Heras-Casado y la conexión wagneriana en el Cercle del Liceu

Mirador

Mientras Katharina Wagner ultima su 'Lohengrin' en el teatro de la Rambla, su nuevo descubrimiento para el podio de Bayreuth asiste  a un almuerzo-coloquio en el club barcelonés

Pablo Heras-Casado conversa durante el almuerzo-coloquio del Cercle del Liceu, con Fernando Sanz Rivière a su izquierda

Pablo Heras-Casado conversa durante el almuerzo-coloquio del Cercle del Liceu, con Fernando Sans Rivière a su izquierda

Andrea Martínez

El director de orquesta Pablo Heras-Casado era el protagonista de uno de los almuerzos-coloquio del Cercle del Liceu mientras, al otro lado de la puerta que comunica el club con el teatro, la directora del festival de Bayreuth, Katharina Wagner, seguía enfrascada en el montaje escénico de ese Lohengrin que tiene al mundo de la ópera mundial expectante ante su estreno de este lunes. La batuta granadina, el nuevo descubrimiento de la bisnieta de Wagner para el podio del sacrosanto Festival de Bayreuth, llegaba en olor de multitudes, después de haber sido bendecido por la ultra exigente alemana por su debut en Parsifal. La convocatoria había sido un éxito: no había socio que no quisiera conocer más de cerca al fenómeno de la dirección orquestal.

Heras-Casado repasó una ya dilatada trayectoria internacional de la mano de Llucià Homs, presidente de la comisión de cultura de la entidad, y de Fernando Sans Rivière, director de Ópera Actual, la revista que lo otorgó en 2014 el premio al intérprete español más prometedor, galardón que recogió rodeado de premiados ilustres como Montserrat Caballé. De sus inicios se destacaron sus primigenias inquietudes corales, que le llevaron a tomar la iniciativa en su Granada natal cuando allí no había más que una escuela incipiente de canto coral.

El poder de convocatoria de Heras-Casado en este almuerzo-coloquio fue considerable, el jueves, en el Círculo

El poder de convocatoria de Heras-Casado en este almuerzo-coloquio fue considerable, el jueves, en el Círculo

Andrea Martínez

Heras-Casado estudió piano, historia del arte y dirección orquestal. De hecho, fue gracias a la historia del arte que supo de la música de entreguerras, porque en el conservatorio de Granada, explica, todo se detenía en Rachmaninov y Bartók. Y su inquietud por la música contemporánea, al tiempo que vivía fascinado por un Monteverdi, ya no se detuvo.  Era una época emergente en Granada, recuerda. “Sólo había una orquesta de cámara que no tenía director y que luego se convirtió en la Orquesta Ciudad de Granada con el primer destello que puso Josep Pons, que hizo allí un proyecto maravilloso”. 

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Eso suponía que, siendo joven, no tenía ni la posibilidad de ser director asistente. En el Conservatorio fundó, eso sí, una pequeña compañía, con la que hacían por ejemplo Anton Webern. “Todo eso pirateando las partituras y recortando las partes instrumentales para poder asumirlas”, ríe. Y, de hecho, su salto a dirigir orquestas de cierto renombre, se forjó, asegura, yendo a la Biblioteca Nacional de Madrid.

Era la época en que aterrizó en Girona, como titular de la Orquestra de la localidad, un periodo que generó vínculos intensos, y de hecho aún se anima a hablar en catalán. Y así lo recordó entre los socios del Círculo quien después se convirtió en uno de los artistas españoles del podio con mayor proyección internacional. Que si la Filarmónica de Berlín, que si la de Viena, Los Ángeles, Nueva York... Su vínculo con las  más importantes formaciones ha sido intenso, pero tampoco se ha dado ser titular de ninguna de ellas, y de hecho sigue esperando este momento.

Una de las cosas más importantes en mi vida es la curiosidad. En Catalunya el canto coral formaba parte de la cultura, pero en Granada había solo una incipiente escuela"

“Una de las cosas más importantes en mi vida es la curiosidad -arrancó diciendo el homenajeado-. Aquí en Catalunya el canto coral formaba parte de la cultura,  pero en Granada había solo una incipiente escuela y una federación de pequeños coros. Y en colegios como el mío había pequeños coros...  Y a mí me ha movido la curiosidad y la experiencia integral del hecho musical, no solo en un ámbito intelectual e individual del virtuosismo, sino en el de hacer la música con el colectivo".

