Entrega de alfil o gambito de dama

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La disputa entre Carlsen y Niemann sacude el mundo del ajedrez

Magnus Carlsen ha acusado a Hans Niemann de haber hecho trampas recientemente

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Lennart Ootes

La combinación de Kholmov, los sacrificios de Sanz, Meier y Bura, la entrega de dama de Lasker, el final de torres de Geller, el cañonazo de Vladimirov, la entrega de alfil de Shirov, aperturas abiertas, semiabiertas, cerradas, semicerradas... Hay jugadas de ajedrez que han pasado a la historia, pero ni siquiera el mejor gran maestro es capaz de derrotar a un ordenador atiborrado de algoritmos como si fueran esteroides, capaz de calcular en un nanosegundo la mejor combinación para acorralar al rival y establecer una posición de fuerza en el tablero.

Eliminar las trampas al cien por cien es imposible en cualquier juego, deporte o competición, pero el ajedrez depende por completo de la integridad, más aún con la proliferación de los torneos online. De ahí la conmoción provocada por las acusaciones lanzadas contra el norteamericano Hans Niemann a raíz de su sorprendente victoria en la Sinquefield Cup de San Luis (Missouri) sobre el campeón del mundo, el noruego Magnus Carlsen, que llevaba cincuenta y tres partidas de modalidad clásica (es decir, presenciales) invicto.

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En ese torneo, como en casi todos, los participantes se sometieron a controles estilo aeropuerto para comprobar que no llevaban microchips, ni pinganillos ni ninguna otra manera de comunicarse con el exterior (y un ordenador les pudiera chivar los movimientos). Pero se produjo la gran sorpresa. Niemann, de 19 años, que era el jugador de más bajo ranking, ganó a Carlsen, de 31, quien no solo perdió la partida sino que abandonó la competición (quedaban seis rondas), renunciando a la posibilidad de llevarse una bolsa de medio millón de dólares. No hizo comentario alguno, pero colgó un tuit críptico con el vídeo de José Mourinho declarando: “Prefiero no hablar, porque si hablo me meteré en problemas”. Y en un campeonato posterior, cuando ambos volvieron a quedar emparejados, tiró las fichas antes de empezar a moverlas, en señal de protesta. Ayer dio un paso más y ha llamado al californiano “tramposo”.

Mourinho se preguntaba por qué –sobre todo después de caer contra el Barça–, y ahora el ajedrez se pregunta por qué Carlsen hace esto. Sus defensores dicen que es un jugador preciso y calculador, que raramente pierde una partida con blancas (como fue el caso), y en el ajedrez son casi imposibles las sorpresas del fútbol, donde un Tercera puede ganar a un Primera. A favor de Niemann tampoco juegan los precedentes, ya que él mismo ha reconocido haber hecho trampas en el pasado, aunque no en torneos presenciales sino online, en los que es más fácil. Para sembrar más dudas, el norteamericano ha pasado en poco tiempo (lleva dos años sin parar, de una competición a otra, viviendo en hoteles) del lugar 800 al 50 en el ranking, una gran “anomalía estadística”.

Niemann tiene un carácter difícil, y su avance meteórico hasta derrotar a todo un campeón del mundo no es habitual, pero lo cierto es que contra él solo existen en todo caso pruebas circunstanciales, y probablemente ni eso. El nativo de San Francisco, que se formó en el Marshall Club de Nueva York, se ha ofrecido a jugar si hace falta desnudo, en una caja cerrada con las transmisiones electrónicas bloqueadas.

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Quienes no le creen se preguntan cómo podría haber hecho trampas, especulándose con que llevara insertadas unas bolas chinas anales, un juguete sexual que consiste en varias esferas o pelotitas unidas a una cuerda, como un collar, usadas para introducir en el recto con la ayuda de un lubricante, y cuya inserción y extracción provoca a algunos placer. Un uso más imaginativo es que lleven un microchip que las haga vibrar, sugiriendo cómo mover la dama, la torre, el caballo o el alfil.

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