La sombra de los mitos

Mirador olímpico

La sombra de los mitos

Los Juegos de Tokio deberían incorporar una bonificación de puntos para los atletas y un plus para los corresponsales y enviados especiales que, sin apenas dormir, nos explican todas las historias olímpicas. Las condiciones en las que se están celebrando, con unos protocolos que anulan el componente fraternal de la experiencia, se compensan con mensajes de amigos y familiares, que no dejan de comunicarse con los que, entre la esperanza y la sensación de secuestro, siguen en Japón. El WhatsApp, el Skype y los mensajes de voz han ayudado mucho. La ausencia forzada del componente positivo seguro que habrá influido negativamente en el estado de ánimo de atletas y delegaciones. Las circunstancias ambientales son difíciles de superar, casi tanto como el factor competitivo y ojalá este heroísmo sobrevenido acabe siendo reconocido.

La concentración de pruebas obliga a simplificar y en todo el mundo se perpetúa el vicio de buscar comparaciones fáciles de entender. Son comparaciones que tienen que ver más con el eco del relato que con la vocación de los atletas y su motivación para estar en Tokio (no es lo mismo lo que pensaba Ulises que lo que pensaba Homero). Segundos después de sorprender con una impresionante medalla de oro, la jamaicana Elaine Thompson quedó reducida al titular de “el nuevo Bolt”. Era una manera de contribuir a la igualdad, también en la construcción de los mitos.

El método se aplica a otras disciplinas. El nadador Caeleb Dressel es “el nuevo Michael Phelps” (que ya fue el nuevo Mark Spitz). En el caso de la gimnasta Simone Biles, ya se había ganado la condición de “nueva Nadia Comaneci” y solo tenía que revalidar su título de “reina de la gimnasia”. Pero la evolución de los hechos modificó los pronósticos alimentados por los análisis previos y, como si fuera un problema dinástico real, emergió la necesidad urgente de iniciar un nuevo proceso de coronación. Y el saltador de pértiga Armand Duplantis, ¿podría ser el nuevo Serguéi Bubka?

Las comparaciones crean una especie de competición paralela

No es un recurso estrictamente olímpico. Hace tiempo que la comparación crea una especie de competición paralela, concebida más como pasatiempo para aficionados y periodistas que como reto para deportistas. En tiempo de Pelé se buscaban réplicas con una alegría algo frívola, igual que se buscaban de Maradona o de Cruyff. Por eso resulta fascinante cuando un deportista logra zafarse del etiquetaje y, aunque solo sea durante unos minutos, alcanza la gloria por méritos propios, sin arrastrar ningún cliché artificial añadido.

Caeleb Dressel, este sábado en Tokio

Caeleb Dressel, este sábado en Tokio

Odd Andersen / AFP
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