Pero es su dulce momento actual el que merecía un capítulo aparte. ¿Cómo se ha convertido en el wagneriano español de moda? La semilla la puso, hay que decirlo, Joan Matabosch al proponerle dirigir el  ciclo del Anillo de Wagner en el Teatro Real. Fue allí donde le oteó Katharina Wagner, que haciendo gala de su instinto, le invitó, ni corta ni perezosa, a dirigir su primer Parsifal para abrir el festival de Bayreuth de 2023. Y la campana sonó. Sonó a lo grande.

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“Lo vivido en Bayreuth y ahora la experiencia en París [donde ha estrenado el primer capítulo de la Tetralogía, con montaje de Calixto Bieito] es algo que por mucho que sueñes no te imaginas. Aún me cuesta creer que sea parte de mi vida. Me siento un privilegiado de pensar que este verano voy a volver a Bayreuth y me voy a encontrar con ese equipo en ese teatro que diseñó el propio Wagner, y que sigue fascinando a la gente, sigue siendo un milagro y un misterio”.

Entre los comensales de la extensa mesa bañada por la luz de la Rambla había sin duda unos cuantos peregrinos de la Colina Verde, como se conoce también el enclave del teatro de Bayreuth. Así que la ensoñación no caía justamente en plato roto. Ni tampoco las risas, cuando Heras-Casado recordaba lo incómodo que resulta ese teatro, tanto para los artistas como para el público, que han tenido que sentarse durante más de un siglo en butacas de pura madera a las que finalmente se ha añadido un cojincillo... ¡Todo por la acústica!

Yo me consideraba igual de wagneriano que monteverdiano o verdiano y otras cosas, y Bayreuth es un lugar al que ir con unas credenciales que yo no tenía... así que eso me ha reforzado”

“Haber podido hacer allí un Parsifal según mis convicciones artísticas y que me hayan acompañado con esos preceptos, es la satisfacción mas grande a nivel íntimo”, respondió Heras-Casado a preguntas del crítico Jordi Maddaleno, que quería saber cómo ha vivido la excelente reacción unánime por parte de la crítica alemana. “Para mí es un buen signo. Yo me consideraba igual de wagneriano que monteverdiano o verdiano y otras cosas, y Bayreuth es un lugar al que ir con unas credenciales que yo no tenía... así que eso me ha reforzado”, añadió.

Eso sí, en París, donde lleva mes y medio ofreciendo El oro del Rin (y ahora tendrá un Holandés errante en Berlín, etc.), no ha sido tan bien recibido por la crítica musical. De hecho, ha habido quien ha sostenido que el Caballero de la Orden de las Artes y las Letras, título con el que le distinguió en 2018 el gobierno francés, “no ha entendido a Wagner”, mientras que la prensa alemana ha seguido aupando su dirección orquestal. ¿Detecta, acaso, un antagonismo que tiene más que ver con nacionalidades que con afinidades musicales?

Pablo Heras-Casado en las dependencias del Círculo, con Francisco Gaudier, Fernando Sanz Rivière y Llucià Homs (a su izqu.) y con Albert Guinovart y

Pablo Heras-Casado en las dependencias del Círculo, con Francisco Gaudier, Fernando Sans Rivière y Llucià Homs (a su izq.) y Albert Guinovart y Aleix Pratdepadua (a su dcha.) 

Andrea Martínez

“Es como si hubieran asistido a dos Anillos distintos, ¿verdad?, la crítica alemana y la francesa. Quizás en esa divergencia hay algo, porque también la Opera de París ejerce de buque insignia y ahí las cosas, ojo, siempre tendrán algo que decir a lo que hiciste. Y sin embargo, en Bayreuth, presentas una propuesta totalmente diferente a la que escucharon antes y siempre hay un espacio para reflexionar sobre este repertorio que les pertenece de alguna manera. Y en cambio, en otros lugares resulta que solo hay una manera de hacer... que es lo que habría que plantearse”.

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El presidente del Círculo, Francisco Gaudier, puso fin al debate recordando que ni el propio Wagner tuvo éxito jamás en París... Y, feliz, Heras-Casado se levantó y cruzó el umbral hacia el teatro donde se fundió en un abrazo con Katharina Wagner, famosa por su objeción a la nación francesa. De hecho, cuando acaba el festival, cada año, coge el coche y planea su viaje hacia España con el objetivo claro de no tener que hacer ni una sola parada en el país galo.  

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