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“Hacer una buena fotografía es como ganar un gran partido”

Entrevista a Ernesto Valverde

El entrenador del FC Barcelona no suele conceder entrevistas pero hace una excepción porque el acuerdo pasa por hablar de fotografía

Ernesto Valverde, fotografiado en las instalaciones de la ciudad deportiva, un espacio normalmente inaccesible, de pie con una taquilla detrás y sujetando una cámara, objeto que ha convertido en inseparable desde hace años

Pedro Madueño

Ernesto Valverde recibe a La Vanguardia en su despacho de la ciudad deportiva de Sant Joan Despí en ropa de trabajo, chándal y zapatillas deportivas. El entrenador del FC Barcelona no suele conceder entrevistas pero hace una excepción porque el acuerdo pasa por no hablar de fútbol y sí de fotografía. Sin embargo, conforme avanzamos en el diálogo, se abordan inevitablemente temas que están relacionados con los dos mundos que apasionan al técnico, el del balón y el de la cámara, no en vano ambos se mezclan en Medio Tiempo , un libro de fotografías que publicó en el 2012.

Normalmente a los fotógrafos de prensa nos dan cinco minutos para realizar nuestro trabajo. ¿Cuánto tiempo nos concederá para charlar? Pronto despejamos la incógnita: Valverde escucha y habla hasta olvidarse del tiempo… e incluso de la hora de comer.

¿Cómo llega Ernesto Valverde a la fotografía?

A los 17 años, cuando jugaba en el Alavés, yo estudiaba para sacarme maestría industrial en electrónica, un oficio que nunca ejercí, evidentemente. Por aquella época ya me gustaba hacer fotos pero más como hobby. Hasta que un día, con mi primer sueldo de futbolista, le encargué a un amigo que me trajese una cámara de Canarias. Me costó 40.000 pesetas, me acuerdo perfectamente.

¿Cuándo se convirtió en más que un hobby?

Yo tenía claro que quería estudiar fotografía, pero no había escuelas que enseñasen el oficio. Cuando se me abrió un poco el mundo fue cuando llegué a Barcelona. Allí empecé a estudiar fotografía en el Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya. Dejé la biología, que no me iba mucho, y la electrónica, que ni te cuento.

¿Cómo definiría la fotografía con una palabra?

Es enormemente difícil. Quizás ese momento en el que estás en el laboratorio y hueles a ácido acético, a fijador, al revelador que has mezclado tú mismo en casa… cierras las entradas de luz y pones la bombilla roja, metes el papel en la cubeta y ves salir la imagen, ese momento es una pasada. Buf...

Es algo mágico...

Ese momento es algo muy especial, no sabría cómo definirlo pero es un momento que te marca mucho. Que te engancha.

Bernardo Atxaga dice en el prólogo de su libro que tiene una mano japonesa y otra alemana para sus fotos. ¿Cómo es el Valverde fotógrafo?

Al final en la vida eres como eres en todo, soy como entrenador lo mismo que como fotógrafo. Soy muy impaciente, igual demasiado, me gusta educar mucho mi vista mirando libros y revistas, observando lo que hacen los demás. Admiro a esos fotógrafos que tienen paciencia para esperar una buena luz y perfeccionar un buen encuadre pero yo soy más inmediato y visceral. También soy inconformista con mi trabajo, bueno, digamos que huyo de lo que es demasiado evidente pero no de lo clásico, que ya me parece bien. Quiero que mis fotos no sean muy confortables ni amables. Quiero que mi trabajo sea diferente.

Sus fotos son inquietantes, intrigantes y están cargadas de melancolía. Sus personajes están como ausentes. ¿Qué le atrae de sus fotos?

Eso que dice de mis fotos me lo han dicho alguna vez. Hombre, lo de la melancolía no lo sé, es posible. (Se dirige a su jefe de prensa y se lo pregunta sin obtener una respuesta clara: ‘¿Crees que soy melancólico?’), bueno probablemente sí, no lo sé. Pero el hecho de fotografiar en blanco y negro tiene un poco eso, ¿no?

