‘¡Como volvan os tempos da fame!’ rezongaba en tono admonitorio mi abuela Nina cada vez que de niños rechazábamos los restos de un bocadillo disfrazado de mortadela. Viuda de guerra, había criado a mi padre en los hambrientos años 40 y por ello racionaba nuestras meriendas. Sabía de lo que hablaba. Día de todo, víspera de nada, nos recordaba. Nosotros nos burlábamos de ella refiriéndonos a las batallitas de la abuela… hasta que hace unas semanas me sorprendí a mí mismo soltando una catilinaria semejante a mis hijos a costa del Barça. Ellos se han criado en la opulencia del postcruyyfismo guardiolista. Tantos tripletes, pentatetes y sextetes han malcriado a nuestros hijos.
En mi caso, ser del Barça en Pontevedra a inicios de la hambruna azulgrana de los 70 y leyendo el Dicen cuando llegaba a los kioskos con dos días de retraso, te hace no despreciar ni un bocadillo de mortadela ni un Gamper. Guardo aún una portada del Gráfico argentino cuando Boca Júniors perdió 9-1 en el Camp Nou en la presentación de esa temporada 84-85: “Boca no andá con cosas chicas”. De eso y de alguna Copa y Recopa nos alimentábamos, o de las chanzas en los clásicos, como el inolvidable “ Donde vas, Macanás”, cuando el delantero madridista se volvió loco celebrando un gol que le daba el empate a los blancos en los últimos minutos sin darse cuenta de que ya lo habían anulado. Los clásicos nos daban alguna alegría, pero el recuento de Ligas era el mismo. Una media de una cada 13 años. Mis hijos han celebrado 8 Ligas y 4 Champions en los últimos 12. Hay que entenderlos. Hoy, cuando parece que rondan de nuevo amenazas de hambruna en el horizonte, como el sueño bíblico de las siete vacas y las siete espigas famélicas, volveré a ver con ellos el clásico, ya un poco más creciditos, y es probable que tenga también que recurrir de nuevo a algunas batallas de otros clásicos por si las cosas se tuercen. Les hablaré de la llegada del Cruyff jugador y su 0-5 en el tardofranquismo madrileño, de su llegada como entrenador, de sus cuatro Ligas de una tacada y del 5-0 a Benito Floro, que reía en el banquillo por no llorar. Si el árbitro o el VAR vuelven a las andadas les recordaré también que contra Plaza vivíamos mejor. Si no puedes ganar, al menos quéjate del árbitro.
Hasta Johan Cruyff necesitó de un golpe de fortuna en tiempos de opulencia
Pero si ya al final, muy al final, ni jugamos bien, ni ganamos, y ni siquiera nos podemos quejar del árbitro, les hablaré de un tal Spasic y de su cabezazo en propia meta para darnos la victoria. Hasta Cruyff necesitó un golpe de fortuna en tiempos de opulencia, ya fuese en un clásico, en Tenerife o ante la playa de Riazor.