El Museu del Joguet de Catalunya-Figueres no es un museo convencional, con todos los juguetes alineados por épocas o fabricantes. Su creador, Josep M. Joan i Rosa, lo ha organizado como los niños (ordenados) organizan los juguetes en el armario donde los guardan: aquí todas las pelotas, allí todas las muñecas, aquí todos los coches, allá todos los trenes.
En el otro piso, los juguetes de lata, el cine Nic y el juego de la oca. Es un museo muy lleno de cosas y produce una gran impresión cuando paseas por él: el primer vistazo escenográfico y, a la segunda o la tercera visita, descubrir las conexiones entre las piezas. Puedes pasarte horas frente a las vitrinas y siempre encuentras pequeños detalles inadvertidos.
Los juguetes que adquieren vida
“Qué mayor prodigio que este: ¿una pelota?... Tira el niño una pelota contra la pared, y la pared se la devuelve. Observen que, con esto solo, la pared, algo tan inerte, tan rígido, viene a vivificarse en una suerte de animación mitológica, y entra en el juego, y se convierte en contendiente del niño, y —¡amable milagro!— los dos juegan...”
EUGENI D'ORS
Joguines
La Veu de Catalunya, 5 de enero de 1906
Además, no se limita a los juegos de niños. Parte de la idea que los juguetes interesan a los chavales pero que también –¡y mucho!– a los niños mayores. Estos niños mayores son unos señores y señoras que han mantenido un vínculo directo con la infancia. Son juguetones, curiosos, les gusta tocarlo todo, sentarse en el suelo, ir abriendo cajas y sacando piezas. En su actividad cotidiana introducen charadas y bromas que hacen la vida más amena.
En esta categoría de niños mayores podríamos incluir a muchos escritores y escritoras. Hasta ahora no existía ningún libro que pusiera en contacto lo que han escrito –sobre los juguetes de cuando eran chicos, sobre los juguetes de sus hijos y sobre otros juguetes– con las piezas de colección. Establecer este tipo de relaciones es también un juego y un gran ejercicio de imaginación porque, en general, los escritores no van por ahí pregonando: “¡Atención, que voy a hablar de juguetes!” Has de rastrear con paciencia.
Brossa y Espriu, que no hacían buenas migas, son los dos autores catalanes que más hablan de juguetes
Cuando encuentras un buen texto, hay premio. Por ejemplo, en El quadern gris , Josep Pla cuenta que de chico, en Palafrugell, jugaba a curas. Es un juego que se ha perdido pero que tuvo mucho éxito en las primeras décadas del siglo XX. En el Museu del Joguet se exponen muchas fotografías de artistas y gente conocida con sus juguetes y uno de los que aparece jugando a ser cura es el pintor Frederic Amat.
La periodista Irene Polo escribió sobre el incendio de los almacenes El Siglo, en la Rambla de Barcelona, el día de Navidad de 1932. Los escaparates estaban llenos de muñecas. Polo se dedicó a recoger el sentimiento de los pequeños, habló con las niñas, con las madres e incluso con un bombero que le relató una escena de película: las llamas consumían El Siglo, y una muñeca de esas que hablan dijo ¡mamá! Qué ilusión encontrar un texto así.
El incendio de El Siglo por Irene Polo
“Cuando oyeron a los vecinos que gritaban: ‘¡El Siglo se quema! ¡El Siglo arde por los cuatro costados!’, mientras subían a la azotea, para ver la humareda, lanzó un chillido: ‘Mamá, ¿y las muñecas? ¿No salvarán los bomberos a las muñecas?’ ‘Claro que no, hija mía’, le respondí. ‘¡Menudo trabajo iban a tener!’ ¡Dios mío, lo que le dije! Se sentó en una silla del comedor y no paraba de llorar. No quiso almorzar y mi marido comprobó que tenía fiebre. La metimos en la cama, y ahí la tiene, que cuando se acuerda de las muñecas muertas de El Siglo, a las que tanto quería, todavía llora...”
IRENE POLO
(Després de la foguera d’El Siglo) Víctimes inèdites
La Rambla (esport i ciutadania), 2 de enero de 1933
De la recopilación de textos (Arquimbau, Benet i Jornet, Aurora y Prudenci Bertrana, Brossa, Calders, Víctor Català, Carner, Capmany, D’Ors, Espriu, Fontseré, Marçal, Perucho, Terenci..., ¡hasta cuarenta y ocho autores clásicos del siglo XX!) se pueden sacar algunas conclusiones. Una: algunos autores son más juguetones que otros y las cosas no siempre son lo que parecen.
Salvador Espriu y Joan Brossa no hacían buenas migas, es algo sabido. Días atrás, el amigo Agustí Pons, con quien compartí hace muchos años la redacción del diario Avui, me contaba que cuando Brossa le telefoneaba a la redacción decía: “Sóc Salvador Espriu”. Agustí, algo molesto, le respondía: “Per què ho fa això?”. “És per veure si així em feu cas”. Espriu tenía una letra minúscula y cuando se hablaba de la posibilidad de que le otorgasen el premio Nobel, Brossa propuso en una entrevista que le dieran el premio Nobel de Caligrafía.
