Exportando teatro catalán al mundo

Las obras catalanas tienen buena acogida por todas partes

La denominación “dramaturgo catalán” gana prestigio internacional

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FOTO ALEX GARCIA DRAMATURGOS INTERNACIONALES. LOS AUTORES DE TEATRO JOSEP MARÍA MIRO, GUILLEM CLUA, MARTA BUCHACA Y JOAN YAGO FOTOGRAFIADOS EN EL ROMEA 2024/12/18

Josep Maria Miró, Guillem Clua, Marta Buchaca y Joan Yago en el escenario del teatro Romea de Barcelona 

Àlex Garcia

La dramaturgia catalana vive un momento de expansión por todo el mundo. Ahora mismo, en Grecia se presentan nueve obras de autores que escriben en catalán (véase el recuadro), pero no es el único caso. Quizá el mapamundi de Jordi Galceran es el que tiene más chinchetas, pero por suerte ya no es un caso único. “Ahora, la denominación ‘dramaturgo catalán’ tiene prestigio en el mundo –asegura el autor–, y eso de catalanische-no-sé-qué... es a veces lo único que entiendo. Es como una marca, porque el teatro catalán funciona”.

Gracias a El mètode Grönholm, con más de un centenar de producciones, se le han abierto las puertas de teatros en países como Bulgaria o Rusia. “Pero allí, desde la guerra, no permito que representen obras mías”, manifiesta. El mercado anglosajón es el más difícil: “Me han representado en lugares como Corea y Japón, pero en Broadway la única persona no anglófona que ha estrenado es Yasmina Reza”.

De la misma generación que Galceran, Sergi Belbel explica que, con Carícies, es el primero que estrenó en el extranjero. “Somos el eslabón con Benet i Jornet, gracias a factores como el Centre Dramàtic Nacional”, asegura el autor, que también ha visto estrenar un centenar de versiones de Després de la pluja. Y, en el ámbito internacional, Belbel destaca que el 92 también fue un momento de proyección para el teatro.

En esta exportación de teatro catalán, los factores que intervienen son diversos y los caminos para la internacionalización son sorprendentes. “Es muy curioso cómo viajan las obras”, asegura la agente Marta Fluvià. “No existe exactamente una red, depende de factores como la traductora griega, Maria Chatziemmanouil, que es muy activa en este sentido”. También Galceran destaca la traductora del búlgaro, Neva Mícheva, país que llegó a estrenar al mismo tiempo cinco obras suyas.

“Hay lugares donde, sorprendentemente, el autor es más admirado que los intérpretes”, declara Galceran, que deja entrever un sentimiento que es común en muchos de los dramaturgos con los que ha hablado La Vanguardia. “Me parece indecente que los teatros públicos catalanes ni siquiera lean nuestros textos cuando los enviamos”, denuncia Josep Maria Miró, uno de los representantes de la hornada siguiente.

La Vanguardia los cita en el Romea, pero Cristina Clemente y Marta Barceló no pueden asistir porque están en Madrid y Mallorca, respectivamente. “Menciona las dificultades de la insularidad”, pide la dramaturga de Palma. Sí comparecen, además de Miró, Marta Buchaca, Guillem Clua y ­Joan Yago.

Sergi Belbel y Jordi Galceran, dos dramaturgos internacionales

Sergi Belbel y Jordi Galceran, dos dramaturgos internacionales 

Mané Espinosa

“Cuando montan una obra mía, tengo una sensación de irrealidad, y pienso cómo puede ser que les interesen unos temas que a mí me parecen muy de aquí. Y más aún si son lenguas que no conozco, como el croata o noruego –apunta Buchaca, que ha estrenado recientemente en Noruega con Clua–. Creo que es fuerte que te representen más fuera que en Madrid. Tenemos gente en Grecia, en Italia [donde se estrena una segunda producción de Rita] y en otros países, que están pendientes de lo que hacemos. Ves las programaciones de aquí y te das cuenta de que interesan más los ingleses. Así que nosotros seríamos los ingleses de otros países de Europa”.

“Estrenar fuera te amplía la mirada sobre ti mismo, porque yo escribo una obra, pero no tengo la verdad sobre aquel material”, confiesa Miró. “Sobre L’habitació blanca, como en la Argentina de Milei la educación está en una situación tan frágil, se convierte en el tema. Y en Brasil, donde se estrenó al poco de una muerte por bullying, este fue el tema. Un texto se resignifica según cuestiones culturales, de actualidad...”.

