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No es no

Lucha contra las actitudes antideportivas

La censura sin fisuras a actitudes como las de Fenati o Serena Williams marca una nueva cultura en el deporte

Serena Wiliams se encara con el juez de silla

Usa Today Sports / Reuters

Hay gente que siempre se las arregla para mantener la calma, que nunca hace cosas estúpidas, pero si yo fuera así nunca habría competido sobre una moto, me habría hecho cura”. Sinceridad y franqueza no le faltan a Romano Fenati, el piloto de Moto2 que protagonizó un pavoroso episodio en el último GP de San Marino al apretar el freno de Stefano Manzi cuando ambos circulaban en paralelo a más de 200 km/h. La acción quedó en un susto y una sanción de apenas dos carreras, pero la reacción de la parrilla, la afición y la propia Federación Italiana han acabado con la carrera del piloto, ya de vuelta a su antiguo trabajo en la ferretería de su abuelo.

De la misma manera, de nada ha servido a Serena Williams todo el crédito que tenía como gran deportista y luchadora dentro y fuera de las pistas. Sus vejaciones a un juez de silla durante el último Open de Estados Unidos han merecido la censura de todo el mundo del tenis, a tenor de una dura sanción. Como, también en los últimos días, una acción antideportiva en el fútbol base catalán ha acabado con la carrera de una joven promesa tras sus repetidas agresiones con la camiseta de la Montañesa y del Gavà. Porque el deporte ya no tolera ni justifica ningún tipo de reacción violenta, peligrosa o desmedida. Ni en la competición ni en las gradas.

Romano Fenati frena la moto de un rival

Movistar MotoGP

Los casos, a lo largo de la historia, son conocidos y reiterados: el mordisco en la oreja de Tyson a Holyfield durante su revancha por el título de los pesos pesados, las inevitables broncas de McEnroe con los jueces de pista o consigo mismo, el controvertido accidente entre Michael Schumacher y Damon Hill en la última carrera del Mundial que acabó dando al alemán su primer título de F-1, el cabezazo de Zidane a Materazzi en el Mundial de Alemania 2006, la rivalidad entre Isaiah Thomas con media NBA que llevó a Karl Malone a entrarle sin miramientos para dejarlo con 40 puntos de sutura... sin olvidar la grave lesión que un sicario provocó a la patinadora estadounidense Nancy Kerrigan por encargo de su rival Tonya Harding. Más recientes y no menos censurables son el mordisco de Luis Suárez a Chiellini en el Mundial de Brasil 2014 o la patada de Valentino Rossi a Marc Márquez en Sepang.

En todos los casos, la tensión propia de la práctica deportiva se mezcla con un deseo de justicia mal resuelto. Es una reacción normalmente en caliente, aunque a veces también lo es de forma premeditada. Y prácticamente siempre acompañada del arrepentimiento y las disculpas. Sinceros o impostados.

“En el deporte de competición hay un concepto clave que es el nivel óptimo de activación. Es el nivel de tensión adecuado para que los deportistas ejecuten correctamente su labor y estén concentrados en ella. Pero cuando se producen situaciones de estrés y frustración el deportista eleva sus niveles de tensión, se sobreexcita y en ese momento se producen pérdidas de autocontrol que pueden generar situaciones como éstas”, explica el psicólogo y presidente de la sección de psicología deportiva del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya Óliver Martínez.

“La gasolina sola no arde, pero la presión de una grada o aceptar algunas conductas pueden encenderla”

“Lo malo –prosigue el especialista– son esos momentos de venganza, cuando el deportista ya sale a competir con la idea de aprovechar la ocasión para saldar alguna deuda. La reacción ya no es instintiva, todo es más racional y la agresión es un mecanismo para liberar la rabia o el rencor acumulado. Desde la psicología del deporte distinguimos y ayudamos a saber controlar este tipo de situaciones y creo que los organismos sancionadores también deberían distinguirlas”.

Así lo cree también Fernando Lechuga, educador y director de la escuela de la UE Cornellà, una de las principales canteras del fútbol catalán. Para él, la censura a Serena Williams es mucho más educativa –empezando por ella misma– que apartar a Fenati. “Todo el mundo tiene derecho a equivocarse y a aprender de sus errores, y el deporte profesional y mediático debe de ser también educativo, no un simple negocio o producto de ocio”, considera Lechuga.

Tanto a nivel formativo como profesional, ambos especialistas coinciden en la necesidad de reconocer los riesgos, evaluar la personalidad de los deportistas y, sobre todo, tratar de rebajar la presión que envuelve la competición para evitar estas reacciones indeseadas. “La gasolina sola no arde, pero la presión de una grada o la aceptación de conductas antideportivas pueden encenderla”, zanja Lechuga. Por suerte, ya no se premia a Zidane ni se justifica a Malone. Ya no hay simpáticos McEnroes. Ni siquiera la menor delas Williams tiene ya permiso para todo.