Los lectores de Albert Camus ya conocían sus carnets , una suerte de diario en el que el escritor va dando forma, desde la intimidad, a lo que luego serán sus grandes obras. Se trata de nueve cuadernos que abarcan desde mayo de 1935 –cuando aún vive en Argelia– hasta diciembre de 1959 –poco antes de morir en accidente de coche–. Pero lo que ha hecho ahora la editorial Debate, bajo el título de Vivir la lucidez , es reunirlos todos en un único volumen, incorporando un riguroso aparato de notas, provenientes de las sucesivas ediciones francesas. Así, seguimos, como si todo perteneciera a un hilo de continuidad trazado de antemano, una trayectoria que no siempre pasa por el prestigio que luego tendrá el autor de El extranjero o El hombre rebelde .
Recibe los honores del Nobel disimulando los ataques de pánico que sufre desde que todo el mundo habla de él
Es asombroso comprobar cómo en las primeras anotaciones de sus carnets –cuando es un veinteañero en busca de una voz literaria–ya asoman algunas de las ideas que perseguirá a lo largo de los años. Nos dice, muy temprano, que “la obra es una confesión”, y nos habla de la madre y de la pobreza –temas centrales en Camus– para, inmediatamente después, citar a Grenier, el profesor de instituto que le introduce en la filosofía, y que le anima a leer a Nietzsche. “No se piensa sino por imágenes. Si quieres ser filósofo, escribe novelas”, afirma para sí mismo, y se pregunta sobre cómo “mezclar los dos géneros” para “escribir algún día un libro” que dé sentido a todo lo que ahora solo es una intuición.
Las muchas vidas de María Casares
La niña que tiene que abandonar Galicia cuando su padre, Santiago Casares Quiroga, último jefe de gabinete de la República, se ve en peligro de muerte. La adolescente que trata, ya en la ciudad de París, de que nadie descubra su acento español, e insiste hasta convertirse en el “monstruo sagrado” de la escena francesa. La amante de Albert Camus, María Casares (A Coruña, 1922-Alloue, Francia, 1996), con quien mantiene una relación sentimental durante más de una década. La estrella indiscutible del Théâtre des Mathurins, la voz de innumerables proyectos en la radio francesa, la viva imagen de la tragedia hecha mujer, el desarraigo del que nunca hablará hasta que regrese a España, una vez muerto el dictador. La palabra hecha cuerpo en Sartre, Anouilh, Cocteau, Genet… Todo eso es lo que narra Anne Plantagenet, de una manera trepidante, en La única, una biografía de María Casares que se lee como una trepidante novela.
Anne Plantagenet
La única. María Casares
Alba editorial. Traducción: Juan Vivanco. 190 páginas. 18,50 euros
Eso está desde el principio, sí, pero también sus dudas sobre el comunismo, su compromiso con la belleza, y la indagación de una moral que conecte con lo mediterráneo, que supere el autoritarismo y los dogmas, que ponga en el centro la vida y sus contradicciones. Somos testigos del viaje que hace a Baleares con su primera mujer, Simone Hié, para que ésta sea tratada de una grave adicción. Aunque sabemos que no visita la Menorca de la que proviene su familia materna, sí que siente una atávica conexión con los paisajes de Mallorca e Ibiza. Esos días, llenos de dolor y angustia, dibujan también algo fundacional en Camus. El vínculo con la enfermedad y el paisaje. Con la muerte persiguiéndole desde muy joven, cuando es diagnosticado de tuberculosis.
Luego vendrá París, el deseo, el teatro, el reconocimiento internacional. Los hijos, las disputas en la prensa. Y la noticia más inesperada. En 1957, cuando aún no ha cumplido los 44 años, le conceden el Nobel de Literatura. Recibe los honores disimulando los ataques de pánico que sufre desde que todo el mundo habla de él. Regresa al principio. Deja escrito: “Extraño sentimiento de agobio y de melancolía. A los veinte años, pobre y desnudo, conocí la verdadera gloria. Mi madre”. Todo se acelera trágicamente a partir de entonces. Sin posibilidad de frenar a tiempo.
Albert Camus