido atravesó por los previsibles momentos de aspereza, el Barça nunca perdió el control de las operaciones. Solo se sobresaltó en un remate de Milla que se estrelló en el palo, después de un flojo rechace de Ter Stegen. Fuera de ese accidente, el equipo se liberó muy pronto. Marcó Raphinha, que termina por convertirse en productivo a fuerza de insistir en los errores, y comenzó el efecto dominó sobre los jugadores. Todos elevaron su nivel y sus prestaciones. ­João Félix, por ejemplo, anotó el segundo, y hasta Frenkie de Jong se animó a hacer lo que tanto se le pide: correr, romper líneas y aparecer en el área contraria. Marcó un gol, el segundo suyo esta temporada.

El escaso público que acudió a Montjuïc disfrutó por fin de una tarde festiva, sin la angustia de rigor, un partido de reconciliación con el equipo, que esta temporada le ha dado demasiadas insatisfacciones. Falta por ver si la respuesta al Getafe se queda en simple anécdota, sin más recorrido o funciona como un percutor en el ánimo, la autoestima y la cohesión del Barça en la recta final del campeonato español y la Copa de Europa.

El fútbol, que es materia de naturaleza variable, le ofrece al Barça la oportunidad de aprovechar la estupenda vibración de su partido ante el Getafe y olvidar sus melancolías. Le toca, en definitiva, tomarse lo que resta de la temporada como un asunto muy personal.

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