La cineasta que se jugó la vida para filmar la lucha de las mujeres contra el Estado Islámico
Entrevista a Alba Sotorra
‘Comandante Arian’ se adentra en el conflicto sirio para abordar la heroica causa de un grupo de guerrilleras de la resistencia kurda
A la cineasta Alba Sotorra le van las emociones fuertes y las historias de mujeres con carácter. En 2008 viajó en autostop de Barcelona a Pakistán para retratar la vida de cinco mujeres que desafiaban los convencionalismos en el mundo islámico en Miradas desveladas. Seis años después ganó el premio Gaudí al mejor documental con Game over, el retrato de un joven que se convierte en soldado y va a la guerra pero acaba regresando a casa para enfrentarse a una contienda familiar provocada por la crisis.
Ahora, la directora de Reus, de 38 años, se adentra en el conflicto sirio para abordar la heroica lucha de un grupo de mujeres de la resistencia kurda contra el Estado Islámico (EI) en un documental necesario y valiente que también refleja la revolución feminista llevada a cabo en el Kurdistán, así como el lado más íntimo de esas guerrilleras, sus motivaciones y preocupaciones. Comandante Arian tuvo su estreno internacional en el festival de documentales Hot Docs, se presentó en la sección Tiempo de historia del pasado festival de Valladolid y se proyecta este 7 de noviembre en el Parlamento Europeo, dos días antes de su estreno oficial en salas.
¿Cómo te involucraste en este proyecto, Alba?
Yo estaba siguiendo a través de los medios de comunicación cómo las mujeres kurdas se habían armado y estaban luchando contra el Estado Islámico, pero lo que seguí más fue esa lucha heroica que estaban librando en Kobane, donde estuvieron muchos meses resistiendo. Al mando de esta resistencia había varias comandantes mujeres, algo que me impresionó mucho. En cuanto se pudo, a principios del 2015, decidí ir para allá. Entré en Kobane de forma ilegal porque tengo muchos amigos kurdos que me ayudaron y una vez allí fui a ver a las Unidades de Defensa de las Mujeres (YPJ) a su cuartel general y les expliqué mi proyecto. Allí conocí a la comandante Arian.
No debió ser nada fácil rodar un documental en medio de la guerra
Ha sido muy difícil y lo he grabado sola. La verdad es que para este proyecto no tenía ni idea de dónde me metía. Y es más, a veces pienso que si lo hubiera sabido no me hubiera atrevido a ir. El hecho de cruzar la frontera de forma ilegal ya fue toda una odisea. Yo iba con mi maleta de ruedas y me dijeron que no me la podía llevar porque teníamos que cruzar corriendo toda la noche. Las distancias eran muy largas. La primera vez que fui estuve solo investigando y era imposible llevarse un equipo para rodar porque no sabía ni el tiempo que estaría allí ni el riesgo que supondría. Lo que hice fue pasar a integrarme durante un tiempo a un batallón, iba vestida de uniforme y hacía la vida cotidiana de ellas. A nivel humano fue una experiencia muy gratificante porque aunque estaba sola como equipo cinematográfico, me encontré muy bien acompañada. También me sentí muy segura con ellas todo el tiempo e hice buenas amigas. Cuando compartes experiencias extremas, se crean lazos muy fuertes con esas personas. Por eso la parte más dura fue ver cómo algunas de ellas han muerto o han sufrido heridas a causa de la guerra.
Cuando compartes experiencias extremas, se crean lazos muy fuertes con esas personas. Por eso la parte más dura fue ver cómo algunas de ellas han muerto o han sufrido heridas a causa de la guerra”
¿Alguna vez temiste por tu vida?
Sí, claro. Unas cuantas veces (risas)
¿Y valía la pena el riesgo?
Sí que lo valía. Para mí era muy importante retratar lo que están haciendo estas mujeres que, ante un ataque tan brutal como el de Estado Islámico, en lugar de convertirse en víctimas o huir, han decidido quedarse para defender su tierra y a ellas mismas. Pero, además, es que su lucha no es solo contra el EI sino que han logrado transformar las estructuras sociales y políticas de la zona provocando un cambio muy fuerte en la mentalidad de ese lugar. Poder documentar y formar parte de todo eso era mucho más importante que los riesgos que he tomado en el proceso.
El documental refleja claramente esa lucha contra el machismo. ¿Crees que se ha logrado un avance real?
Claro, esto ha sido lo más importante que ha pasado en el territorio de Rojava (Kurdistán sirio). En ese lugar, gracias a estas miles de mujeres que se han movilizado en el ámbito militar y civil, han transformado su sociedad desde dentro y ahora mismo han montado un sistema político al que llaman confederalismo democrático que es paritario. Todos los cargos políticos que tienen poder de decisión están duplicados. Así, en esa región hay un presidente y una presidenta y en cada pueblo, aldea y ciudad hay un alcalde y una alcaldesa. Esto es un triunfo absoluto en un territorio donde jamás la mujer había tenido presencia en lo político. Además, han organizado asambleas y hay muchos proyectos feministas. Se han creado muchos espacios, muchas cooperativas en los que las mujeres son líder. Me parece una utopía hecha realidad que pueda haber salido algo tan bello de las cenizas de una guerra tan cruda.
Me parece una utopía hecha realidad que pueda haber salido algo tan bello de las cenizas de una guerra tan cruda”
¿En total, cuánto tiempo estuviste allí?
A lo largo de tres años hice cinco viajes de unos dos meses y medio cada uno.
¿Y cómo fue tu relación con la comandante Arian y el resto de guerrilleras?
