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Actores al otro lado del espejo

CULTURA/S

 Grandes actores se pasan a la dirección, un camino que han recorrido nombres destacados de los escenarios catalanes. Ahora Roger Casamajor, con el estreno de ‘Quatre dones i el sol’, se añade a la lista

Julio Manrique dirigió con éxito la versión teatral de la célebre novela de Mark Haddon ‘El curioso incidente del perro a medianoche’ 

Xavier Cervera / Archivo

Para muchos actores y actrices, la dirección de escena es como un imán. La mayoría se van acercando poco a poco a lo largo de su carrera hasta que se quedan enganchados (Sílvia Munt, David Selvas...). Y no son pocos los que cuelgan las botas de la interpretación para dedicarse solo a dirigir, todo y que la mayoría alternan las dos profesiones (Julio Manrique, Pau Roca, Abel Folk). También los hay que lo prueban durante una época y, más tarde, lo dejan correr (Josep Maria Pou). Siempre hay una primera vez, como le pasó a Clara Segura con La trena, y ahora, a Roger Casamajor, que, después de estrenarse como director en Andorra con Quatre dones i el sol, obra maestra de Jordi Pere Cerdà, la trae al Teatre Akadèmia de Barcelona.

Roger Casamajor se estrena en la dirección con 'Quatre dones i el sol' 

 

Las razones suelen ser comunes: aportar algo. “Dirigir era una idea que iba creciendo al tiempo que trabajaba con diferentes directores, de hacer las cosas de una manera o de otra, hasta que un día piensas que puedes ofrecer tu punto de vista”, asegura Casamajor. A menudo hace falta alguien que te dé una oportunidad y en su caso ha venido de casa, de la Escena Nacional de Andorra (ENA), que, en su primera producción propia, le propusieron que se lanzara. Y el actor, en el momento de escoger el texto, lo tuvo claro: Quatre dones i el sol.

'Quatre dones i el sol' 

Héctor Mas

Primero, porque había visto el texto de Cerdà montado por su mentor, Pere Tomàs, a principio de los años noventa en la misma ­Andorra. “Me golpeó muy fuerte”, dice. En segundo lugar, porque “habla mucho de la gente de montaña”, cosa que encontró adecuada para el contexto, para su estreno y el estreno del ENA. Por último, tenía ganas de rendir homenaje a su madre y esta pieza “habla mucho de mujeres”. La obra, además, está emparentada con Pedra de tartera, novela de Maria Barbal que el actor protagonizó, con Àurea Màrquez, en el TNC. Obras de montaña, femeninas y de gran potencia lírica.

Para hacer el trabajo, Casamajor ha buscado referencias en algunos de los directores con quienes ha trabajado, que no son pocos para un actor que hace veinticinco años que está encima del escenario y que ha compartido proyectos con casi todo el mundo. De Carme Portaceli, por ejemplo, ha tomado “el trabajo físico que hace antes de empezar los ensayos”. De Carlota Subirós, “el trabajo de ambientación, de enfocar a los personajes desde diferentes puntos de vista”. Y de Lluís Homar y de Xavier Albertí, cómo profundizan en el texto.

Dirigir es algo natural para muchos actores; nombres como Clint Eastwood o Jodie Foster lo han hecho en el cine

Cuando has estado en el otro lado, encima del escenario, defendiendo cada noche una función, apunta al actor, “entiendes las dificultades que hay en la interpretación”. Casamajor cree que los actores que dirigen tienen más paciencia y más armas para ofrecer al equipo, ya que “tú también lo has pasado, cuando tienes dificultades”. Él cree mucho en la sala de ensayo, “la sala del error”, el lugar donde nace todo.

Manrique vs. Pou. El paso que ha dado Casamajor es, podríamos decir, natural. Y lo mismo que, lejos de aquí, hicieron un día Clint Eastwood, Ben Affleck, Jodie Foster o Sofía Coppola en el cine. O, más cerca, Núria Espert, Sílvia Munt, Àngel Llàcer, Joel Joan, Julio Manrique e, incluso, Pere Arquillué o Lluís Soler. Intérpretes populares, con gran tirada de público, que deciden coger la batuta.

