Lo primero que muestran los recién celebrados premios Gaudí es que el cine catalán va bien encaminado, cuadrando el círculo del éxito comercial con el aprecio de la crítica: no nos salva la taquilla un Santiago Segura nostrat sino El 47 y Casa en flames . Eso es lo verdaderamente importante.
Lo segundo es el poderoso mensaje que la gala lanza en favor del charneguismo, el cruce, la mezcla, el reconocimiento de que lo propio lo formamos todos los que aquí estamos, antes, en los años en que sucede la película ganadora, pero también ahora. Los Manolo Vital de hoy vienen de más lejos, se llaman Mohamed, Aisha, Luisa Fernanda o Ioan y, en un tiempo que esperamos corto, también recogerán sus Gaudís, harán discursos como el de Eduard Sola y tendrán calles que los recuerden.

Paula Malia, durante la presentación de los premios Gaudí
Lo tercero es que la gala resulta mejorable. Si bien los cambios de ritmo (de presentador) son positivos, el global es aún demasiado largo y plomizo. Tratándose de un espectáculo televisivo, las raquíticas y deslucidas actuaciones musicales deberían crecer a costa de los números supuestamente cómicos. Por no hablar de cosas que no se ven en la tele, como la gélida hora que los invitados pasaron esperando en el exterior a que se abrieran las puertas, en lo que parecía un casting para una película sobre los CIE, eso sí, con vestidos glamurosos.
Si el día 31 asisten a parar el desalojo de la Casa Orsola la mitad de los actores que llamaron a ello, este conflicto tendrá alfombra roja con mossos d’esquadra. Una auténtica 'Casa en flames'"
Lo cuarto es que las reivindicaciones de la gente del cine reflejan las tendencias sociales con una precisión de estudio sociológico. Sucedió con el no a la guerra, con el #MeToo y ahora con el clamor por viviendas dignas y asequibles. Si el día 31 asisten a parar el desalojo de la Casa Orsola del Eixample la mitad de los actores que llamaron a ello, en la propia gala y en los corrillos posteriores, este conflicto tendrá una potente alfombra roja con mossos d’esquadra invitados. Una auténtica 'Casa en flames'.
En fin, pase lo que pase en los Goya del 8 de febrero, todos vamos ya en ese 47, un autobús que no es el autocar que se precipitaba contra el barranco en Speed sino más bien el tranvía que metafóricamente llevaba a Blanche DuBois a la conquista de su deseo. Pero con final feliz.