El sueño de la paz

Juegos Olímpicos

En un mundo cada vez más dividido, los Juegos Olímpicos se erigen como el único acontecimiento que consigue reunir a todos los pueblos en una competición pacífica

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La nueva sede del Comité Olímpico Internacional (COI), también conocido como Casa Olímpica

Jean-christophe Bott / EFE

Raro es el día en el que no leemos noticias sobre el auge de los nacionalismos, de la desconfianza o del proteccionismo. En esta era de crisis mundiales constatamos una preocupante deriva hacia el aislamiento y la separación, que redundan en una menor cooperación. Vivimos en un mundo digital con oportunidades de comunicación jamás imaginadas y, paradójicamente, cada vez nos relacionamos y dialogamos menos con aquellas personas que disienten de nuestra opinión.

En un mundo cada vez más dividido, los Juegos Olímpicos se erigen como el único acontecimiento que consigue reunir a todos los pueblos en una competición pacífica. Ante el 125 aniversario del Comité Olímpico Internacional (COI), se hace patente que los ideales y los valores de los Juegos Olímpicos —resucitados por Pierre de Coubertin en 1894— son hoy, si cabe, aún más relevantes que entonces.

Desde sus inicios, los Juegos Olímpicos han sido más que un mero acontecimiento deportivo internacional

Desde sus inicios, los Juegos Olímpicos han sido más que un mero acontecimiento deportivo internacional. Cuando Coubertin decidió restablecer los Juegos Olímpicos, lo hizo con la esperanza de promover la paz entre naciones, una idea que nadaba a contracorriente del nacionalismo agresivo de su época. Pese a ello, Coubertin no cejó en su esfuerzo: estaba convencido de que unir a los seres humanos a través del deporte fomentaría el entendimiento y la paz entre naciones. A lo largo de la historia, los Juegos Olímpicos han reflejado esa voluntad de posicionarse como plataforma para la promoción de la paz y el entendimiento.

En los Juegos Olímpicos de invierno de PyeongChang 2018 presenciamos el ejemplo más reciente del sueño pacifista de Coubertin. El desfile conjunto de los equipos de Corea del Sur y del Norte bajo la bandera de la unificación coreana fue un esperanzador símbolo de la capacidad de cohesión del deporte, y fruto de más de un año de negociaciones encabezadas por el COI. Si los Juegos Olímpicos siguen logrando acercar a encarnizados competidores y a enemigos, es evidente que el ideal de promoción de la paz a través del deporte posee una convincente fuerza en el mundo contemporáneo.

En los Juegos Olímpicos de invierno de PyeongChang 2018 presenciamos el ejemplo más reciente del sueño pacifista de Coubertin

Esta misión olímpica de promoción de la paz también se pone de manifiesto en la resolución de las Naciones Unidas sobre la Tregua Olímpica. Esta tradición milenaria, recuperada por el COI y las Naciones Unidas, insta a todos los estados a detener las hostilidades durante los Juegos Olímpicos. Desde 1994, consciente de la importancia simbólica de la Tregua Olímpica en el mundo actual, la Asamblea General de las Naciones Unidas adopta una resolución de tregua antes de cada edición de los Juegos Olímpicos. Más recientemente, un número récord de estados miembro de
las Naciones Unidas patrocinaron la resolución Creación, mediante el deporte y el ideal olímpico, de un mundo mejor en el que reine la paz en el albor de los Juegos Olímpicos de invierno de PyeongChang 2018.

Barcelona 1992 nos dejó otra muestra de la fuerza de los Juegos Olímpicos en un periodo de cambios históricos a escala mundial. La Unión Soviética se había disuelto y sus antiguas repúblicas acudieron a Barcelona como un Equipo Unificado. Recuerdo también la emoción que sentí al ver entrar al equipo olímpico alemán en el estadio, sólo dos años después de la unificación del país. Por último, la Sudáfrica postapartheid volvía a los Juegos Olímpicos tras una ausencia de 28 años. Estos hitos enviaron a todo el mundo un mensaje de paz y también de amistad, de unidad en la diversidad.

Evidentemente, también hay momentos oscuros en la historia de los Juegos Olímpicos, momentos en los que se abusó del proyecto original para fines políticos, como los Juegos Olímpicos de Berlín 1936 o el boicot de varios países a los Juegos Olímpicos de Moscú 1980 y Los Ángeles 1984. No obstante, el menosprecio a unos ideales no mengua su valor intrínseco, sino que nos reafirma en la importancia de seguir defendiéndolos en un mundo en el que la paz y el entendimiento están amenazados.

Los Juegos Olímpicos no pueden impedir la guerra y el conflicto, pero al unir a los pueblos en una competición pacífica nos enseñan cómo podría ser el mundo si todos nos guiásemos por los valores olímpicos. Desde mi punto de vista, esta perennidad de los Juegos Olímpicos se debe a que, desde el primer momento, Coubertin supo entender el vínculo inquebrantable que hay entre el deporte y los valores de paz y amistad. En un mundo que parece distanciarse en tantos sentidos, son precisamente estos valores los que garantizan la vigencia de los Juegos Olímpicos.

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