En realidad uno es lo que fotografía…

Sí, sí, esa es la intención.

Me imagino que la presión que recibe como entrenador es muy grande y que hay que tener válvulas de escape. ¿Encuentra en la fotografía esa válvula para liberarse de la presión?

Cada uno de nosotros tiene un mecanismo de defensa. El fútbol es algo muy importante pero tiene una parte que es un absurdo: hoy parece que se vaya a caer el mundo y mañana lo tenemos que volver a construir. Atravieso épocas en las que no fotografío. Me ha pasado a veces el estar un año en el que casi no he cogido la cámara porque estás muy concentrado en tu trabajo pero es evidente que la fotografía es una forma de escaparte. Pero no es un hobby para mi, es algo muy serio en mi vida.

¿Dónde se encuentra ahora?

Me ha costado encontrar mi camino en la fotografía porque al principio vas dando tumbos pero luego poco a poco te metes en una vía única.

¿Cuál es la suya?

Junto a Ricky Dávila montamos el Centro de Fotografía Contemporánea de Bilbao. Él me ha ayudado mucho y ahora en este centro ayuda a la gente a encontrar su vía de tren, su camino.

En su trabajo traspasa la simple mirada de un aficionado y va un poco más allá.

Eso es difícil (sonríe).

Usted lo consigue. ¿Cuál es su metodología de trabajo, en qué se basa?

Siempre llevo mi cámara encima, aunque no disparo mucho. Me interesan las anécdotas de la calle, soy un fan absoluto de Daido Moriyama, es mi referente, un especialista en la vida nocturna en las calles.

Siga, siga…

Voy buscando y mirando, mirando mucho, pero fotografiar en la calle en mi caso es a veces muy difícil porque si la gente me reconoce pues puedo tener un problema. Busco el momento preciso y decisivo, el momento espontáneo. Fotos hacemos todos pero la clave creo que está en la elección, en por qué lo haces de una manera y no de otra, esa es la clave.

En sus fotos está muy presente la muerte, ¿cómo afronta ese desenlace?

No soy muy consciente de eso pero quizás lo haga para remover conciencias. Encuentro que la muerte es fotogénica. Utilizo la muerte para dar un golpe en la cara al que las mira. No pienso demasiado en la muerte pero pienso que lo normal es que los hijos entierren a los padres. Tengo tres hijos, así que….

¿Cómo describiría y con qué compararía la satisfacción de hacer una buena fotografía?

Es como ganar un buen partido, un partido en condiciones. Un partidazo, vaya. Ganar un partido es difícil, ¡eh!

Hacer una buena fotografía también lo es…

Bufff, claro, claro, hacer una buena foto también. Un buen partido permanece en el tiempo en tu memoria y una buena foto también perdura.

La fotografía con los años exige cada vez más al fotógrafo. Hasta tal punto de que la cámara a veces pesa toneladas. ¿A usted le pasa?

Sí, sí. En el fondo empiezas como un juego pero tú vas haciendo y sumando, estás ávido de cosas nuevas y además las vas encontrado, así que con el paso del tiempo tu nivel de exigencia va subiendo. Yo ahora salgo con la cámara y me cuesta no repetirme. Eso te exige sacar de ti cosas nuevas.

¿Eso le hace sufrir?

Hombre claro, sufres por que al final siempre quieres superar barreras, un poquito más, un poquito más… tampoco sabes hasta dónde ni sabes si te estás pasando de frenada, o no. La cámara te obliga a salir a buscar algo más.

¿Cómo frena esa inercia?

A veces aparco la cámara y ya está. En mi profesión de entrenador me pasa algo similar, nunca pienso que cada vez sé más y que cada vez estoy mejor… Y eso es un vaso que se va llenando. Sabes cómo funciona pero cada día es diferente y uno quiere hacer algo nuevo siempre. Ahí está la presión.

