Guillermo Arriaga: “La pandemia es una oportunidad para replantearnos la vida”
Premio Alfaguara 2020
El autor de la novela ‘Salvar el fuego’ y guionista de ‘ Amores perros’ o ‘21 gramos’ cree que “en este momento de encierro y angustia los libros abren horizontes y esperanza”
La pandemia de coronavirus es sin duda una desgracia, pero a los supervivientes les ofrece una posibilidad de catarsis. Así lo cree el escritor, guionista y realizador Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958). El maldito Covid-19 le ha obligado a suspender su gira de promoción de la novela Salvar el fuego , con la que ha ganado el premio Alfaguara 2020. El también autor de El Salvaje (Alfaguara) y de los guiones de las películas Amores Perros, 21 gramos y Babel –las tres de Alejandro González Iñárritu- conversa con La Vanguardia por teléfono, sin prisas. Durante más de media hora hablamos de su libro y de los efectos secundarios del virus pero también de lo imprevisible de la vida, del amor como fuerza “caótica y subversiva”, de la censura de lo políticamente correcto…
¿Qué le inspira la situación que estamos viviendo?
Lo que me inspira es una reflexión sobre qué puede hacer la cultura en un momento tan crítico como éste. La cultura es un medio de identidad, de conocimiento y de reflexión. Y creo que puede ser no sólo un dique contra el miedo, la sospecha y el recelo sino también una vía para el encuentro, la generosidad y la solidaridad; un medio para compartir. En un momento de encierro y de angustia, la cultura en general y los libros en particular abren horizontes y esperanza.
La cultura es un dique contra el miedo y la sospecha, una vía para el encuentro y la solidaridad”
En este contexto y, más en concreto, ¿qué ofrece y busca con sus novelas?
Lo que siempre he querido es que mis libros sean una experiencia. Busco que mis historias conduzcan al lector a lugares que desconocía; que le haga palpitar el corazón, enojarse, reír… y repensar las cosas. Sobre todo, me gustaría que quien lea una novela mía encuentre algo propio que creía perdido. Que el libro le motive, le empuje a hacer algo. Que lo lleve a tomar decisiones sobre su vida a partir de lo que le ocurre a los personajes. No es poca cosa. Se trata de cambiar a la personas. Ésa es la intención. Cuando se escribe un libro, uno busca que tenga consecuencias. Que no se limite a entretener sino que provoque dudas o provoque certezas. Que impulse al lector a mirar en direcciones de sí mismo hacia las que no había mirado o no quería mirar. O bien que le reafirme en algo que había visto pero creía descartado.
¿Dónde pone el acento en el caso de Salvar el fuego?
La reflexiones y preguntas principales que se hacen los personajes son: ¿Esta es realmente mi vida, la vida que yo quise construirme? ¿O bien la edifiqué a partir de lo que los demás creían que debía ser? En definitiva, ¿es ésta mi vida o la vida que me programaron? Y, a partir de ahí, la esperanza de la novela radica en el retrato de unos seres que toman en sus manos las riendas de su vida. Dicen: ‘Este es el amor que yo quiero; quizá no es el más feliz ni el más satisfactorio, pero es el que deseo’. Hay momentos en que las personas tienen que decir: esto es mío, esto lo hago yo.
Estamos muy manipulados. Todo gira en torno a la certidumbre del trabajo, el miedo y el rechazo a la vejez y la muerte”
¿Cree que estamos especialmente manipulados hoy día?
Sí, estamos muy manipulados. La moral y la política se han infiltrado en el discurso cotidiano. Estamos muy politizados. Parece que todo tiene que girar en torno a lo políticamente correcto, a la certidumbre del trabajo, al miedo, al rechazo de la vejez y de la muerte. Estamos muy programados.
¿Cómo inciden esos miedos en nuestra reacción a esta pandemia?
La mayoría de las personas reaccionan por inercia. Para ellos el coronavirus será una simple interrupción. Después, volverán a la inercia. Aquellos que tengan más espíritu crítico verán esto como una oportunidad para replantearse la vida. Creo que van a ser una minoría. Ellos pensarán: ‘¿Qué sucede si de pronto, me contagio del virus, me tienen que poner un respirador y… se me acaba la vida? ¿Qué papel tiene la literatura en esta encrucijada? El arte ayuda a plantear todas estas preguntas. No debe dar respuestas, sino convertirse en un espejo ante el cual el lector o espectador se ve a sí mismo, encuentra partes de sí, y piensa: ‘Tengo que tomar este u otro camino’. O ‘debo insistir en esta vía’.
Con mis novelas busco que el lector se vea empujado a tomar decisiones sobre su vida”
En sus libros se aprecia un especial interés por lo imprevisible de la vida...
Sí. ¡Y quién me iba a decir a mí que tendría que cancelar la gira de un premio por una pandemia! ...
Esta pandemia no estaba en los cálculos de nadie. ¿La vida se define por lo imprevisto?