El juego de la oca
Me sale un número que me obliga
a situarme sobre una oca.
Vuelvo a tirar.
Laberinto. Pago cinco puntos.
19. Posada. Pago tres puntos y descanso dos jugadas.
Es de todos conocido el éxito conseguido por el juego de la oca.
Llego segundo al número 63.
JOAN BROSSA
El joc de l’oca
Em va fer Joan Brossa, 1950
Pues bien: Brossa y Espriu son los dos escritores catalanes que más hablan de juguetes. Espriu escribió sobre las figuras del belén, sobre un soldadito de plomo y sobre el mago Sembobitis, uno de los personajes del famoso Teatro de los Niños que editaban en Barcelona C.B. Nualart, I.G. Seix i Barral Hermanos.
El Teatro de los Niños que fue de Joan Brossa es una de las piezas destacadas del Museu del Joguet de Catalunya-Figueres que, además, conserva su colección de juegos de magia, y todos los juguetes de Agapito Borrás de Mataró, que Brossa tenía de pequeño. Según cuenta en el libro de Lluís Permanyer Brossa x Brossa. Records (1999), su padre preparó unas matrices para fabricar las fichas de un juego de lotería. Borrás no le retribuía el trabajo y, al final, le pagó en especias. El niño Brossa tuvo una alegría inmensa. Muchos años después dedicó un poema a uno de aquellos juguetes de regalo: el juego de la oca.
El Teatro de los Niños
“Decorados de una magnificencia inusual, ejecutados con arte primoroso, con elementos que habrían envidiado los más reputados coliseos. Ambientes que llevaban nuestra imaginación a sus extremos: la Venecia de los Dogos, el Egipto faraónico, los bosques de Andersen, incluso el fondo del mar primorosamente solucionado con gasas superpuestas, todo contribuía a hacernos comulgar con la magia atribuida al teatro. Y en este nuestro Nunca Jamás particular Papitu (Josep M. Benet i Jornet) y yo descubrimos la posibilidad de la creación literaria.”
TERENCI MOIX
El beso de Peter Pan, 1993
Otro aspecto a remarcar es la relación de las escritoras con las muñecas. No quiero decir que no existan textos amables, dedicados a las muñecas queridas, pero los que más se ven hablan de muñecas maltratadas y abandonadas. En uno de los Vint-i-dos contes (1958), El bany , Mercè Rodoreda cuenta una historia ambientada en la torre del su abuelo en Sant Gervasi. A la protagonista le regalan una muñeca. Pero le gusta más a su amigo Felipet que a ella. Juegan a bañarla y mientras están en ello los llaman para la merienda. Cuando regresan a buscar la muñeca a la bañera, el cartón se ha desintegrado, sólo queda la cabeza de porcelana que ha perdido el pelo.
Las muñecas Lenci
“1934. Julio. Un día cualquiera, a las nueve de la noche,
en la terraza de un café de la Plaza de Catalunya.
Ella es una chica rubia. De un rubio de azúcar candi. Tiene la carne aterciopelada como un melocotón y los ojos azul celeste.
Siempre ríe y, cuando ríe, cierra los ojos. Pero cuando se pone seria da más risa que al reír. No sabe reír. Espabila los ojos y entonces su cara parece una reproducción de una muñeca Lenci.
Tiene un aire infantil que es natural, hasta cierto punto, porque debe tener veinte años y gracias.”
ROSA M. ARQUIMBAU
Història d’una noia i vint braçalets, 1934
Este texto encaja de primera con un fragmento del Mosaic III. Impressions literàries sobre temes domèstics (1946) de Víctor Català. Quiso bautizar a su primera muñeca, le tiró un vasito de agua por la cabeza y quedó echa una desgracia. Tal vez porque las mujeres han sido comparadas demasiadas veces –reducidas, podríamos decir– con muñecas decorativas, encontramos esta reacción por parte de dos escritoras que fueron siempre tan independientes.
Los roles femeninos: kits de enfermera, aspiradoras, y los vestidos sexy de las primeras Barbie
Para reforzar la teoría contamos con un texto de Rosa Maria Arquimbau, de la novela Història d’una noia i vint braçalets (1934), en el que la protagonista, Cri-Cri, se comporta como una niña y parece una muñeca de la marca Lenci. Otro texto, sensacional, procede de Refer la memòria. Dietaris complets (2014) del arquitecto Oriol Bohigas. Recuerda la historia de la niña prodigio de los años treinta Giocasta K. Corma, que fue una gran concertista de piano. Un día, tras una actuación ante el rey de España, le regalaron una muñeca tan alta como ella. La madre de Giocasta la llevaba a actuar –dice Bohigas– vestida como una muñeca Lenci, incluso de mayorcita.
