Las mujeres escribas produjeron al menos 110.000 manuscritos durante la Edad Media

Arqueología

Investigadores noruegos estiman que el 1,1% de los textos hechos a mano entre el año 400 y el 1500 son obra de copistas femeninas

Las mujeres produjeron al menos el 1,1% de los manuscritos medievales

Las mujeres produjeron al menos el 1,1% de los manuscritos medievales

Drazen Vukelic / iStockphoto

Un monje en su escritorio, copiando un documento a la luz de las velas. En los scriptorium de los monasterios medievales se fabricaban auténticas obras de artes. Textos, ilustraciones y colores, todo mezclado para darle un aire místico a los conocimientos.

Los expertos estiman que se produjeron más de 10 millones de manuscritos en el Occidente latino (la parte católica romana de Europa) entre el año 400 y el 1500 después de Cristo, antes de que Gutenberg inventara la imprenta a mediados del siglo XV. De estos textos hechos a mano, todavía se conservan alrededor de 750.000.

¿No hubo ni una sola mujer escriba?

En el imaginario colectivo, quien se dedicaba a estas labores eran los monjes. Hombres que se pasaban horas y horas entre tintas y letras, un trabajo que compaginaban con su dedicación a Dios. Pero, ¿y qué pasa con las mujeres?¿No hubo ni una sola escriba femenina en todo ese tiempo? Los investigadores creen que sí, y que no fueron pocas.

Especialistas de la Universidad de Bergen se propusieron cuantificar la contribución de las mujeres a la producción de manuscritos. Su conclusión, según explican en un artículo publicado en la revista Humanities and Social Sciences Communications, es que al menos el 1,1% de la producción total se debe a mujeres.

Ilustración en una homilía del siglo XII, que muestra un autorretrato de la escriba e iluminadora Guda

Ilustración en una homilía del siglo XII, que muestra un autorretrato de la escriba e iluminadora Guda 

Universitätsbibliothek Johann Christian Senckenberg

Su análisis se basó en los colofones, unas declaraciones cortas que a veces se agregaban a un texto para proporcionar información como el nombre del escriba, el nombre de la persona que encargó el manuscrito, el lugar y la fecha de producción y, en algunos casos, reflexiones personales del copista.

“Yo, hija de Birgitta Sigfurs, monja del monasterio de Munkeliv en Bergen, escribí este salterio con iniciales, aunque no tan bien como debería. Ruega por mí, pecadora”, dejó escrito una escriba al final del documento que acababa de copiar.

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Otras escribieron colofones usando términos como “scriptrix”, que significa escriba, o “soror”, que significa hermana. Y uno de los casos revisados incluía el retrato de una mujer, que parece ser una monja, lo que suele sugerir una autoría femenina. Algunos manuscritos mencionaban a más de una escriba y ninguna colaboración con hombres.

Los especialistas noruegos usaron el catálogo de colofones benedictino, que cuenta con 23.774 entradas de entre el año 800 y 1626 después de Cristo. De ellas, unas 254 (1,1%) fueron escritas por mujeres. De ahí extrapolaron que al menos 110.000 manuscritos fueron copiados por féminas, de los cuales alrededor de 8000 aún deberían existir.

El colofón de la hija de Birgitta Sigfus tiene el número de entrada 2235 en la colección benedictina

El colofón de la hija de Birgitta Sigfus tiene el número de entrada 2235 en la colección benedictina 

Knihovna Metropolitni kapituly

“Nuestra investigación proporciona evidencias de una pequeña, pero constante, contribución de las escribas a lo largo de la Edad Media. Si bien el número de copistas femeninas verificables es bajo, debía haber varias escribas y comunidades productoras de libros que aún no se han identificado”, escriben los autores del estudio.

Aunque la estimación puede parecer una proporción pequeña (del total de 10 millones de documentos escritos a mano que se hicieron en ese periodo, produciendo varias versiones del mismo libro), los especialistas de la Universidad de Bergen afirman que sus hallazgos probablemente sean una subestimación.

Aumento de las escribas hacia el año 1400

Los investigadores también detectaron una curiosa tendencia en la proporción de mujeres que trabajaban como escribas. Alrededor del año 1400 observaron un aumento significativo en el número de colofones femeninos. Este incremento probablemente se corresponda con una mayor demanda de libros escritos en lenguas vernáculas o locales.

Algunas copistas podrían haber ocultado intencionalmente su género, mientras que otras podrían haber escrito sus nombres en los márgenes de un documento, en lugar de en el colofón. Pero parece claro que a medida que crecía la demanda de textos accesibles no latinos, las mujeres encontraron más oportunidades de trabajo como escribas.

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