Julio Manrique es posiblemente el director de escena más solicitado de Catalunya 

Àlex Garcia / Archivo

Manrique se estrenó en el 2006 con Els boscos de David Mamet y, desde entonces, no ha parado de dirigir, hasta el punto de que, hoy día, lo vemos mucho más detrás del escenario que delante, aunque nunca ha dejado de actuar. Y no sería ninguna tontería afirmar que es el director más solicitado de Catalunya. Él mismo me decía que se puso a dirigir porque pensaba mucho en cómo haría las cosas si él encabezara la obra en la que estaba participando. Se daba cuenta de que ponía en cuestión las decisiones tomadas por el director o directora de turno: “Hasta que un día me dije a mí mismo: basta de palabrería, y si crees que las cosas se tendrían que hacer de manera diferente, hazlas”.

El actor y director cree esencial no dejar de interpretar. Por salud. En los últimos tiempos, suele participar en al menos una obra por año como actor. Y puede llegar a dirigir tres. En pocos meses, habremos visto Amèrica (La Villarroel), Animal negre tristesa (Sala Beckett) y L’adversari (Temporada Alta / Teatre Romea). Como intérprete, la temporada pasada estuvo en Oncle Vània (Temporada Alta / Teatre Lliure). A finales de febrero estará en Cost de vida (La Villarroel), una pieza de Martyna Majok dirigida por Pau Carrió. Es algo que se autoexige: “Tienes que ponerte el casco y salir allí, porque es como la primera línea de batalla”.

Josep Maria Pou fotografiado en la platea del teatro Romea 

David Airob / Archivo

El caso de Josep Maria Pou es casi el opuesto. Hace unos quince años, cuando le encargaron reabrir el Teatro Goya, parecía que dejaría de actuar para dedicarse casi exclusivamente a dirigir. Se había estrenado con La cabra, de Edward Albee. Y después vendría Celobert, de David Hare. Y muchas más, desde el éxito Els nois d’història, de Alan Bennett, a La vida por delante, de Romain Gary. Pero llegó la crisis y todas aquellas obras anglosajonas con tantos actores y actrices en escena se convirtieron en imposible. En el 2014 dirigió su última obra: Prendre partit, de Ronald Harwood.

Pou confiesa que se dio cuenta de que se estresaba mucho, que no disfrutaba tanto del trabajo como antes. Han sido pocos los montajes en los que no ha compaginado las tareas de actor y director. Y decidió abandonar la dirección para hacer solo lo que más le gusta del mundo: actuar. Pero si le pusieran enfrente un Leopoldstad, de Tom Stoppard, o un Inheritance, de Matthew Lopez, seguro que se lo pensaría. Piezas colosales, grandes éxitos en Londres y Nueva York, que no hay productor local que pueda soportarlas a nivel económico.

Pocas actrices. Sílvia Munt, por su parte, es de las pocas actrices que ha atravesado el espejo, aunque este país cuenta con una interesante tradición de mujeres que han sabido pasar de un lado a otro, de Núria Espert a Rosa Novell. No obstante, la directora de Desig o Eva contra Eva fue la primera mujer en dirigir en la Sala Grande del TNC, con Una comèdia espanyola (2009) de Yasmina Reza, y actualmente se dedica casi exclusivamente a mandar. Pero no le fue fácil: “En esta sociedad nuestra, cuesta mucho aceptar que una mujer que es actriz de golpe escriba, dirija y lo haga bien. Cuesta. Y te tienes que consolidar mucho tiempo para que empiecen a aceptarlo”. “Me gusta tanto dirigir que me importaba poco lo que me decían”, recuerda.

