“ Que ano mais sem critério / esse de 73 / Levou para o cemitério / três Pablos de uma só vez ” (Qué año tan sin criterio / este del 73/ que se llevó al cementerio / a tres Pablos a la vez). Son versos del músico y poeta brasileño Vinicius de Moraes, escritos a modo de lamento y homenaje por la muerte de Picasso (8 de abril), Neruda (23 de septiembre) y Casals (22 de octubre). Año sin criterio, dice, por aquellas tres muertes, pero también por ser aquel 1973 un año convulso –aunque a su manera quizás todos lo son–, especialmente para los latinoamericanos que en septiembre habían visto caer el gobierno izquierdista de Salvador Allende en Chile, aplastado por el golpe de estado comandado por el general Pinochet.
Pero si algo muestran los versos de Vinicius de Moraes es sobre todo que entre aquellos tres artistas fallecidos, un pintor, un músico, un poeta, existía algún tipo de conexión que tenía que ver, seguro, con algo más que sus nombres de pila. Tres Pablos, sí, pero no solo eso; tres artistas que cada uno en su mundo de creación habían logrado cotas de excelencia al alcance de pocos. Tres artistas que habían recibido un reconocimiento popular como pocos (en un mundo, cabe añadir, en el que la popularidad era algo distinto a lo de hoy; un mundo en el que la popularidad tenía que ver sobre todo con el valor cultural de la obra realizada, no con su valor dinerario, o su número de likes en un móvil). Tres artistas, también, que expresaron repetidamente su compromiso cívico y político tanto con la palabra como con sus actos y obras.
En este sentido, puede decirse que la guerra civil española fue un hecho determinante en sus vidas. Para Casals y Picasso, el exilio definitivo. Para Neruda, el abandono forzado de su puesto como cónsul en Barcelona y Madrid. Para los tres, la reafirmación de su compromiso político, expresado con firmeza desde entonces. Frente a los sublevados en España primero, ante el nazismo y el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial. Con los exiliados. Un compromiso que cada uno de ellos expresó a su manera. Neruda y Picasso con la militancia incluso en el Partido Comunista (más fervorosa la del poeta, más distante la del pintor). Casals sobre todo a través de su compromiso con las Naciones Unidas.
Fueron los tres Pablos tres grandes creadores, populares y con un firme compromiso con su tiempo
En tiempos de la Guerra Fría, fue sobre todo el compromiso con la causa de la paz lo que más conectó a estos tres artistas. En 1948, Picasso acudió al Congreso Mundial de Intelectuales por la Paz, en Polonia, un encuentro con el apoyo de los países comunistas pero en el que estuvieron artistas, escritores o científicos de todo el mundo. Neruda no pudo asistir pues en aquellos días se encontraba perseguido en Chile. “Tengo un amigo –dijo entonces el pintor– que debería estar aquí, un amigo que es uno de los mejores hombres que haya conocido. No es solamente el más grande poeta de su país, Chile, sino también el más grande poeta de la lengua española y uno de los más grandes poetas del mundo: es Pablo Neruda”.
De los orígenes de esta amistad no hay datos concluyentes, pero sí algunos relatos que fijan su primer encuentro precisamente en tiempos de la Guerra Civil, en París, concretamente en un acto en enero de 1937 de homenaje a Federico García Lorca, el poeta asesinado en Granada unos meses antes. 1937 fue precisamente el año en que Picasso realizó los grabados Sueño y mentira de Franco y pintó el Gernika . Neruda publicó España en el corazón , un poemario en solidaridad con los republicanos españoles.
Pau Casals también marchó a París tras la caída de la República, con la que desde el principio había mostrado su compromiso. Como los otros dos Pablos, conocía la capital francesa de estancias anteriores, sobre todo en su juventud. Pero la ocupación nazi le llevará a instalarse en Prada de Conflent. Desde 1933, el violonchelista se había negado a tocar en Alemania por el ascenso de Adolf Hitler al poder. No iba a volver a tocar allí mientras “su vida musical no sea libre”. Prada es para Casals el inicio de un largo exilio durante el que su dedicación a la música se acompaña de una especial atención en la ayuda a los exiliados de la república.
Tal vez, a la vista de las trayectorias públicas de estos tres Pablos, la pregunta pertinente hoy sea ¿quiénes son los Pablos del siglo XXI? Y cuesta dar con la respuesta. Quizás solo en el mundo de los poetas y los escritores se da esa comunión del artista y su compromiso, cívico, político. Se nos ocurre sobre todo algún nombre de mujer: Svetlana Aleksiévich, Liudmila Ulítskaya… Pero ¿dónde está hoy, en este nuevo siglo de crisis y guerra, algo parecido a un congreso de intelectuales y artistas por la paz? ¿Y los músicos? ¿Y los pintores? ¿Dónde están, más allá de las galerías donde cuelgan sus cuadros? ¿Dónde se les oye, más allá de las salas de concierto? ¿O tal vez basta con que hablen por sus obras…?
¿Quiénes son los Pablos del siglo XXI?
Quizás solo entre poetas y escritores se da esa comunión del artista y su compromiso
Es cierto que en este siglo XXI han cambiado mucho las cosas. Entre otras, el escrutinio minucioso al que se somete cualquier intervención pública de cualquiera, más si es alguien con cierto reconocimiento por su actividad profesional. La cancelación está a la vuelta de la esquina, no siempre practicada con acierto. Precisamente, si de cancelación y de los tres Pablos se trata, ¿cómo se hubiera juzgado hoy su relación con las mujeres? Músico, pintor y poeta tuvieron varias relaciones y matrimonios, algunos –Picasso y Casals– con mujeres mucho más jóvenes que ellos. Picasso, medio siglo después de muerto, está de hecho ya recibiendo señales de cancelación por su misoginia, por ignorar el valor artístico de algunas de sus mujeres, y por su relación con una menor de edad. “El #MeToo ajusta cuentas con Picasso”, tituló este periódico hace seis meses a propósito de la acción en el Museu Picasso de Barcelona de unas estudiantes de Arte que denunciaban el maltrato del artista a Dora Maar. Y también es difícil pensar que elogios a dictadores como Stalin –ahí pecó no solo Picasso, también Neruda– fueran hoy dejados pasar sin castigo.
