Los libros de Rutu Modan se mueven entre dos planos. En el primero hay una atractiva trama que atrapa al lector, porque ella es una hábil narradora. En el segundo hay una historia que va tomando cuerpo hasta convertirse en lo que de verdad da hondura a sus novelas gráficas. Dicho de otra manera, en sus obras hay algo subterráneo, latente, que luego asciende a la superficie. El término subterráneo viene al caso más que nunca en su último cómic: Túneles, que publica en castellano Salamandra Graphic (con traducción del hebreo de Ayeleth Nirpaz) y en catalán Finestres (con traducción de Eulàlia Sariola).
Túneles es la historia de dos hermanos, hijos de un prestigioso arqueólogo ahora aquejado de demencia. Su hija Nili quiere terminar el sueño de su padre, encontrar la mítica Arca de la Alianza que, según la Biblia, contenía las tablas de la ley con los diez mandamientos. Es su manera de conseguir el reconocimiento de su padre y también el suyo propio, pues se convertiría en su verdadera sucesora. Su hermano, identificado siempre con el apellido Broshi, persigue el mismo objetivo pero ayudando al arqueólogo que rivalizó con su padre.
Una tableta cuneiforme con una misteriosa inscripción les abrirá el camino hacia la búsqueda de la Arca. Ahí empieza la aventura. Una historia con delicados toques de humor en la que se suman personajes más y más pintorescos. Modan añade intérpretes en el reparto sin perder jamás el control de la historia y sabe darles una personalidad atractiva y diferenciada que contribuye al encanto que proporciona esta lectura de casi 300 páginas, que se leen de un tirón.
Otro atractivo del libro tiene que ver con la claridad estética y narrativa de estas páginas, que remite a las lecciones aprendidas en los álbumes de Tintín. Túneles presenta un dibujo ejecutado con una línea de contorno de grueso e invariable (como en los dibujos de Hergé), una composición de página muy regular y un color plano destinado a facilitar la lectura. Es una especie de línea clara posmoderna. Incluso temáticamente podemos encontrar conexiones entre este Túneles y el díptico encabezado por El secreto del Unicornio, donde Tintín y Haddock parten al encuentro de un tesoro desaparecido siglos atrás.
La búsqueda de la alianza invita también a examinar posibles conexiones con la famosa película de Indiana Jones, pero las coincidencias acaban aquí. La aventura de Túneles es más pausada y, sobre todo, mucho más sugerente. Los personajes, encerrados cada uno en sus propias convicciones, parecen incapaces de salir de sus propios y metafóricos túneles. Hay que buscar conexiones entre ellos, como en los túneles (reales) que se excavan en este cómic. Pero es difícil colaborar. Hay barreras que lo impiden: personales, culturales, religiosas o ideológicas. Y es aquí donde aparece el segundo y rico plano de esta historia que mezcla aventura y sátira política
Como telón de fondo de este álbum aflora la compleja situación entre Israel y Palestina. O como escribe Modan en un esclarecedor epílogo: “Los borrascosos sucesos políticos del entorno” que impiden a estos personajes “dedicarse sin preocupaciones a lo que más les gusta”. Túneles evoca tanto la problemática de los territorios ocupados como la desconfianza entre ambos pueblos. Esto último subyace en todo el relato hasta el punto de que la obra podría leerse incluso como una llamada a trabajar juntos para conseguir objetivos compartidos. Como esos dos hermanos protagonistas del libro que tampoco logran trabajar juntos. Como si Modan quisiera trazar un paralelismo entre sus vidas y la historia de israelíes y palestinos.
La claridad de estas páginas evoca la línea clara de los álbumes de Tintín
Rutu Modan (Tel Aviv, 1966) se dio a conocer en 2007 con la novela gráfica Metralla, en donde combina una historia de amor con el atentado real que sufrió un autobús israelí y el resultado acaba siendo un gran ejemplo de reportaje en forma de cómic. Luego siguió en 2013 con La propiedad, un relato sobre los secretos olvidados de una familia y la distancia que separa los jóvenes israelíes con la generación que sobrevivió al Holocausto. Como se observa, las obras de la autora siempre esconden un poso (subterráneo) que las hace más densas de lo que a primera vista puede parecer. En Túneles, el estilo gráfico de Modan se aleja del realismo casi fotográfico de álbumes anteriores y opta por un dibujo menos realista que lo acerca, todavía más, a la estética de Tintín.
El apunte
La larga sombra de Hergé
En los álbumes de Tintín no hay sombras. Es una de las reglas de la línea clara. Pero la influencia de su creador, Hergé, es enorme en la historia de la historieta. La influencia sobre su Bélgica natal, primero, y sobre Francia y el resto de Europa es de sobras conocida. Empezó con la publicación del primer álbum del reportero, en 1930, y siguió en la década de los ochenta cuando autores como Swarte, Floc’h o Torres lo reivindicaron bajo el prisma de una nueva modernidad. Fuera de nuestro continente, las obras del norteamericano Charles Burns –un inesperado cruce entre las pesadillas de David Lynch y la estética tranquila de Hergé– o las de Rutu Modan en Israel, demuestran que la influencia del padre de Tintín tanto en las soluciones estéticas como en términos de eficacia narrativa sigue bien vigente. Y lo mejor, en ambos casos, es que eso no supone un triste ejercicio de imitación sino una sabia reinterpretación y actualización de sus códigos.