¿Puede comentarnos algunas fotos suyas?

Claro, claro.

Dentro del autocar. Atenas, 2010

Ernesto Valverde

(1) Desde dentro del autocar, se ven unos aficionados gritando. ¿Qué le sugiere esa foto?

Irracionalidad. Esto es un partido contra el Panathinaikos y estos son nuestros aficionados, que como no podían entrar al campo rival vinieron a saludarnos. Toda esta gente a mí me adoraba. Estos son unos locos, es la locura que tiene el fútbol, es irracional, cien por cien lo que tiene este deporte, ¿a usted no se lo parece?

El fútbol tiene mucho de irracional pero usted da una imagen de racionalidad absoluta.

Sí, posiblemente. Cuando estás metido dentro lo relativizas todo porque, al final, ¿qué punto racional tiene lo que ocurre después de ganar o perder un partido con nosotros? Parece que el mundo se acabe si pierdes y luego no pasa nada. Se baja el telón y empieza una nueva temporada y ya está. Desapareces de la ecuación y no pasa nada, te vas a otro sitio si hace falta. ¿Es eso racional?

Hombre con pistola. Rafik Djebbour. Atenas, 2011

Ernesto Valverde

La del hombre con la pistola (2). Yo veo muerte y tristeza, ¿y usted?

Me sugiere dureza. Es inquietante, ¿verdad? Es un jugador del Panathinaikos y la pistola era de un miembro del staff de colaboradores. Se la pedí, estaba descargada, claro. Me costó convencer al jugador pero cuando ya nos pusimos le dije: ‘pon cara de malo, no te rías ni para atrás’, y se metió en el papel.

Y está la del pulpo... (3)

Es muy sugerente. Fuimos a comer al Pireo. El pulpo estaba allí colgado y entonces hice pasar varias veces a mi representante detrás de él. Quería que la foto transmitiese intriga.

Pulpo en el Pireo. Gracia, 2011

Ernesto Valverde

¿Cómo ve el mundo que le rodea a través de su cámara?

Yo lucho por quitarme capas y quedarme con lo que es verdaderamente importante. Estamos sujetos a un montón de cosas que parece que son importantísimas y no lo son. Con la edad quizás te das cuenta de ello.

Eso es una virtud, ¿le ayuda a sobrevivir?

Es un elemento más de autodefensa. Bueno, la teoría la tengo clara pero después también es jodido. Desde un punto de vista racional lo tengo interiorizado, pero también tengo mis crisis. Después de un partido que me ha ido mal, sé que la consecuencia de todo ello no es tan importante, pero tampoco puede dar uno la sensación de que no le importa porque no es verdad y porque eso te puede llevar a un gran desastre personal. El jugador tiene que saber que lo que tú haces y dices lo haces desde las tripas, no lo haces por una pose, y eso es muy importante que se perciba. Esas cosas hay que sentirlas y hay que asumir un coste personal.

Eso nos lleva a preguntarle por cuáles son los valores más importantes en la vida.

Generosidad, solidaridad y la lucha por un objetivo común para conseguir cosas, eso aplicado a todo. En la fotografía y en el fútbol.

¿Cómo afrontaría el retrato al mejor jugador del mundo?

Intentaría que no se le viese mucho. Hay que relativizarlo todo. Me gusta hacer los retratos donde se aprecie la vulnerabilidad de la gente porque al final esa es la sensación que tengo. Que somos vulnerables, bajo ese prisma lo veo todo. Incluso el de la foto de la pistola estando armado es vulnerable.

Y si se hiciese un autorretrato, ¿qué le gustaría transmitir?

Me gustaría reflejar ese punto de vulnerabilidad que tenemos todos. Posiblemente fotografiaría mi sombra alargada.

Ahora para acompañar esta entrevista, me gustaría hacerle un retrato.

Vale, pero sólo tiene cinco minutos (risas).