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La moda que no deja ni respirar

Los corsés vuelven como tendencia a pesar de los aprietos literales que provocan

Elle Fanning se desmayó en Cannes por llevar un vestido demasiado ajustado

Vianney Le Caer / GTRES

En estos tiempos en que el feminismo empuja a liberarse de todo aprieto, incluidos los de origen estilístico, vuelve el corsé. Aunque parezca una incoherencia, que lo es, en las alfombras rojas (sobre todo en las de la gala Met y de Cannes) parece que se ha olvidado toda esa revolución del #MeToo que por un tiempo apartó la tortura de los tacones excesivos y las faldas demasiado cortas y se repiten las imágenes de mujeres (famosas) que atrapan su abdomen en fajas apretadísimas para resaltar su cintura de avispa. Hasta el punto de llegar a desmayarse como le sucedió hace solo una semana a Elle Fanning en el Festival de Cannes en que lució un vestido de Prada con escote palabra de honor (sin sujetador) y un corsé apretadísimo para resaltar su silueta rematada con una falda de tul.

“Los corsés tipo victoriano impiden expandir la caja torácica de modo que su uso puede llevar a alteraciones respiratorias y en consecuencia a la hipoventilación”, explica el doctor Andrés Combalía que recuerda que “es como los tacones, usarlo de vez en cuando no llega a producir grandes inconvenientes más allá del dolor de costillas o espalda puntual, pero su uso de forma habitual podría provocar deformaciones... Usar un corsé no elástico siempre desde la edad infantil podría disminuir el perímetro de la caja torácica”.

The Wall Street Journal ya advertía hace un año del peligro que supone el uso de este tipo de prendas resucitadas, en gran parte, de la mano de los diseñadores de moda pero también gracias al efecto que las hermanas Kardashian tienen en las redes. Una y otra vez suben sus fotos en Instagram atrapando sus cinturas en un espacio que hace imposible respirar y a veces incluso comer. El gran problema es que muchas de las usuarias del corsé en pleno siglo XXI lo utilizan como método para adelgazar. Hasta el punto de que algunos fabricantes especializados (Waist Gang Society o Angel Curves) ensalzan su poder para perder peso (por su acción termogénica: generan calor) y afinar la cintura. Hecho que, sin embargo, explica el entrenador personal y creador de Slow Training, Lucas Leal, “no es del todo demostrable, puesto que la prenda hace el trabajo que deberían hacer los músculos y eso a la larga los debilita”.

Nicole Kidman se rompió una costilla por un corsé y Elle Fanning se desmayó en Cannes

Lo que es ya de sentido común es que no debe apretarse en exceso, ni que sea para llevarlo por unas horas. Porque entonces es cuando sobrevienen los sustos y los desmayos como el de Elle Fanning. No es la primera vez que eso sucede. Esa prenda inventada en el siglo XVI para ceñir el cuerpo femenino (el mayor símbolo de opresión femenina y base de la lencería durante décadas), también llevó a Nicole Kidman hasta el desmayo en el rodaje de Retrato de una dama. La australiana volvió a repetir su mala experiencia con esa prenda en Moulin Rouge, película en la que llegaron a romperle una costilla por apretarle demasiado el corsé.

Dakota Fanning también pasó por eso hace un año durante el rodaje de El alienista. Al ponerse el corsé durante su primera prueba, se desmayó: “Acababa de bajar del avión. Estaba hinchada y con jet-lag y en cuanto me lo pusieron perdí el conocimiento”, explicaba para describir que “el corsé modifica tu cuerpo. Afecta a todo lo que haces: respirar, caminar, sentarte, estar de pie y, por supuesto, comer”.

A pesar de todos esos inconvenientes y sus evidentes consecuencias (que hicieron que en su momento Emma Watson se negara a utilizar un corsé para La Bella y la Bestia), muchos diseñadores han ido rescatando una y otra vez la reina de las fajas para impulsar su poderoso efecto seductor. En las principales pasarelas de Milán, París, Nueva York y Londres ya se lanzaron hace un año las primeras advertencias de que volvían las siluetas ajustadas. Tremendamente ajustadas.

En el que se supone que es el final del estilo oversize, o lo que es lo mismo, de las prendas sobredimensionadas que por unos años se impusieron como moda, las grandes firmas recuperan esa estética decimonónica que ha tenido sus idas y venidas. Dejó de ser popular durante la Revolución Francesa y se recuperó en 1810 para mantenerse durante toda la era victoriana. Luego cayó de nuevo en desuso a causa de los problemas de salud que provocaba (y que los médicos relacionaban con problemas respiratorios e incluso abortos) y se recuperó en la década de los 50 cuando Christian Dior, en respuesta a las siluetas planas de los locos años 20, presentó una mujer super femenina con faldas midi y marcando nuevamente la cintura.

Vivienne Westwood realzó de nuevo en la década de los 70 dándole un giro punk pero sobre todo fue Jean Paul Gaultier el que impulsó su efecto tremendamente provocador de la mano de Madonna durante su gira Blond Ambition Tour. Sin que la ambición rubia sufriera ni medio desmayo a pesar de que cantó mucho más apretada de lo que Elle Fanning no soportó hace unos días en Cannes.

Sea como sea el corsé, que en el 2016 volvió a las pasarelas (como prenda superpuesta exterior), va a ser pura tendencia en la próxima temporada de otoño-invierno. Un aprieto que no llega solo sino que lo hace junto con el bustier, que es una mezcla de sujetador y corsé de modo que tiene una banda más ancha que cubre las costillas y la cintura que se cierran con ganchos en la espalda. Olivier Rousteing, director creativo de Balmain, es uno de los principales impulsores de esta pieza que, según se vio en su último desfile, se puede introducir en cualquier pieza.