‘Ventiladores Clyde’: el arte de congelar el tiempo
Crítica de cómic
El canadiense Seth narra una emotiva historia familiar, contada con sabiduría y elegancia gráfica, que lucha contra el paso de los años
Hace tiempo que el cómic ya no tiene que justificar que es una lectura para todos los públicos. Obras como Maus , Epiléptico o Lo que más me gustan son los monstruos han dejado claro lo que por otra parte resulta evidente: a un libro hay que juzgarlo por su calidad, por su capacidad de emocionarnos o por lo acertado de sus recursos estilísticos, pero no por su formato.
Un libro puede estar escrito con palabras o con viñetas, y Ventiladores Clyde es de estos últimos: una novela en imágenes, tal como la define su autor, el canadiense Seth (Gregory Gallant, Clinton 1962). La expresión novela en imágenes –mejor aún que la de novela gráfica– le sienta bien a esta monumental obra porque entronca con una tradición que se remonta a las novelas sin palabras de Frans Masereel y llega hasta Chris Ware, cuya alargada sombra explica por qué este libro es también un objeto deliciosamente editado.
Ventiladores Clyde es la historia de dos hermanos de caracteres opuestos, Abe y Simon, y del negocio familiar que fundó su padre en 1937. A través de sus relatos, en forma de monólogos que se van intercalando, Seth desgrana la difícil relación de ambos desde su infancia hasta la vejez, los vínculos con un padre ausente demasiado pronto del hogar y la convivencia con una madre anciana que sufre de alzheimer.
Un libro puede estar escrito con palabras o con viñetas, y Ventiladores Clyde es de estos últimos
Poco a poco, los recuerdos de los hermanos van aflorando de forma no lineal, imitando los caprichosos criterios que mueven a la memoria cuando echa la vista atrás. Y así, esos recuerdos van calando en el lector como una lluvia fina. Los protagonistas han perdido la batalla con el futuro y en el ocaso de sus vidas se superpone el cierre de la tienda familiar. Es la historia del fin de una época, pero también de la perseverancia y de la lucha diaria para seguir adelante en la vida.
Las primeras páginas, una especie de prólogo sin palabras, marcan el tono de lo que seguirá: habitaciones abandonadas, objetos esparcidos por el suelo y una llamativa ausencia de actividad. Seth no evoca el pasado, lo expone ante nuestros ojos como un entomólogo sujeta con alfileres su colección de mariposas. No es un relato sobre el paso del tiempo, es un relato contra el paso del tiempo.
Meticuloso en los detalles y preciso en los textos, Seth posee un dibujo delicado que refuerza el tono intimista que tanto le caracteriza y que ha sido comparado con el que desprenden los relatos de Alice Munro. En un dibujante, el trazo forma parte de su estilo como los adjetivos o los adverbios del novelista. Y la composición de cada página, ya sea con multitud de pequeñas viñetas o con grandes dibujos, es también parte de ese estilo: es la gramática del novelista que escribe en imágenes. Cuando el pincel de Seth dibuja edificios, fachadas de viejos comercios y objetos de medio siglo atrás lo hace con el cariño de quien quiere recuperar el pasado y habitarlo de nuevo.
Seth no evoca el pasado, lo expone ante nuestros ojos como un entomólogo sujeta su colección de mariposas
El propio autor explica que la idea inicial de esta historia le vino al descubrir una tienda de ventiladores abandonada. Pese a este punto de partida real, es inevitable ver en esos ventiladores una metáfora de lo que estamos leyendo: un mundo cerrado al exterior como una habitación en donde no se renueva el aire. Seth ha tardado veinte años en terminar este melancólico álbum, del que existía una versión incompleta. Tras obras como La vida es buena si no te rindes, título que serviría también para describir el libro que nos ocupa, Seth confirma con Ventiladores Clyde que es uno de los autores imprescindibles para entender de qué hablamos cuando hablamos de novela gráfica.
Ficha de ‘Ventiladores Clyde’
Autor: Seth. Traducción: Esther Cruz Santaella. Editorial: Salamandra Graphic. 488 páginas. 43 euros