La primera jornada del festival tuvo un cabeza de cartel absoluto en Pulp. El grupo de Sheffield que lidera el cantante Jarvis Cocker volvía al Primavera Sound en loor de multitudes para escanciar un grandes éxitos en formato XXL, ya que a sus miembros habituales se les sumaría una poblada sección de cuerda, que contribuyó a dar empaque y solemnidad a unas canciones ya de por sí opulentas y llenas de grandes momentos.
La mítica banda británica representa a la perfección el espíritu indie de un Primavera Sound al que acudieron por primera vez en su segunda edición, en 2002, en el Poble Espanyol, y al que volvieron en 2011, en un inolvidable concierto en el Fòrum -para el que Jarvis tuvo unas sentidas palabras de recuerdo- en el que dedicaron su emblemático Common people a los indignados que ese día fueron desalojados de mala manera de Plaça Catalunya. En la actual visita celebró la noticia de que Donald Trump fuera declarado culpable de todos los cargos que se le imputan, antes de abordar la inflamada Weeds, una canción que pasa del susurro a la rabia y que habla de la marginación social de los refugiados y la clase baja.
Pulp, The Kinks de la era del brit-pop
El concierto ya había empezado por todo lo alto con I spy y Cocker desplazándose entre diferentes tarimas para convertirse en un ‘entertainer’ en el vodevil que narra el despecho de un individuo que es empujado a los márgenes de la sociedad. Y de ahí pasaron al gran éxito Disco 2000, la historia real de un enamoramiento del cantante, entre el glam rock y el pop exultante, con una letra narrativa marca de la casa. Se puede afirmar que Pulp son los The Kinks de la era del brit-pop, gracias a canciones como Mis-shapes, otra oda a los inadaptados. Entre tema y tema hubo tiempo para alabar al festival como uno de los favoritos del grupo y también para dedicar Something changed al malogrado bajista del grupo Steve Mackey, co-autor a la vez de la mayoría de sus éxitos.
El pop pluscuamperfecto de Pulp no solo no envejece sino que reluce incluso mejor que en su día, tal como demuestra la cabaretera y excéntrica Sorted for E’s & Wizz cuyo desbordante estribillo resulta antológico. Por no hablar de This is hardcore, precedida por una imponente introducción orquestal y en la que Jarvis empieza sentado en un sillón para acabar dándolo todo de una manera melodramática y muy encendida. Pero para estribillo fantástico ninguno como el de Do you remember the first time?, una canción con treinta años para la que parece no haber pasado el tiempo.
La recta final del concierto fue un no parar de momentos emotivos, con la intensa y pegadiza Babies y la magia pop que desprende Sunrise, que Jarvis empezó a cantar tumbado en el suelo para enervarse luego en un crescendo orquestal y cinemático de aúpa. Fue un grandioso cierre de concierto, pero aún tenían reservados un par de bises. El primero lo culminaron con Common people, su canción más emblemática, que generó una auténtica catarsis entre el público. Y cuando todos creíamos que era el final adecuado, aún salieron para dedicarle a su amada Barcelona Razzmatazz, una canción que, aunque hable de los problemas de relación de una pareja, está fijada en nuestro imaginario por dar nombre a una de las salas emblemáticas de la ciudad. Está claro que Pulp son como viejos amigos que siempre serán bien recibidos, por mucho que tarden en juntarse otra vez.
Otro plato muy sabroso del jueves fue el que ofreció Beth Gibbons, aunque su música, llena de recovecos y detalles, se degustaría mucho mejor en el silencio de un teatro que en la bulliciosa ágora del Fòrum. La cantante británica vino a presentar su esperado debut Lives outgrown, un disco de folk progresivo y sinuoso lleno de primorosos arreglos que le ayudaron a servir un septeto. Ella, aferrada a un pie de micro, se desvive por reproducir, con su lánguida y penetrante voz, canciones tétricas y fantasmagóricas como For sale y otras que devienen catarsis psicodélicas del calibre de Rewind, en la que confluyen la tensión de varias guitarras y una vaporosa sección de cuerda. Recuperó también material añejo que escribió con Rustin Man, el bajista de Talk Talk, como la celebrada Tom the model, a la manera de banda sonora imaginada y con una melodía redonda puntuada por el órgano. Pero para rescate ninguno como Roads, esa emocionante joya trip hop de los añorados Portishead.
Beth Gibbons, un plato sabroso; Amaare, insustanciales
Menos sustanciales fueron los afrobeats de la ghanesa-americana Amaarae, cantante y compositora que volvía al festival para presentar su segundo álbum Fountain baby, en el que mezcla afropop, R&B, hip hop y rock, aunque esa combinación en directo, acompañada por un guitarrista y un batería, sonó menos cohesionada y más dispersa que en disco, lastrando además su tiempo haciendo subir al escenario a varios fans para que lucieran sus habilidades como bailarines.
La velada la culminó el dúo francés Justice que vino al festival a estrenar su flamante cuarto álbum Hyperdrama, con un escaso mes de vida. Con un espectacular atrezo lumínico, en el que predominaron los tonos blancos, ofrecieron un show impecable en el que demostraron su gran habilidad en combinar subidones, de marcado carácter techno, con otros momentos muy melódicos, emparentados por la música disco en particular y el pop en general. Así no faltaron sus colaboraciones con Kevin Parker de Tame Impala, como el pegadizo single One night/all night, y tampoco las remezclas que han hecho para otros grupos, como es el caso de la celebrada We are your friends que comparten con Simian.