“Con respecto a la resignificación –continúa Clua–, la gente se ríe o no de un modo muy distinto de como lo hace aquí. Con estas experiencias he aprendido a soltar el control de mis obras. Como yo ya la he visto estrenada de una manera, según mi contexto cultural, me doy por satisfecho. El resto es una propina, que puede ser muy positiva y, a veces, también he visto grandes desgracias, pero ya no me preocupa”.

Clua también remarca que L’oreneta se estrenó antes en Londres y Atenas que en Madrid, y a Barcelona, en la versión original, llegó cinco años después. “Eso pasa porque fuera están pendientes de lo que hacemos, y aquí no nos pasa”. Y Miró, con siete obras en seis años en Uruguay, explica que, aunque ha habido textos que le han estrenado antes fuera, cuando le propusieron hacer el estreno absoluto de El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc, prefirió que fuera aquí: “Es mi paisaje y me pareció que tenía que ser en casa. Ahora, sin embargo, ya la han representado en más sitios”.

A pesar de no saber la lengua en que se representa, los autores tienen la sensación de entender la obra

Con respecto al interés local por la autoría catalana, Clua percibe un cambio: “En los últimos años, el teatro catalán ya da dinero, y por eso los privados se interesan más”. Pero Buchaca considera que “hay un desinterés de los directores de aquí por las obras catalanas”, aunque puntualiza que los tres son “unos privilegiados”: “Sabemos que estrenaremos”.

A Yago, acostumbrado a trabajar con La Calòrica, le sorprendió cuando Ricard Soler, un director catalán que vive en Montreal, le pidió Fairfly para hacerla. “Como es una comedia que habla de una problemática y dibuja un contexto muy internacional, me la han pedido de más sitios. Al Quebec no pude ir, porque era pandemia, pero a Turquía sí, y me decían que parecía que la hubiera escrito pensando en su país”.

“Algunos compañeros con más experiencia me dicen que, cuando se cambian las obras de contexto, afloran nuevos sentidos –manifiesta Yago–. Y al revés: en Rumanía, por ejemplo, no conocían muchos de los referentes de You say tomato, como Fred Astaire y Ginger Rogers, porque son occidentales”. Pero lo que al dramaturgo le resultó más chocante fue ver en París el estreno absoluto de las Entrevistes breus amb dones excepcionals : “Cuando después la hicieron en el TNC, me pareció extraño, porque para mí la original era la producción francesa”.

Y concluye: “Cuando ves una obra tuya en una lengua que no entiendes, identificas a los personajes enseguida y sabes por dónde están pasando a cada momento. Aunque, evidentemente, no eres capaz de entender una sola palabra, tienes la sensación extrañísima de estar entendiendo una lengua que no conoces”.

Marta Barceló triunfa con Tocar mare, una obra de la que en Grecia han hecho tres producciones. “Es muy curioso porque, sin saber griego, lo entendía. Después me han representado en otros países, como Rumanía, pero ya no es nunca como la primera vez. Moldavia y Chipre son dos de los lugares más curiosos donde me han representado. ¡Y ahora me traducen al finés!”.

“Me parece indecente que los teatros públicos catalanes ni siquiera lean nuestras obras”, denuncia Miró

Clàudia Cedó ha estrenado Una gossa en un descampat en Argentina y Polonia. “Y ahora quieren mover la versión teatral que hizo del libro de Irene Solà Canto jo i la muntanya balla ”, explica la agente Marta Fluvià. También Ramon Madaula verá versiones suyas de El tigre en China e Italia. Pau Miró ha llevado Els jugadors a cuatro países de Latinoamérica o Búfals a Francia, Italia y Portugal, entre otros. Cristina Clemente y Marc Angelet han visto la comedia Lapònia traducida a seis idiomas, entre los que están el checo y el croata, con representaciones también en Latinoamérica, e incluso en Miami. Finalmente está el fenómeno Esteve Soler, autor de la Trilogia de la indignació y la Trilogia de la revolució. Con traducciones a 18 idiomas y un centenar­ de estrenos en teatros de todo el mundo, es un desconocido para una buena parte de sus compatriotas.

“En alguna ocasión hemos encontrado algún plagio –revela Fluvià–. El más curioso fue una obra que se llamaba Big capital. Era El crèdit, de Galceran, en versión femenina. Sucedió en la República Dominicana y pudimos detener las funciones. Ahora, la productora de este plagio es la directora de un teatro importante y tiene vetada prácticamente toda la dramaturgia catalana y parte de la es­pañola”.

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