Fue de camaradería total, como la que tienen entre ellas. Yo pasé a ser una más. Cuando llegué, al principio actuaban como si fuera una invitada, pero a partir del tercer día el trato era igual que con todas. Eso fue de agradecer porque me sentí entonces como una amiga, no una invitada.
¿Cómo te comunicabas con ellas?
Con algunas hablaba un poco en inglés y con el tiempo fui aprendiendo kurdo. No lo hablo bien, pero entiendo bastante y puedo comunicar las cosas básicas.
Esa hermandad no es solo entre ellas, el espectador también es cómplice de la buena relación con sus camaradas masculinos
Totalmente. Al lado de ellas hay otro ejército en el que hay hombres luchando por los mismos ideales que ellas. Así como el lema de las YPJ es “la resistencia se encuentra en el espíritu de una mujer libre”, el de los hombres es “el primer enemigo contra el que hay que luchar está dentro de nosotros mismos” y con eso se refieren a la cultura patriarcal que tienen integrada por la educación que han recibido. Ellos hacen un esfuerzo muy grande para luchar contra sus gestos machistas.
Las consecuencias de la guerra las vemos a través de la tremendas heridas que sufre Arian. ¿Cómo te planteaste incluir esas escenas en el documental?
Cuando empecé a rodar no tenía ni idea de que Arian acabaría herida. Eso pasó un año después del inicio del rodaje. Yo tenía en mente plantear una estructura clásica de una mujer en una misión. Estuve en el frente esperando que se lanzara la operación que iba a poner fin al asedio de Kobane y que todo saliera bien, que hubiera un final victorioso. Pensaba que entonces ya tenía la película y cuando empecé a montarla me llamaron para avisarme que habían disparado a Arian en otra misión y en otro lugar. Me fui corriendo porque me dijeron que estaba mal y tenía ganas de estar con ella. Las primeras dos semanas estuve haciendo literalmente de enfermera porque necesitaba cuidados constantemente. Al principio no pensé incluir esta parte en el documental, pero después me di cuenta de que no sería honesto, ya que también formaba parte de la guerra. Yo nunca había querido romantizar la guerra en la película y eso sería una forma más clara de enseñar lo que están sacrificando estas mujeres por luchar por algo tan básico como el derecho a existir en igualdad a los hombres. El proyecto cogió otra dimensión.
¿Qué es lo que más te impresionó de ella en esos momentos?
Su fortaleza y su valor. Yo sentía rabia y tristeza cuando la oía llorar de dolor por las noches. Me parecía muy injusto que después de tanto esfuerzo para luchar por algo tan digno, tuviera que pagarlo tan caro. Pero luego ella me enseñó que su lucha va mucho más allá de ella misma. Está luchando para cambiar la situación de muchas mujeres en Oriente Medio y está dispuesta a todo, incluso a morir. Esa idea de ser capaces de sacrificar tanto es algo que aquí lo vemos como si fuera de otra época. La actitud de Arian me hace ver la vida con optimismo por el hecho de que haya tantas mujeres tan fuertes. Es algo que me hace sentir orgullosa del género femenino.
Hay momentos distendidos y se agradecen algunas escenas en las que las vemos reír
Cuando regreso allí después de unos meses, me doy cuenta de que aquí la gente vive como a medias. Hay gente reprimida por cosas que no entiendes, con bajones y ansiedades y luego allá ves a la gente que vive todo de forma tan intensa… Supongo que también porque la muerte está cerca y eso le otorga un sentido. Ellas están muy contentas de estar formando parte de una causa porque están viendo el fruto de su esfuerzo. Por eso he querido reflejar también esos momentos en los que cantan y se ríen de tonterías, como haría cualquier mujer.
Una lucha de una mujer en cualquier parte del mundo es también mi lucha y es muy necesario solidarizarnos y estar conectadas”
La película está dedicada a todas las mujeres que luchan por el cambio y especialmente a Anna Campbell, asesinada durante un ataque aéreo turco en Afrin el pasado marzo. ¿Qué relación tenías con ella?
Era mi mejor amiga allí y fue muy duro perderla. Además de mujeres kurdas, también hay mujeres de todas partes que apoyan esta lucha. La muerte de Anna fue un golpe para todas porque fue inesperada. Ella falleció en el norte de Afrin, una zona en la que no había guerra, pero fue atacada por Turquía. Cuando ella llegó allí, a los dos días un bombardeo acabó con su vida. Yo no estaba allí cuando pasó y vivir la muerte de una amiga cercana desde lejos ha sido muy triste. Tras su muerte fui a ver a su familia con la idea de consolarles, pero en realidad fue su padre el que me acabó consolando a mí. Me sentó muy bien conocerle y abrazarle.
¿Qué sensación te queda tras haber finalizado la película?
Haber hecho esta película ha sido la experiencia más fuerte de mi vida. Por encima de todo me quedo vinculada para siempre a la idea de que una lucha de una mujer en cualquier parte del mundo es también mi lucha y es muy necesario solidarizarnos y estar conectadas. Eso no significa que tengamos que ir todas a una guerra, pero sí es necesario sentirnos, reconocer lo que unas mujeres están haciendo para cambiar las cosas y aprender las unas de las otras, apoyarnos.
¿Tienes algún otro proyecto en mente?
Estoy rodando una película muy distinta en Barcelona, también feminista, sobre una mujer muy fuerte a la que quiero mucho. Se llama Francesca y el amor y la estoy rodando en casa porque lo necesitaba después de un viaje tan duro para hacer ‘Comandante Arian’.
Haber hecho esta película ha sido la experiencia más fuerte de mi vida”