Entonces, ¿qué hacemos con sus obras? ¿Descolgamos los cuadros de los museos, dejamos de leer sus libros, de escuchar su música?
Porque los cierto es también que los tres Pablos son, en lo artístico, autores de obras realmente memorables. Memorables porque en los tres casos han logrado traspasar las barreras que a veces separan lo popular de lo elitista. Y porque sus obras contribuyeron, en los tres casos, a hacer avanzar el arte de su tiempo. Casals cambió la manera de tocar el violonchelo y la percepción de este instrumento. (“Pau Casals es el Picasso musical del siglo XX”, dijo en una ocasión otro grande de la música, el director indio Zubin Mehta, estableciendo una conexión más entre los dos artistas). Y de Picasso, ¿alguien duda de que es uno de los más grandes artistas plásticos del siglo XX, de la historia incluso? O de Neruda, más allá de su premio Nobel, recibido en 1971, ¿de cuántos poetas podemos recordar unos versos? Por ejemplo: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”...
Sea como sea, y aunque habrá este año otros aniversarios a celebrar, el de los tres Pablos debería servir no para recuperarlos, o recordarlos, sino para repensarlos. Para seguir poniendo en valor su obra y sus vidas, sin ocultar sus sombras, pero sin apagar tampoco sus luces. Juntos pero no revueltos.
Sus vidas también tienen sus sombras, que a veces parecen conducirlos a ser objeto de la cancelación
De los tres Pablos, solo Neruda murió en el país en el que había nacido, y aun así lo hizo en una suerte de exilio interior, al que, ya enfermo, se vio impelido tras el golpe de estado pinochetista. Hoy sus restos reposan en Isla Negra, donde se encuentra la que fue su casa. Casals murió en Puerto Rico; seis años más tarde sus restos fueron trasladados la cementerio de El Vendrell (Tarragona) donde había nacido. Picasso, malagueño, murió en Francia y allí sigue, enterrado en los jardines del castillo de Vauvenargues, una de sus propiedades. Pero seguramente lo importante no es tanto dónde están enterrados sino la universalidad de sus obras.
Y para terminar, otros versos también cantados por otro músico poeta, en este caso Alberto Cortez: “Eran tres y se fueron los tres.../ nos quedamos sin Pablos en el mundo/ y lo bello, sin ellos, moribundo.../ ¡qué va a ser de nosotros... qué va a ser!”.
El artista y su obra
GERNIKA
Imposible encerrar en una sola obra al hombre que pintó miles a lo largo de sus diversas épocas. Desde sus trabajos de juventud y la época azul a sus últimos años, pasando, cómo no, por el cubismo, o por sus trabajos en esculturas, cerámica, grabado... Pero como casi todos los genios del arte –Leonardo y su Mona Lisa, Miguel Ángel y la Capilla Sixtina, Beethoven y su Novena Sinfonía...–, Picasso tiene también su obra de referencia, que no es otra que el Gernika, encargo del gobierno de la República para ser expuesta en el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París de 1937.
El Gernika le representa porque ningún otro de sus cuadros tiene una historia semejante, incluida la prohibición de que la obra viajara a España mientras Franco siguiera vivo. Pero le representa también como artista, aunque se trate de una obra ya de absoluta madurez del pintor –pues la realizó con cincuenta y cinco años–, lejos ya los tiempos de los vanguardismos. Le representa como artista, pero no solo.
EL CANT DELS OCELLS
El nombre de Pau Casals va indefectiblemente unido a El cant dels ocells, que no es una composición suya sino una canción tradicional catalana. Hecho que no es extraño si tenemos en cuenta que el músico destacó especialmente por su excelencia como intérprete de violonchelo. Con su instrumento, El cant dels ocells sonó en las Naciones Unidas o en la Casa Blanca. Pero Casals no era solo un intérprete. Dirigía y también componía. Y de uno u otro modo sus obras han acabado ligadas al concepto de la paz, una de sus obsesiones. Así el oratorio El pessebre (1960); o la pieza que escribió por encargo de la ONU y que, aun sin tener el reconocimiento oficial, es conocida como el Himno de las Naciones Unidas, al que puso letra el poeta británico W.H. Auden.
CANTO GENERAL
De los tres Pablos, el chileno Neruda es el que murió más joven, a los 69 años (Casals y Picasso eran ya nonagenarios, 96 y 91 años respectivamente), pero eso no le impidió dejar escrita una importante obra, que a lo largo de los años pasó por diversos momentos estilísticos, del modernismo al surrealismo o el realismo socialista. Un viaje poético que dejó obras tan conocidas como los Veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924) o Residencia en la Tierra (1925-1935). Y dejó también unas memorias, que recorren su vida hasta prácticamente los últimos días, Confieso que he vivido (1974, publicadas póstumamente). Pero seguramente la obra que más le representa sea Canto general (1950), un poemario que a lo largo de quince cantos y más de quince mil versos recoge una épica historia de América desde los tiempos anteriores al descubrimiento colombino. Porque a pesar de pasar buena parte de su vida viajando por el mundo como diplomático, Neruda fue ante todo un gran poeta americano.