Ya estamos en la fase de intercambio de cromos en las principales competiciones europeas. Hay cartas a los Reyes de dirigentes y de entrenadores, fichajes rutilantes y anodinos, rumores de salidas, giros de última hora y operaciones espectaculares, que le dan otro aire a la información deportiva. Es un periodo para la fantasía de los aficionados, llena de esperanzas y algunas decepciones. Pero también hay momentos en que las cuentas obligan a todo el mundo a poner los pies en el suelo. Y entonces, sólo un poco más allá de todo eso, está la sensación de que la llegada o la partida de un jugador tiene un poder quizá excesivo a la hora de remover la autoestima de la afición.
En pocas semanas en can Barça hemos sabido que Messi no vuelve y que llega Gündogan. El mejor de todos los tiempos escoge la paz de Miami. Pero el capitán del City de Guardiola –seguramente, ahora mismo, el mejor equipo del mundo– sí que quiere venir. Y aquí me ha hecho gracia reencontrar aquella figura tan peculiar del alma culé, nihilista flácido y sabelotodo, que no puede evitar ver siempre el vaso medio vacío. Si con el hasta la vista de Messi buscaba culpables actuales y pretéritos y le servía para lamentarse de la situación económica, ahora se resiste a traducir la llegada de Gündogan en halagos hacia la gestión, hacia el poder seductor de Xavi o del Camp Nou, o en mero orgullo de ser culé, y en cambio insiste en hacerse la pregunta, tan sincera como reveladora de una frágil psicología: ¿por qué quiere venir?
Hay una figura tan peculiar del alma culé que no puede evitar ver siempre el vaso medio vacío
Después de un periodo de grandes conquistas deportivas, en las que el club blaugrana maravilló el mundo del fútbol, para dormirse después a los laureles, hemos tenido que asumir que nos encontramos en fase de reconstrucción. Pero también –y al mismo tiempo– tendríamos que saber ver que el barcelonismo, como fenómeno, también se encuentra en una fase que se me atrevería a calificar helenística. Pep Guardiola, que dejó su casa para seducir y doblegar otras tradiciones futbolísticas y así las acercó hacia la nuestra, haciendo evolucionar un estilo de juego que mamó aquí, sería nuestro Alejandro Magno. Después de conseguirlo todo con el City, parece que Gündogan quiera vivir en primera persona lo que le debía explicar el mismo Guardiola y le debe haber prometido Xavi vía telefónica. Pero es que Lewandowski, a quien apenas hemos oído hablar en esta primera temporada, en una reciente entrevista en el Canal Plus polaco, defendió el juego de la selección sub’17 de su país diciendo que “si pierdes contra Alemania pero tienes más posesión y control de la pelota, y creas muchas oportunidades, podrás marcar la diferencia más adelante”.
Siempre hay motivos para lamernos las heridas. Pero no nos tendría que costar tanto tener también siempre algunos a mano para celebrar quien somos.