El tiburón de Ibi
“Muy cerca de aquí, en la vecina Foia
de Castalla, Ibi y Onil trabajan para los Reyes Magos; Xixona,
para las mesas de Navidad.”
JOAN FUSTER
Viatge pel País Valencià, 1971
¿Pueden ustedes creer que en toda la obra de Montserrat Roig no aparece ningún juguete? ¿Y que en los dos libros de memorias de Maria Aurèlia Capmany, tampoco? Capmany recuerda que asistía a una escuela en la que se aplicaba el método Montessori, y mientras en clase utilizaban unos libros infantiles, sencillos, para aprender sonidos y sílabas, ella leía a escondidas los libros que encontraba por casa. Tenía ganas de ser mayor. Uno de los artículos de la antología Som una ganga. Textos feministes, de Montserrat Roig, tal vez pueda dar la clave de lo que pasa.
Josep Pla juega a curas
“Como muchas personas de familia católica y de casa más o menos boyante de mi tiempo, he jugado, de niño, a decir misa y a curas. Estos juegos se producían en este mismo desván, los días de lluvia concretamente. Recuerdo que un pequeño compañero que venía a jugar con nosotros tenía una cierta habilidad cortando casullas con las amplias páginas de Las Noticias. Busco, entre los cachivaches tan bien estibados bajo el tejado, si queda algún rastro de los juegos antiguos y no encuentro nada. ¿Qué debió pasar con el pequeño altar de madera, dorado, con hilitos blancos, que me trajeron los Reyes? No recuerdo si aquellos viejos juegos clericales nos gustaban o no. Producían, en todo caso, un determinado efecto en algunos espíritus, y un día oí a una criada de la casa decir a una amiga suya:
—A estos niños les dan todos los gustos: quieren un tabal,
tienen un tabal; quieren una trompeta, tienen una trompeta; quieren decir misa, dicen misa...
He pasado la tarde pensando en estas cosas. Otra tarde perdida irremediablemente.”
JOSEP PLA
El quadern gris, 1966
Las mujeres somos una ganga –afirma Montserrat Roig–. Trabajamos y, además, somos sexys, nos ocupamos de las tareas de casa y de cuidar a los hijos. Cuántos juguetes encontramos que proyectan esos roles: desde kits de enfermera a batidoras, aspiradores, cocinitas, sin olvidar los vestidos insinuantes de las primeras Barbie (en el Museu del Joguet se puede contemplar un vestido que parece de lamé y un abrigo a juego con el cuello de piel, de la primera colección de Barbie, de los años cincuenta).
El Meccano de Robert Saladrigas
“Lo que más le gustaba era el Meccano. Tenía las tres primeras cajas del 00 al número 1. Las sacó las tres. Si algún día se aburría, se podía pasar horas enteras construyendo cualquier cosa.
También sacó las pistolas del oeste. Cargó con todo
y ¡para la maleta!
—¿Todo esto? —dijo su madre—. ¡Ni pensarlo! En la maleta, no caben tantas cosas.
—Lo llevaré en la mano, como un paquete.
—Sí, hombre, lo que faltaba. Con lo despistado que eres.”
ROBERT SALADRIGAS
Entre juliol i setembre,1967
Los padres que tienen niños y niñas afirman –y se ha convertido en un tópico– que las niñas se hacen mayores antes que los niños, que llegan (o llegaban) a la adolescencia y todavía juegan como niños. Pere Calders quizás es el caso más característico. Cuando empecé a circular en el mundo literario se contaban muchas anécdotas. Por ejemplo que, una vez que tuvo invitados a cenar, se entretuvo a coser el dobladillo de las mangas de los abrigos, de manera que en el momento de despedirse los invitados no podían pasar la mano. Verdad o mentira, Calders se pasó la vida jugando sin necesidad de juguetes caros.
En el cuento Raspall, de Cròniques de la veritat oculta (1955), narra la historia de un niño que arrastra un cepillo como si fuera un perro. Llega a crear una ilusión tan completa que incluso la familia de la criatura oye ladrar al chucho. Es uno de los juguetes que adquieren vida. El otro es la pelota que el niño lanza contra la pared, la pared se la devuelve. ¡La pared juega! –dice Eugeni d’Ors en una glosa de 1906–. Este mundo de escritores y juguetes da para mucho y espero que a raíz de esta primera selección aparezcan muchos más textos que nos hagan reír y pensar.
Libro y exposiciones
Joguets i escriptors es un proyecto del Museu del Joguet de Catalunya-Figueres y Biblioteques de Barcelona con el soporte de la Institució de les Lletres Catalanes y la Diputació de Girona. El Ajuntament de Barcelona ha editado el libro. La Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona y el museo de Figueres presentarán dos exposiciones complementarias a partir del 20 y del 27 de octubre.