Aquella noche, en el Bernabeu
Aquella noche, en el Bernabeu, fue para el eterno recuerdo. Ahora que el Barça acaba de jugar con el Betis uno de esos partidos que quedan para muchos años en la memoria, vale la pena recordar la final de Copa de 1997, la última que disputaron los azulgranas sobre el césped de Chamartín.
Fue un partido épico, en el que primero marcaron los béticos. Sobre el terreno de juego había jugadores que luego siguieron trayectorias tan dispares como Pep Guardiola, Luis Figo o Luis Enrique. Y el broncas de Hristo Stoichkov. Del otro lado había una delantera verdiblanca que no han podido olvidar en todo el barrio de Triana.
Aquel trío atacante lo formaban Alfonso, que luego jugaría en el Barça, Robert Jarni y Finidi George. El nigeriano –que tenía por costumbre celebrar sus dianas colocándose un sombrero cordobés– fue una tortura toda la noche, con su elegante galope y sus dos goles, en un partido que los blaugranas acabaron ganando en la prórroga por un apurado 2 a 3.
El ataque de nostalgia al recordar aquel partido vibrante, en el que el Barça fue por dos veces por detrás del Betis, no sólo se debe al resultado y la victoria, sino a las anécdotas que lo acompañaron. Sobre todo, por la relación que pudo establecerse entre dos aficiones que lo dieron todo en la grada para defender sus respectivos colores.
Algunas crónicas de la jornada mencionaron que hubo ciertos incidentes fuera del campo antes del encuentro. Pero en el estadio, desde luego, lo que reinó fue una intensísima emoción, vivida alternativamente por azulgranas y béticos. Durante muchos minutos, el Betis fue por delante. Marcó primero Alfonso un gol tempranero, empató Figo al filo de la media parte, y así siguió el marcador hasta el minuto 82, en que de nuevo Finidi puso a los béticos con ventaja. Todo parecía decidido hasta que Juan Antonio Pizzi empató, a pase de Guardiola, a dos minutos del final. Fue la locura. A punto de perder y salvados por la campana.
En la prórroga, en el minuto 114, nuevo gol de Figo, y el acabose. Mucha gente recuerda qué vino luego. El vicepresidente del Barça, Joan Gaspart, en volandas de la euforia, saltando sobre el césped, mientras el himno azulgrana sonaba hasta cinco veces en el Bernabeu. Quien se pregunte por qué no ha habido allí otra final con participación azulgrana, ya tiene la respuesta.
Muchos béticos salieron del estadio entre lágrimas, por lo cerca que habían tenido la victoria. Y la grada azulgrana cantó muchas veces esa noche aquello de “Mucho Betis, mucho Betis es, es”. Por eso quiero creer que el aplauso del otro día a Messi en el Benito Villamarín no fue sólo un acto de admiración hacia el pequeño gran hombre, sino una devolución de afecto, descrita a modo de parábola en el tiempo.