Sílvia Munt, actriz y hoy directora de teatro y cine 

Laura Guerrero / Archivo

Clara Segura es la última actriz popular que se lo ha jugado. Y ha firmado uno de los grandes éxitos de esta temporada con La trenna, la adaptación del best seller de Laetitia Colombani, que ha estado en el Teatro Goya de septiembre a diciembre. En su caso todo vino de las ganas de probarlo y de trabajar con Cristina Genebat y Marta Marco, con quien había registrado otro éxito, Les noies de Mossbank Road. Las tres como actrices al servicio, precisamente, de Munt.

Las más jóvenes empiezan a atreverse más. De Marta Aran a Carla Rovira, ya no es tan extraño encontrar actrices que cogen las riendas de las funciones. En ambos casos, también escriben. Pasa, sin embargo, que las profesionales del teatro disponen de pocos referentes femeninos en puestos de mando. Mayores de cincuenta años, Carol López, Magda Puyo, Lurdes Barba, Portaceli y poco más. Por debajo, muchas más, aunque a menudo más en proyectos pequeños.

El peso de la popularidad. Ser un actor o una actriz famoso, a pesar de lo que podría parecer de entrada, no es garantía de nada. Quizás es más fácil empezar y decir: esta la hago yo. Pero después... Pere Arquillué, por ejemplo, se estrenó como director en el 2018 con Audiència & Vernissatge, dos obras cortas de Václav Havel, pero no ha podido sacar adelante ningún nuevo proyecto, aunque tiene un cajón lleno de textos que le gustaría dirigir. “Si salgo yo, ningún problema, pero si no, todo son dificultades”, me dice.

David Selvas, actor y director 

Xavier Cervera / Archivo

Lluís Soler, por ejemplo, hizo un intento en el 2014 con Pensaments secrets, de David Lodge, en la Sala Muntaner. Y no ha repetido experiencia. Son bastantes los que lo prueban alguna vez y multitud los que no vuelven. Aun así, podríamos decir que si a principios de siglo XXI vivimos el fenómeno de los dramaturgos que también dirigían sus obras, cosa que hoy se ha convertido en lo más normal del mundo, la época actual es la de los intérpretes que también dirigen. O el retorno al artista total, que interpreta, dirige y escribe, como en los tiempos de Shakespeare o Molière. Quizá no siempre de manera simultánea, pero sí con la capacidad de hacerlo todo. Iván Morales, Marta Aran o Pau Miró son algunos de los que lo han hecho.

Ser un actor o actriz famoso no es garantía de nada; quizá es más fácil empezar y decir: esta la hago yo. Pero después...

Las combinaciones son múltiples e inesperadas. Pero si le preguntas a una actriz o un actor si tiene ganas de dirigir, por regla general te responde que sí, siempre desde el respeto hacia los directores puros y consciente del reto. El camino suele ser el de Casamajor, acompañarse de una pieza que admiras, que dominas. Obras personales, próximas, que conocen a fondo. Ivan Benet, por ejemplo, se estrenó como dramaturgo en el 2014 con Informe per a una acadèmia. Más tarde, escribió y codirigió La lleugeresa i altres cançons. Y en el 2021 ya dirigió su primer montaje en solitario, La dona del tercer segona, de Víctor Borràs, en la Sala Atrium.

Cuando has estado en el otro lado, encima del escenario, “entiendes las dificultades de la interpretación”

Hace solo 150 años que existe la figura del director de escena. Antes, las obras se levantaban de manera colectiva entre ­actores y actrices. Y hoy, aunque la dirección y la interpretación sean dos carreras diferentes, están las dos ligadas de ma­nera tan íntima en el teatro que se hace en la actualidad, que no es nada extraños que los caminos sean de doble sentido. No ­se trata solamente de actores y actrices que cambian de bando, sino que también vemos casos de directores, también dramaturgos, que se suben al escenario, de Wajdi Mouawad o Tiago Rodrigues al mismo Àlex Rigola.