Resultados

Loading...

Los Pou, la hermandad de la escalada libre

Iker y Eneko

La versatilidad de estos escaladores les permite culminar las vías más técnicas de escalada en roca y explorar montañas alejadas de las rutas más trilladas

Una selfie de los hermanos Iker y Eneko Pou en el Cerro Torre, en la Patagonia

Iker Pou se sumergió en Demencia Senil después de vivir su Nit de Bruixes para, años más tarde, su­perar con su hermano Eneko Marejada Fuerza 6. Los hermanos Pou no se han vuelto locos, ni han protagonizado un akelarre, ni tampoco se han embarcado en una feroz travesía oceánica. Con estos llama­tivos nombres se han bautizado algunas de las exigentes vías de escalada que Iker ha culminado: las dos primeras, ambas de máximo nivel (9a+), en Margalef (Priorat), y la tercera en el Naranjo de Bulnes (Picos de Europa), este verano junto con Eneko y la mallorquina Neus Colom. Los Pou practican lo que podría denominarse montañismo de fusión: Iker forma parte de la élite de la escalada libre y Eneko aporta al tándem su experiencia en el mundo del alpinismo y el esquí extremo. “Somos polivalentes: igual se nos puede ver en una expedición al Himalaya que haciendo psicobloc en Mallorca, dibujando nuevas rutas en Siberia o esquiando a 6.000 metros. Nuestro fuerte es la escalada de dificultad en roca pero nos movemos bien en otros ámbitos”, apunta Eneko.

Los Pou son de los poquísimos escaladores que pueden dedicarse full time a la montaña; eso sí, com­binando sus incursiones a picos de todo el mundo con las conferencias. Su última aventura ha sido la citada Marejada Fuerza 6, una vía 8a+ abierta en 1985 y que ellos encadenaron este verano en estilo libre: utilizando sólo la potencia de sus brazos y sus pies para progresar por esa pared de 500 metros. Únicamente usaron cuerdas para no morir en el intento en el caso de ­caídas.

Su versatilidad les permite alternar la escalada más técnica con el psicobloc, modalidad que consiste en trepar sin protección alguna por acantilados marinos, y con el alpinismo. Del Pirineo a Mallorca, Yosemite, el Ártico, el Himalaya o la Patagonia, su próximo destino, después de Navidad. “Allí ya hemos subido el Fitz Roy y el Cerro Torre y ahora lo que nos gustaría es trazar una nueva vía en el parque nacional de los Glaciares”, cuenta Iker, de 39 años, tres menos que su hermano.

Nacidos en Vitoria, últimamente viven a caballo entre esta ciudad y Mallorca, donde profundizan en el psicobloc. “De hecho nuestro abuelo paterno era menorquín, un militar de carrera que acabó en Bilbao”, apunta Eneko recordando sus salidas iniciáticas a la montaña a cuestas de su padre, dentro de una mochila. “El primer 3.000 por nuestros propios medios fue el Taillón, cuando teníamos cinco y ocho años. Mi padre era un buen escalador y montañero, precisamente conoció a mi madre esquiando. Nuestras vacaciones familiares siempre fueron en los Pirineos y los Alpes”.

La afición se convirtió en profesión en el 2000, cuando Eneko acabó la carrera de Educación Física. “Pasamos de no tener nada, de tener que pedir el material prestado a los amigos, a formar parte de la Escuela Vasca de Alta Montaña. Me invitaron a participar junto con otros especialistas en un programa coordinado por Peio Ruiz Cabestany en Euskal Telebista; me sumé a la expedición de Juanito Oiarzabal al Annapurna... Además a Iker no le gustaba estudiar y ese año consiguió la segunda repetición de la historia de Acción Directa (9a), en Alemania, la vía más famosa del mundo de escalada deportiva, era el más joven que lo lograba”. Los astros se conjuraron y posibilitaron dar el paso para unir fuerzas. Dos hermanos y bien avenidos.

Lo que más les motiva es explorar, rastrear itinerarios más o menos ocultos en picos perfectos. “Lo complicado es tener información de estos lugares, apenas hay mapas. En China, por ejemplo, hay un montón de cimas de 6.000 y 7.000 metros que no ha pisado nadie, ­pero ir a esos sitios supone salir de casa sabiendo que hay un 80% de probabilidades de no llegar ni al campo base. Es difícil que un pa­trocinador te financie proyectos así”, reflexiona Iker.

¿Y el Everest, sin oxígeno, le atrae?

No, no, en absoluto, quizás cuando sea mayor...

¿Y cuándo será eso?

Cuando ya no pueda escalar bien, en estos momentos busco campos bases en los que no haya nadie.