Camelot es el reino y el castillo del rey Arturo, la quintaesencia de las leyendas de Bretaña y del llamado ciclo artúrico. Chrétien de Troyes lo menciona en El caballero de la carreta . Y desde entonces ha inflamado la imaginación occidental. Camelot, Camelot, como cantaba Richard Harris en el musical homónimo. Gran película, si no la han visto, con Vanessa Redgrave y aparición final estelar del Alcázar de Segovia y también un musical fantástico, incluso para los que no les gusten los musicales…
Camelot, como también se apodó a los años de la presidencia de John Fitzgerald Kennedy en los Estados Unidos. Un reino mágico donde los buenos paladines y caballeros se sentaban en derredor de la Tabla Redonda. Nada que ver con el universo siniestro que nos propone Trump, auténtico Mordred de esta historia.
La dama de Shalott es un enigma poderoso: como ella, observamos el mundo a través de su reflejo
Si me permiten elegir, y si seguimos con las leyendas artúricas, yo soy más de Ávalon que de Camelot. Y no solo por el discazo de Roxy Music, con la impagable voz de Brian Ferry. Ávalon es la isla, también legendaria, en la que los manzanos dan fruto durante todas las estaciones del año y que está habitada por nueve hadas. Entre ellas, la maléfica Morgana (o no tanto, según versiones). En Glastonbury se suele situar la mítica isla entre lo que fueron y ya no son pantanos. Se supone que apareció incluso una tumba con la inscripción de Hic iacet Arturus, rex quondam, rexque futurus (también hay varias versiones, dejémoslo aquí). Pero, vamos, si me permiten otro consejo fraterno, no hace falta que vayan a Glastonbury, que yo arrastré una vez a mi familia a ese páramo y quedaron hartos de mí y del paisaje. Tal vez también del paisanaje. Robert Graves, ya puestos, encontró su Ávalon en la isla de Mallorca, así que mejor sigamos su ejemplo y busquemos climas más benignos y gentes más acogedoras…
A lo que íbamos, que me despisto. Entre las muchas maravillas del complejo ciclo artúrico, una de las historias, leyendas o fábulas, lo que sea, que más me fascinan es la de la dama de Shalott. Solo compite con las de sir Galahad, hijo bastardo de Lancelot, y con la de sir Gawain, hijo de Morgana, hermana del rey Arturo. Hay varias versiones y alguna es muy anterior, pero la canónica, por así decirlo, es una balada en verso del poeta inglés Alfred Tennyson. Un poema del siglo XIX que inspiró a pintores de la escuela prerrafaelita como William Waterhouse, entre otros.
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Vemos las cosas ya no directamente, sino por el reflejo en las pantallas
La historia es la de una dama que habita una torre sobre un río que fluye hacia Camelot. La dama de Shalott contempla el mundo a través de un espejo. No puede mirar directamente a sus maravillas. Ella lo ve todo reflejado en un cristal. Es víctima de una maldición o de algún embrujo, pero ese es su sino y su fatum. Mas un día ve pasar a Lancelot a caballo y se enamora de su reflejo, como si fuera una nueva Eco ante la imagen de Narciso. La dama abandona su torre y afronta su maldición y su destino. Se sube en una barca y se deja llevar, flotando, hacia Camelot, a donde arribará ya muerta. Lancelot, por supuesto, alaba apenado la increíble belleza de la que ya no existe y que ha llegado hasta él. Amor imposible donde los haya.
Ya ven que las lecturas de este episodio son múltiples. Y por eso se lo brindo en este primer Cuerpo de letra del año. La dama contempla el mundo, como nuestros jóvenes y muchos adultos, a través de un cristal, de una pantalla. Y está absorta en su mundo paralelo hasta que aparece un caballero de rutilante armadura. Y entonces persigue tal vez la verdad, tal vez la experiencia, pero fallece en el intento y su búsqueda es en vano. ¿Es este un mensaje feminista? ¿O antifeminista? ¿Es una mujer que se emancipa o una esclava? ¿O es, mundo victoriano, el reflejo de una sexualidad que despierta y en la que la mujer es objeto y muerta en vida, cuerpo inerte, belleza sin mácula? O, todo lo contrario, ella elige, aunque sea en su forma más lánguida, entregarse y perecer antes que seguir viviendo entre las sombras de su torre… No sé responderles, la verdad.
La dama de Shalott es un enigma poderoso y rotundo, pese a ser tan volátil, para comenzar este año 2025. Porque observamos el mundo y la realidad a través de los cristales de las pantallas de nuestros teléfonos móviles. Y porque el planeta entero y muchas de sus naciones parecen estar esperando ese caballero armado que los rescatará de la miseria y de la vulgaridad de la democracia representativa y su rueda de elecciones. Como la dama, descenderemos de nuestra torre para bajar al pantano y descubrir que el viaje, a su término, solo nos proporcionó una efímera belleza y la muerte al final de la singladura, con todos los horrores de las oportunidades perdidas y con todo el lastre de lo que podría haber sido, incluso si nos hubiésemos conformado con ver pasar a nuestros héroes bajo el espejo deformante de nuestra ventana. Personalmente, estoy por romper el espejo y dejar que su reflejo roto nos lleve hasta un río que podamos navegar y del que desembarquemos, si no libres y felices, al menos vivos y desiertos. ¡Feliz año!