El tiempo pondrá en valor la Copa del Rey que ha disputado el Barça. Pese a la derrota, su partidazo en la final ante el Real Madrid demostró que el equipo de Roger Grimau es capaz de mirar a la cara a cualquier rival. Si lo hace ante el campeón de Europa, lo puede hacer con el resto de sus rivales. Además, la figura del entrenador también sale indiscutiblemente reforzada de Málaga. Pero este es el final de la película. Al estilo Memento, toca rebobinar hacia atrás.
El propio Grimau, Juan Carlos Navarro, mánager del baloncesto azulgrana, y Mario Fernández, mano derecha de Navarro, son tres personas que no suelen ir acompañadas de grandes aspavientos. Es difícil que pierdan los nervios, siempre tranquilos y reflexivos. Los tres, cada uno a su manera, ofrecieron una cara bien distinta tras perder la final de Copa. Grimau, en una faceta poco común, se quejó amargamente en la rueda de prensa del arbitraje sufrido ante el Madrid. Navarro, por su parte, protestó airadamente al trío arbitral al acabar el partido. “Nunca le habíamos visto así”, deslizan desde el vestuario. Y Fernández, un hombre afable como pocos, acabó quejándose al director de comunicación de la ACB casi una hora después de la final por la actuación arbitral en un tono más alto del habitual y sin esconderse. En esta lista podríamos incluir a Víctor Sada, que no le va a la zaga a Mario Fernández en el exquisito trato con los demás, ya pesimista al descanso a pesar de la ventaja azulgrana en el marcador porque no le estaba gustando el arbitraje.
Este escenario podría llegar a explicarse por la calentura de perder una final ante el máximo rival, pero tras pasar consulta con la almohada, muchas horas después, el sentimiento en las filas azulgrana sigue siendo el mismo, confirmando que el enfado no es pasajero.
Grimau, Navarro y Mario Fernández, siempre tranquilos, señalaron indignados el arbitraje de la final
Desde hace años, la ACB suele poner un micrófono en las finales a uno de los árbitros –en este caso fue a Antonio Conde, el principal– para al día siguiente publicar varias conversaciones con los jugadores y entrenadores. Una buena manera de intentar revalorizar el producto y llegar a más público. Pero lejos de calmar los ánimos en el Palau, el montaje mostrado ayer da alas a las teorías conspiranoicas. Entre otras lindezas, quizás lo más delirante fue escuchar a Conde decirle a Tavares “los dos pies fuera”, en referencia a su presencia en la zona rival, castigada con pérdida por el reglamento si supera los tres segundos. Si el gigante caboverdiano cometió tres segundos, como es el caso, y el árbitro lo detectó, como parece que también lo es, resulta aberrante, siendo generosos, que en lugar de señalar la infracción avisara al jugador del Real Madrid. El trato afable con Chus Mateo o la falta señalada a Jabari Parker tras ser arrollado por un Panzer alemán de nombre Tavares podrían completar el podio del enfado azulgrana.
Las suspicacias con el criterio arbitral están a flor de piel en el Barça, y no es cosa de esta final. El nombramiento de Martín Bertrán, un habitual como informador en el Palau, como director arbitral de la ACB a principio de temporada no gustó nada en el club azulgrana, que no se ha sentido respetado en ninguno de los clásicos disputados este curso por los árbitros, de ahí que también los jugadores estallasen en Málaga, con Laprovittola a la cabeza.
En esta Copa, por ejemplo, el Real Madrid ha lanzado 76 tiros libres frente a los 41 de sus tres rivales sumados (24 a 13 en la final). Y, además, los tres pívots rivales (Todorovic, Davies y Vesely) fueron eliminados por cinco faltas. Siendo este un dato irrefutable, hay otra lectura igual de válida que los fantasmas arbitrales como es que el Madrid cuenta con la mejor pareja interior de Europa, Tavares y Poirier, y que es normal que los rivales acaben desgastados. Y es por ahí por donde deberían ir los tiros del Barça. Por reforzar su papel en el Carpena, por resaltar su espíritu competitivo, por confirmar su evidente mejoría defensiva.
El Barça exige respeto a la ACB, que avivó el fuego con un vídeo delirante
Y una última reflexión. Sin poner en duda la sinceridad de Grimau a la hora de exponer sus quejas, quizás en sus palabras también hay que buscar una lectura reivindicativa. El respeto que exige el Barça también lo quiere su entrenador. Que no pegue broncas a sus jugadores o que suela protestar poco a los árbitros quizás da pie a que no se le trate igual. Y en la Copa de Málaga parece haber levantado la mano y haber dicho basta, que por algo es entrenador del Barça.
La historia continuará.