El martillo

POR LA ESCUADRA

El martillo

En esto que ahora se llama clásico marcaron dos debutantes. Uno, Gündogan, de 33 años, camino de su declive futbolístico, pero extraordinariamente valioso para el Barça de estos días. El otro, Bellingham, 20 años, en el comienzo de una trayectoria que se promete sensacional. Marcó los goles de la victoria en una mediocre actuación del Real Madrid. Estamos ante un jugador que gana partidos, desde dónde y cómo sea. Un martillo pilón.

Remató dos veces en Montjuïc, un cacharrazo desde fuera del área y un suave pase a la red al borde del área pequeña. Suficiente para derrotar al Barça, que no aprovechó el temprano gol de Gündogan en un clásico particular: conducir, buscar cerca y entrar en el área sin hacer ruido. Durante una hora, el gol le vino de perlas al Barça. Luego se desplomó.

El Madrid cumplió con su parte de la historia. No necesita jugar bien, ni medio bien, para llevarse los partidos. A su manera, el Barça también se situó a la altura de su tradición: el rédito en el resultado depende de la nota que obtiene en el juego. Funcionó cuando se empleó con criterio, orden y decisión. Se aturdió cuando le flaquearon las fuerzas, perdió el orden y comenzó a sufrir un severo déficit de atención.

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Bellingham, lanzando un chut en el partido

ALBERT GEA / Reuters

Gente que hasta entonces no había aparecido por Montjuïc, caso de Fede Valverde o del mismo Bellingham, disfrutó de metros para correr y liberarse de los marcajes que los aprisionaban. El de Gavi al fenómeno inglés había sido impecable, un ejercicio de inteligencia y bravura que terminó con el estadio coreando su nombre. Gavi era el jugador del partido, la representación máxima de un equipo que llegó cosido con alfileres y cobró un vuelo imprevisto. El Barça se adelantó en el marcador, remató al palo en dos ocasiones y no concedió una oportunidad de gol hasta el minuto 66, traslación al fútbol del número de la bestia. En ese momento llegó el derechazo de Bellingham y el empate.

El Barça puede extraer buenas impresiones de un pésimo resultado, consuelo que a su hinchada no le servirá ni como placebo, pero durante una hora, y especialmente en el primer tiempo, fue indiscutible su control de las operaciones, la eficaz respuesta defensiva y superioridad de sus jugadores en todas las facetas. Magnífica primera parte de Iñigo Martínez, Araújo y Gündogan, extraordinaria de Gavi y brillante de João Félix y Fermín, el menos publicitado de los jóvenes de la cantera, pero quizás el más interesante de observar. Su evolución no se detiene.

Sin Lewandowski, Pedri, De Jong y Raphinha en la alineación titular, lesionados o entre algodones, Xavi arregló las costuras con un 3-4-3. Adelantó a Cancelo y eligió la solución más adecuada para contener a Vinícius. Araújo anuló al delantero brasileño, que tanto preocupaba a la hinchada azulgrana antes del encuentro. Se podía discutir quiénes eran los dos o tres mejores del Barça, una señal de su buena actuación. Resultaba imposible elegir a alguien convincente en el Real Madrid. Salió del primer tiempo sin dar noticias y del segundo con una victoria, importante para el desarrollo del campeonato, insuficiente para disipar dudas.

El Madrid se encuentra en un proceso donde todavía no es carne ni pescado. Ni es dominante, ni fiable en el capítulo defensivo. En cuanto al juego, persiste el sordo combate generacional entre los veteranos al borde del ocaso –Kroos y Modric– y jóvenes como Tchouaméni y Camavinga. A nadie sorprendió que el ingreso de Modric bien entrado el segundo tiempo ayudara a cambiar el viento del partido. En cualquier caso, los debates futbolísticos del Real Madrid tienen truco: camina por el alambre con una imponente red de seguridad. Se llama Jude Bellingham. Cuesta recordar una inversión más productiva en el fútbol.

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