Sí. Lo imprevisto, las circunstancias. A mí siempre me obsesionó aquella sentencia de Ortega y Gasset, ‘Yo soy yo y mis circunstancias’. Porque es cierto que somos nuestras circunstancias, pero yo siempre he admirado y admiraré a quienes, a pesar de las circunstancias, no cambian la dirección en la que se estaban moviendo. Los que van adelante con todo y, aunque padezcan grandes contratiempos o enfermedades graves, no se detienen. Los que prefieren destruir su mundo o morir en la pobreza antes que ceder. Esos son los seres que me parecen interesantes. Por eso mi novela se titula Salvar el fuego. Como dijo Jean Cocteau cuando le preguntaron qué salvaría si su casa se quemara, hay que salvar el fuego. Eso es lo que me interesa: los personajes que están dispuestos a salvar el fuego.
Siempre admiré a quienes mantienen su rumbo a toda costa y prefieren destruir su mundo o morir en la pobreza antes que ceder”
La suya es también una novela de amor. ¿Hasta qué punto el amor es imprevisible o fortuito?
El amor está lejos de ser fortuito. Al contrario, es la decisión más grave que podemos tomar. Por amor se pueden destruir imperios. Toda la épica del sitio de Troya deriva de un problema amoroso. El amor es de lo más subversivo que hay. No en balde Freud, en El malestar en la cultura, habló de lo importante que para los sistemas contemporáneos es controlar el amor, más que el sexo. Se trata de una fuerza caótica. Por eso se intenta encauzarlo a través de la monogamia y la familia. Porque una vez que el amor prende… Se desata y puede crear una rebeldía profunda.
Lo que desde luego siempre intentaron controlar algunos gobiernos es la cultura, a veces antes que ninguna otra cosa. ¿Cree que sigue ocurriendo?
Con los gobiernos autoritarios, sí. Y hay tendencias moralistas que intentan controlar incluso el arte del pasado. No me refiero sólo a los gobiernos. Hablo de sectores de la sociedad. De movimientos que, por ejemplo, fuerzan la retirada de un cuadro en una universidad porque muestra animales muertos y eso ofende a los veganos. Lo mismo que ocurrió con las memorias de Woody Allen: una editorial decidió no publicarlas (en Estados Unidos) porque una parte de la sociedad le ha condenado aunque un tribunal le haya declarado inocente (de abusos sexuales). Se trata de controlar la creación, de controlar a los demás bajo el pretexto moral. Es muy fácil escudarse en las buenas intenciones para ejercer la intolerancia.
El amor es de lo más subversivo que hay. Por eso se le intenta encauzar, porque puede crear una rebeldía profunda”
Una parte de su libro transcurre en la frontera de México con Estados Unidos. ¿Sabe que en Europa estamos cerrando fronteras?
Si. En México cerrar la frontera significaría una disrupción completa de un ecosistema económico, social y político. No es fácil cerrar una frontera como se ha hecho en España. Porque es un territorio por sí mismo, prácticamente independiente de los dos países a los que separa. La que hay entre México y Estados Unidos es de las más transitadas del mundo, con un intercambio continuo. Niños mexicanos que estudian en el otro lado, estadounidenses que vienen a México a comprar medicinas o a ser atendidos en sus clínicas porque es más barato. Transporte de ganado, de piezas de todo tipo… Es un intercambio cotidiano enorme.
La novela también habla de desigualdades. ¿Estamos condenados a una gran desigualdad?
No lo creo. Lo que creo es que en su día adoptamos un sistema económico a partir de las posiciones de Thatcher, Reagan y Juan Pablo II, las cuales empujaron hacia una globalización y un proyecto neoliberal. Esa idea de Reagan de concentrar el capital para que las grandes corporaciones resultantes distribuyeran los beneficios era completamente falsa. Lo que tenemos es una concentración de la riqueza bestial. Es curioso cómo los dos países que con más ahínco impulsaron la globalización, Estados Unidos y Gran Bretaña, ahora se han rajado respecto a la apertura de fronteras.
Es muy fácil escudarse en las buenas intenciones para ejercer la intolerancia”
Después de Salvar el fuego, ¿en qué anda ahora?
Llevaba 70 páginas de mi próxima novela e iba completamente embalado cuando, a raíz del premio, me dije: ‘Espérate. Dale su espacio a Salvar el fuego (a su promoción)’. Porque a este libro le dediqué cuatro años y medio. Y, sinceramente, para mí el premio Alfaguara es más importante que un Oscar, sin por supuesto despreciar los Oscars (él estuvo nominado a uno por Babel en el 2207). Venero la literatura. Me considero fundamentalmente escritor. Cuando termine la promoción seguiré con esa otra novela, y además voy a dirigir una película y estoy produciendo la que iba a ser la primera película de la trilogía de Amores perros, A cielo abierto, que dirigirán mis hijos, Mariana y Santiago.