En 1950, el pintor Henri Matisse (1869-1954) respondió al llamado de su colega Pierre Brune, encargado del recién inaugurado Museo de Arte Moderno de Céret. Como muestra de apoyo, Matisse donó trece dibujos, realizados durante su periodo fauvista. Entre ellos, Grande Tête de Femme , un retrato realizado en lápiz, con trazos finos y continuos, compuesto por tan solo 25 líneas. A pesar de su aparente simplicidad, la obra “encierra una mirada de una potencia extraordinaria”, explica Jean-Roch Dumont Saint Priest, actual director del museo. “Es una de las piezas más emblemáticas de nuestra colección, pero no podemos exhibirla con frecuencia debido a su extrema fragilidad”. Hoy, el dibujo vuelve a ver la luz para conmemorar los 75 años de la institución, en una exposición de más de 60 obras que rinde homenaje a los artistas que han sido parte de su historia.

'Grande tête de femme' (1945), de Henri Matisse
Todo comenzó en 1911, cuando el escultor catalán Manolo Hugué, fascinado por la atmósfera del lugar, convenció a su amigo Pablo Picasso de visitar Céret. Atraído por el entorno natural y la tranquilidad, Picasso trajo consigo a Georges Braque, Juan Gris y otros compañeros de vanguardia. Céret se convirtió rápidamente en el epicentro del cubismo. “Un lugar donde se podía respirar y crear”, diría Brune.
Todo comenzó en 1911: el escultor Manolo Hugué, fascinado por la atmósfera del lugar, convenció a su amigo Picasso de ir a Céret
El alma de Picasso nunca abandonó Céret y se hace presente en esta muestra con Nature morte aux poireaux (1950), un ejemplo del cubismo analítico. En el extremo inferior del cuadro, dominado por tonos oscuros y figuras fragmentadas, se puede leer la firma del pintor malagueño acompañada de la inscripción “pour le musée de Céret”. Esta obra forma parte de las 57 piezas que Picasso donó al museo.
El recorrido continúa con las pinceladas de colores vibrantes de Marc Chagall, los paisajes abstractos de Herbin Auguste y la naturaleza muerta de Valentine Prax. “Una de las mayores singularidades de nuestra colección es haber sido construida sobre los cimientos de la amistad con artistas que, desde principios del siglo XX, encontraron en el Rosellón un contexto de creación catalán, transfronterizo y mediterráneo”, comenta Saint Priest.

Detall de l'obra 'Natura morta amb porros' on es veu la dedicatòria i la signatura de Pablo Picasso
Las amistades del centro de arte con figuras como Matisse, Picasso y Chagall dieron lugar a la programación de una serie de exposiciones a lo largo de los años 70, incluida la que protagonizó Joan Miró en 1977. Como una de las muestras más representativas de aquella época, el museo presenta en esta ocasión Personnage Oiseau de Miró, una poesía visual en tinta y lápiz negro.
Junto a la obra de Miró, se exhiben trabajos de Antoni Tàpies, quien también expresó su afecto por Céret donando varias de sus piezas; las pinturas de Claude Viallat, reconocido por su uso innovador del lienzo y la repetición de formas; y las creaciones de Anne-Marie Pecheur, que fusiona en sus composiciones elementos orgánicos con la geometría .
La muestra incluye un montaje audiovisual que se presenta a través del “paisaje interior” de Tom Carr (Tarragona, 1956), quien, mediante juegos de espejos y proyecciones, evoca el entorno de Céret dentro de una habitación. La exposición también despliega esculturas, como los gigantescos cilindros de la instalación Du simple au double (1993), de Toni Grand, compuesta por estructuras de acrílico que esconden criaturas marinas en su interior.
La muestra 75 años de amistad: los artistas y el museo está comisariada por Jean-Roch Dumont Saint Priest y Aude Marchand, jefa de colecciones del museo. Podrá visitarse hasta el 16 de noviembre.