Siempre supo elegir sus papeles, de protagonista o como actriz de reparto, por su calidad y el reto interpretativo que conllevaban, aunque valoraba sobre todo al director, el guion y el equipo con el que iba a trabajar. Mujer comprometida y rebelde, reinó en las pantallas españolas y también en las internacionales. Marisa Paredes, una de las grandes damas de la actuación, falleció ayer en Madrid a los 78 años de un paro cardiorrespiratorio.
La carrera de Paredes, que arrancó en los años 60, fue una de las más prolíficas del cine nacional. Nunca le faltó trabajo. Rodó unas 75 películas, actuó en otras tantas series de televisión y se subió a las tablas teatrales en numerosas ocasiones.
Fue chica Almodóvar y los espectadores la recordarán con su ceñido traje verde y sus largos guantes rojos cantando aquel Piensa en mí en Tacones lejanos , pero Paredes fue también una de las actrices más demandadas por directores internacionales.
De niña, vivía cerca del teatro Español de Madrid y eso la llevó a soñar con ser actriz desde la tierna edad de cinco años. Hija de una portera y de un trabajador de una fábrica de cervezas, nunca renegó de sus orígenes humildes. A los 14 comunicó a su familia cuál era el camino profesional que había elegido y en su casa se desató una tormenta. “Solo mi madre me apoyó. Mi padre y mis hermanos pensaron que había escogido un oficio para gente bohemia y de mala vida”, contaba en 2014 en una entrevista con La Vanguardia .
Pese a los escollos familiares, Paredes siguió su camino y en los años 60 empezó a trabajar en el teatro y en los programas televisivos de Estudio 1 al tiempo que logró papeles de reparto en el cine bajo las órdenes de directores como Fernando Fernán Gómez.
Se hizo muy popular entre el público español en 1980 tras participar en Ópera prima, debut en la dirección de Fernando Trueba. La cinta estaba protagonizada, entre otros actores, por Óscar Ladoire y Kiti Mánver, que también se sumarían más adelante a la troupe de Pedro Almodóvar.
Paredes se incorporó al universo del director manchego en 1983 para convertirse en sor Estiércol, una de las monjas que pululaba por Entre tinieblas , una cinta en la que también estaban Julieta Serrano, Carmen Maura y Chus Lampreave. La actriz era ya una chica Almodóvar, pero eso no impidió que la llamaran otros directores. Se puso de nuevo a las órdenes de Fernán Gómez en Las bicicletas son para el verano (1984), uno de los éxitos de ese año. Después participó en otras dos películas destacadas, Tata mía (José Luis Borau, 1986) y Cara de acelga (José Sacristán, 1986).
Hija de portera y obrero de una fábrica, vivía cerca del teatro Español y a los 5 años soñaba con ser actriz
Y sin embargo, Paredes sentía que el éxito en la gran pantalla no acababa de llegar. Hasta que apareció Agustí Villaronga y le dio el papel de la esposa de un médico nazi en Tras el cristal (1986): “Por aquella época, tenía una espinita clavada, pensaba que no lograba hacerme un sitio en el cine, mientras en teatro y televisión me ofrecían lo mejor. Estaba enfadada, pero llegó Villaronga y me ofreció Tras el cristal, durísima película con nazis y perversiones sexuales, con un personaje sin una sola concesión, pero de imágenes bellas, expresionistas, inquietantes. Fue una excelente tarjeta de presentación”, relataba la actriz.
Tras actuar en otros títulos que pasaron desapercibidos y gracias a esa carta de presentación, Paredes estalló con todo su esplendor gracias al papel de Becky del Páramo en Tacones lejanos (Pedro Almodóvar, 1991). Victoria Abril y Miguel Bosé la acompañaron en esa aventura cinematográfica que dejó, en la voz de Luz Casal, dos canciones inolvidables, Piensa en mí y Un año de amor .
El tándem Almodóvar-Paredes funcionó a las mil maravillas y las pareja repitió con La flor de mi secreto (1995). Puede que sea una de las películas menos recordadas hoy del realizador manchego, pero es un melodrama delicioso en el que Paredes hacía de Amanda Gris, una escritora de novela rosa en crisis. “¿Existe alguna posibilidad, por pequeña que sea, de salvar lo nuestro?’, pronunciaba desesperada a su pareja, encarnada por Imanol Arias.
“Fue parte integral de mi vida. Me resultaba fácil dirigirla, se impregnaba muy pronto de mis indicaciones, de mis intenciones, de lo que quería mostrar en cada personaje. Y lo elevaba”, declaró ayer el realizador desde París, para quien Paredes “es parte integral de mi vida”.
Gracias a su trabajo con Almodóvar, la actriz madrileña se convirtió en uno de los nombres más destacados del panorama español, lo que le abrió las puertas a otras cinematografías. El mejicano Arturo Ripstein la fichó para trabajar en Profundo carmesí (1996) y el italiano Roberto Benigni le dio un papel en la maravillosa y laureada La vida es bella (1997), que narra la historia de un hombre encerrado en un campo de exterminio nazi que inventa un juego para evitar a su hijo el dolor del lugar.
Despuntó así la carrera internacional de Paredes, que trabajó a las órdenes de Guillermo del Toro en El espinazo del diablo (2001), Manoel de Oliveira en El espejo mágico (2005) o Edgardo Cozarinsky en Crepúsculo rojo (2003). Pero ella nunca se alejó de Almodóvar. Tuvo papeles luego en las oscarizadas Todo sobre mi madre (1999) –mejor película extranjera– y Hable con ella (2002) –mejor guion original–y en La piel que habito (2011), al lado de Antonio Banderas.
Reacia a contraer matrimonio, Paredes estuvo unida al cineasta Antonio Isasi-Isasmendi, con quien tuvo una hija, María Isasi (1975), que ha seguido los pasos de su madre. La intérprete, que se declaraba feminista y de izquierdas, fue distinguida con el premio Nacional de Cinematografía, la medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes y recibió en 2018 el Goya de Honor por su dilatada trayectoria. También ejerció de presidenta de la Academia de Cine entre los años 2000 y 2003.
Fue ‘chica Almodóvar’, trabajó a las órdenes de Trueba, Villaronga, Ripstein o De Oliveira y deja película póstuma
Su fallecimiento ocurrió de forma repentina. Paredes se sintió indispuesta el lunes por la noche y se acercó al hospital, donde murió de un fallo cardiaco, según relató ayer Chema Prado, su pareja durante cuarenta años. “Es una pérdida tremenda. Espero que se la recuerde como una extraordinaria persona y una magnífica intérprete” que “quería seguir trabajando”.
Y es que Paredes estaba preparando su regreso al teatro con el espectáculo Cargada de futuro , un monólogo dirigido por Lluís Pasqual que iba a estrenarse el 19 de febrero en el teatro Romea de Barcelona. Deja también una película por estrenar, Emergency exit, del catalán Lluís Miñarro, prevista para el 2025. En su última entrevista en televisión, en el programa de Marc Giró Late Xou, recordó su infancia pobre, su conciencia de clase y su huelga de hambre con 15 años para que su padre apoyase su vocación artística mientras soñaba con triunfar en un teatro Español que hoy acogerá su capilla ardiente.