"Querido Marcus Rasfhord, espero que no estés triste durante mucho tiempo, porque eres muy buena persona. El año pasado me inspiraste para ayudar a gente menos favorecida. Y la pasada noche me inspiraste otra vez, por ser siempre valiente. Estoy orgulloso de ti. Siempre serás un héroe”.
Dexter Rosier, de 9 años, escribía de su puño y letra esta sentida carta al delantero del Manchester United, después de ver cómo muchos de sus compatriotas adultos vilipendiaban con insultos racistas a su ídolo por el hecho de haber fallado el tercer penalti inglés de la final de la Eurocopa, el que estrelló en el palo. Como el pequeño Dexter, multitud de aficionados reaccionaron ayer con una oleada de solidaridad, cariño y orgullo para repeler los ataques xenófobos que se cebaron en Rashford, Jadon Sancho y Bukayo Saka, los tres jugadores que fallaron sus penaltis.
El domingo noche y el lunes, las redes sociales se inundaron de insultos contra los tres futbolistas. Incluso la barbarie ultra se atrevió a atravesar el portal virtual para dejar su mancha de podredumbre en forma de pintadas en el muro de homenaje a Rashford en la calle Copson, en el suburbio de Withington, en Manchester.
“Entiendo las críticas, mi penalti no fue bueno, pero jamás me disculparé por quién soy y de dónde vengo”
Las palabras “ fuck ”, “ shit ” o “ bastard ” acompañaban el nombre de Saka o Rashford, o dañaban el mural con el que el barrio había agradecido a Rashford su labor solidaria con los más necesitados. Con su gente. Rashford se ha distinguido por sus acciones altruistas y solidarias para combatir la pobreza infantil que él había sufrido. Durante su infancia, con sus dos hermanos tenía que ir a los comedores sociales porque su madre no podía alimentarlos con el sueldo que cobraba. Conocidas en Inglaterra han sido sus campañas, en las que recaudó el año pasado 23 millones de euros para comida para niños, como también sus conversaciones y desacuerdos con Boris Johnson.
Así que Rashford se había convertido en el Oliver Twist moderno, en un ídolo del pueblo. Y a los ídolos se les protege.
De manera improvisada, vecinos de Withington y otros distritos de la ciudad acudieron ayer al muro del Coffee House Cafe, en Copson Street, para limpiar el ultraje. Cubrieron las pintadas con mensajes de apoyo, con cartas, con flores, con banderas inglesas, con dibujos de corazones y lemas, como “héroe”, “Marcus para primer ministro” o “nuestra verdadera inspiración”. Incluso el artista urbano Akse P19 repintó una parte del mural que había creado en noviembre pasado, y una campaña de micromecenazgo ayer ya había recogido más de 27.000 libras para los trabajos de reparación.
Rashford recibía todas estas muestras de apoyo con agradecimiento: “Los mensajes que he recibido hoy han sido positivamente abrumadores y ver la respuesta de Withington me ha hecho casi llorar. La comunidad siempre me ha protegido y sigue haciéndolo. Soy Marcus Rashford, tengo 23 años, y soy un hombre negro de Withington y Wythenshawe, en el sur de Manchester; si no tengo nada más, eso es lo que tengo”, escribía el delantero en un comunicado en el que también expresaba su dolor por el error del penalti y en el que pedía perdón por la decepción causada.
Multitud de vecinos de Withington taparon con mensajes, flores y dibujos el ultraje al muro de Rashford
“Sentí que decepcioné a mis compañeros. Sentí que decepcioné a todo el mundo. Ese penalti era todo lo que podía aportar al equipo. Podría meter un penalti en cualquier momento, pero ¿por qué ese no? Lleva repitiéndose ese momento en mi cabeza una y otra vez desde que chuté ese balón y todavía no hay una palabra que pueda describir todo lo que siento. Una final. 55 años. 1 penalti. Historia. Todo lo que puedo hacer es pedir perdón. Ojalá pudiera ser diferente”, se lamentaba Rashford.
Aunque el delantero del Manchester United se despedía con la cabeza alta, con orgullo de su origen humilde y colonial: “Entiendo las críticas a mi actuación en el campo, mi penalti no fue lo suficientemente bueno, pero jamás me disculparé por quién soy y de dónde vengo”.