La Italia de Meloni resucita el futurismo

El reportaje

La exposición estrella del gobierno italiano reivindica el movimiento en una gran exposición que pasa por alto su vinculación con Mussolini

ROME, ITALY - DECEMBER 2: Visitors during the exhibition “The Time of Futurism” at the GNAM, National Gallery of Modern and Contemporary Art, on December 2, 2024 in Rome, Italy. The exhibition at the Galleria Nazionale d'Arte Moderna (GNAM) features 650 works from the early 20th century Italian avant-garde movement. (Photo by Simona Granati - Corbis/Corbis via Getty Images)

La exposición 'El tiempo del futurismo' combina las obras de los pintores futuristas con coches, motos, aeroplanos o motores de época. 

Simona Granati - Corbis

Entre un cuadro de Umberto Boccioni y el mito de los aviones convertido en ideología, la derecha busca su legitimidad cultural. Quizás a Filippo Tommaso Marinetti, el fundador del futurismo, le habría gustado este ruido alrededor de una exposición. Meses de polémicas, ataques, rupturas y dimisiones han dado lugar a Il tempo del futurismo (El tiempo del futurismo), la muestra que puede visitarse en Roma hasta el 28 de febrero.

Desde su llegada al poder, el gobierno de Giorgia Meloni se marcó un objetivo: devolver a la cultura un carácter identitario nacional. Para ello, el entonces ministro Gennaro Sangiuliano tuvo una idea: organizar una gran exposición sobre el futurismo. El proyecto partía de una premisa: la cultura de izquierda ha ignorado durante décadas al movimiento artístico fundado a principios del siglo pasado por Marinetti y su papel en la formación de la identidad nacional. Según esta tesis, el ostracismo comenzó en la posguerra y relegó a la más importante vanguardia del siglo XX por sus vínculos con el fascismo.

Rodeada de polémicas, la muestra forma parte de un plan para devolver a la cultura un carácter identitario nacional

El futurismo, fundado en 1909 por Marinetti, fue una celebración del modernismo, la velocidad y la tecnología. Con un estilo visual y conceptual rompedor, el movimiento buscó abandonar las tradiciones artísticas del pasado para abrazar la innovación. Sin embargo, su entusiasmo por la modernidad y la fuerza lo llevó a identificarse con el proyecto totalitario fascista, marcando su destino en el imaginario colectivo.

Pino Pascal's 1967 installation

La instalación de Pino Pascal de 1967 '32 m2 de mar circa', en la parte inferior, se exhibe junto con el óleo sobre lienzo de Piero Dorazio de 1988 'Gin Rull' 

AP/Domenico Stinellis

Al subir la escalinata del imponente edificio del Palacio de las Bellas Artes, sede de la Galería de Arte Moderno y Contemporáneo, en el corazón de Villa Borghese, queda claro que los tiempos han cambiado: el futurismo ya no es marginal. La muestra es riquísima: quinientos objetos, de los cuales trescientos cincuenta son obras de arte, distribuidos en veintiséis salas. Cuenta con piezas de gran relevancia, préstamos importantes y un recorrido muy claro desde el punto de vista histórico, aunque, según muchos críticos, quizá demasiado didáctico.

La exposición ocupa

Una de las instalaciones en la la Galería de Arte Moderno Contemporáneo  

Reuters/Remo Casilli

La exposición destaca por presentar juntas algunas obras maestras del divisionismo con los primeros experimentos futuristas de Boccioni y sus compañeros, para mostrar al gran público que la historia del arte no es una sucesión compartimentada como se presenta en los manuales. Entre las piezas expuestas destacan Il sole e il tramonto (El sol y el ocaso) de Pellizza da Volpedo y Alla stanga (En el poste) de Segantini, en diálogo con la célebre Lampada ad arco (Lámpara de arco) de Giacomo Balla, un préstamo excepcional del MoMA de Nueva York. Desde el principio, la muestra transmite un mensaje claro: al alba del siglo XX, una Italia rural, vinculada a los ritmos de la naturaleza, está a punto de desaparecer con la llegada de la modernidad, el ruido de las ciudades y la luz eléctrica.

Una de las salas de la exposición 'El tiempo del futurismo'

Una de las salas de la exposición 'El tiempo del futurismo' 

REUTERS

La exposición también refleja una clara intención ideológica. “Nuestro gobierno ganó con un programa cultural votado por millones de personas”, afirma Federico Mollicone, presidente de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados. “Estas no son las exposiciones del gobierno Meloni, sino las del Ministerio de Cultura, que sigue las directrices que marca la política”. “Si fuéramos otro país, habríamos construido monumentos, dedicado escuelas, universidades y museos a estos hombres que cambiaron la historia, y no solo la del arte - , dice el crítico de arte Luca Beatrice -. En nuestro lugar, los franceses los habrían glorificado; aquí todavía nos dividimos. Esta exposición, finalmente, pone las cosas en su sitio”. 

Los curadores han evitado hacer demasiado explícitas las relaciones de los futuristas con el fascismo

Quizás debido a las polémicas que acompañaron la preparación de esta muestra, los curadores han evitado hacer demasiado explícitas las relaciones de los futuristas con el fascismo. Marinetti y sus seguidores participaron en la fundación de los Fasci di Combattimento (Fascios de Combate), el movimiento de Benito Mussolini en 1919, un vínculo que, con altibajos, se mantuvo hasta el final de la dictadura. Sin embargo, para encontrar referencias claras al Duce, como La testa di Mussolini (La cabeza de Mussolini) de Renato Bertelli, hay que llegar casi al final del recorrido.

Filippo Tommaso Emilio Marinetti, el fundador del futurismo, de quien se conmemoran los 80 años de su muerte, acaecida durante la II Guerra Mundial, tras combatir en el frente ruso junto a los alemanes

Filippo Tommaso Emilio Marinetti, de quien se conmemoran los 80 años de su muerte, acaecida durante la II Guerra Mundial, tras combatir en el frente ruso junto a los alemanes 

Universal Images Group via Getty

El gran proyecto de Gennaro Sangiuliano, quien presentó la exposición como una bandera cultural desde el principio, estuvo marcado por decisiones controvertidas y escándalos que culminaron con su dimisión. A seis meses de la inauguración, destituyó a varios curadores y los sustituyó por figuras más afines a la derecha, lo que generó críticas. Finalmente, en agosto, el ministro dejó su cargo tras un escándalo personal relacionado con un contrato prometido y luego denegado a una consultora con la que mantenía una relación sentimental clandestina.

El ministro de Cultura italiano Alessandro Giuli

El ministro de Cultura italiano Alessandro Giuli 

Simona Granati - Corbis

La llegada de su sucesor, Alessandro Giuli, tampoco trajo la calma. Apenas un mes después de asumir el cargo, Giuli se vio obligado a despedir a su jefe de gabinete, Francesco Spano, tras ataques provenientes de Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia) debido a su vinculación al movimiento LGTB+.

El periodista y escritor Alberto Mattioli, autor del ensayo Destra maldestra (Derecha torpe), señala: “Este gobierno quiere basar su acción en un legado identitario, pero el problema es que no tiene ninguna idea de futuro”. La serenidad no ha sido recuperada ni siquiera con la llegada de Giuli, aplastado entre la desconfianza de la izquierda y el hambre de venganza de la derecha. Un caos sin fin que, quizá, habría fascinado al propio Marinetti.

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