Pactos de amor y muerte

Libros, cine y series que dan para reflexionar

La ficción incorpora nuevos ángulos al debate de la eutanasia y lleva a la conversación contemporánea la idea del suicidio en pareja

Serie 'truelove'

En esta serie británica, el suicidio asistido impacta a un grupo de amigos septuagenarios

CLERKENWELL FILM

La idea de una pareja que pudiera escoger morir por amor pertenecía, para el director de cine Carlos Marqués-Marcet, al mundo de la literatura y de las “ideas extremas”. Hasta que supo que una pareja de amigos actores, mucho mayores que él, tenían un pacto según el cual ninguno de los dos sobreviviría al otro. Han decidido que si uno enferma y desea la eutanasia, ambos se irán juntos: “Conociéndolos, y sabiendo el tipo de relación que tienen, me lo creí”. Esa fue una de las semillas de su película, Polvo serán, que está ahora en cartelera, un musical con canciones de Maria Arnal y coreografías de Marcos Moureau de La Veronal. Ángela Molina y Alfredo Castro interpretan a la pareja protagonista, una actriz y un director de teatro que deciden acabar de forma conjunta con su vida en Suiza al diagnosticarle a ella una enfermedad terminal. Mònica Almirall da vida a la hija que queda al margen y que no comprende esa decisión.

“Yo también me había convertido en padre en el proceso de hacer la película”, explica el director. “Y me intrigaba esa idea que va muy en contra de la corriente actual, padres que reivindican su identidad como personas antes que como padres. Los hijos esperamos que los padres sean, antes que nada, padres. Los míos no tienen una relación así, pero mis abuelos sí. Se querían más entre sí que a sus hijos, pero no hubieran hecho algo como la pareja de la película por motivos religiosos”.

El estreno del filme coincide con la reedición de un libro que Marqués-Marcet también tenía presente en el proceso de escritura del guion, Carta a D., de André Gorz. El texto breve se convirtió en un éxito inesperado en Francia en 2007, después de que el autor, cuyo nombre real era Gerard Horst, y su esposa, Dorine Keir, la D del título, muriesen juntos en un pacto de suicidio. Fallecieron por inyección letal, en su casa de campo, cuando él tenía 84 años y ella 83. Como en la película, él no padecía en ese momento ninguna enfermedad grave (aunque era mucho mayor que Flavio, el personaje de Alfredo Castro en Polvo serán ). Ella, en cambio, llevaba décadas sufriendo dolores paralizantes como consecuencia de una aracnoiditis, contraída por un producto, el lipiodol, que se inyectaba antes de algunas operaciones.

André Gorz escribió un breve texto como despedida de su esposa, Dorine Keir

André Gorz escribió un breve texto como despedida de su esposa, Dorine Keir

ÁTICO DE LOS LIBROS

“No quiero asistir a tu incineración; no quiero recibir un frasco con tus cenizas”, escribe Gorz al final de su carta de amor, que se publicó meses antes de la muerte de ambos. Para la editora española del libro, Claudia Casanova –ella lo contrató cuando trabajaba para Paidós en 2008 y se lo llevó cuando fundó su propio sello, Ático de los Libros–, el libro traza “una historia bella, y muy triste, que se puede leer como un alegato a favor de cuándo decir basta. ¿Hemos de vivir para siempre? Todos ansiamos ser centenarios exultantes, pero la realidad nos contradice”.

El texto de Gorz, uno de los pensadores de cabecera del Mayo del 68, amigo de Sartre y fundador de la revista Le Nouvel Observateur, se puede leer también como un acto de contrición. En el tramo final de la carta, el intelectual se arrepiente de haber enmascarado su arrebatado enamoramiento en su libro más famoso, el tratado existencialista El traidor, y de haber arrinconado, como mandaba la época, el amor romántico al lugar de los pequeños vicios pequeñoburgueses. “Haberme enamorado apasionadamente por primera vez, ser correspondido, era, aparentemente, demasiado banal, demasiado privado, demasiado común: no era un tema apropiado para permitirme acceder a lo universal”, escribe. Además, Dorine (la inglesa Doreen adoptó la grafía francesa de su nombre), apodada Kay en El traidor, quedaba retratada como un ser desvalido, una mujer que se consumiría y dejaría de vivir si desapareciese su hombre. Lo paradójico es que ahora que se reimprime el libro el amor romántico y, sobre todo, la idea de la pareja tan perfecta que es autosuficiente y no tiene sentido sin una de las dos mitades, vuelve a estar muy en entredicho, no tanto por burguesa como por debilitante. El ideal de la época pasa por la autorrealización, no por la dependencia.

A pesar de esa autoenmienda política y personal que hace un Gorz desesperado por ver consumirse a su esposa, el libro es también el reflejo de un matrimonio desigual muy propio de la época y del entorno, con una Dorine resolutiva y multiempleada (fue modelo, traductora, documentalista, archivista, gestora de derechos internacionales en una editorial) en el papel de esposa práctica, y siempre supeditada al gran hombre al que acompañaba.

Gorz explica también en el libro que ha dejado el periódico que fundó y que ya no tiene sentido escribir si no es para ella. También Flavio en Polvo serán piensa que su carrera de director teatral no tendrá sentido sin su Claudia, a la que ha colocado en el centro de sus producciones más famosas.

En la película, la pareja acude a una fundación suiza (no es una clínica, aclara Marqués-Marcet) para completar el proceso. El director hizo un par de viajes al país y se entrevistó con decenas de personas que trabajan en asociaciones por la muerte digna, aprovechando que Suiza mantiene vigente una legislación de los años 40 que despenaliza a quien asiste a un suicida, siempre que no exista un vínculo estrecho (que no puedan, por ejemplo, heredar). Finalmente, consiguió algo inédito, permiso para rodar en la casa donde tienen lugar esas muertes voluntarias, y con las personas que trabajan allí, acompañando a quienes acuden allí a poner fin a su vida. “Fue muy complicado, pero en Dignitas pensaron que es bueno que se rueden películas explicando el proceso. Ellos hicieron una edición de guion, para que todo fuera lo más fiel posible a la realidad”.

Carlos Marqués-Marcet consiguió permiso para rodar en una casa donde tienen lugar muertes voluntarias en Suiza

A medida que avanza en toda Europa la legislación en torno a la muerte asistida –el Reino Unido e Irlanda las han votado recientemente y en Francia el debate está ya en la cámara legislativa–, tiene sentido que el tema aparezca cada vez con más frecuencia en la ficción y que lo haga de maneras que no eran las habituales. La habitación de al lado, la personal adaptación que Pedro Almodóvar ha hecho de la novela Cuál es tu tormento, de Sigrid Nunez, también contiene de alguna manera un pacto de amor y muerte, en este caso entre dos viejas amigas sin relación sentimental. Lo mismo que True Love, la serie que acaba de incorporar Filmin a su catálogo y en la que el suicidio asistido impacta a un grupo de amigos septuagenarios que viven en la clase de ciudad pequeña y costera en la que se ruedan casi todas las series dramáticas británicas. La demencia temprana de una de las amigas y el “desayuno inglés completo” (así llaman al triple cáncer de páncreas, hígado y las glándulas linfáticas) que padece otro ponen a prueba el acuerdo que tienen entre todos para ayudarse a morir con la misma libertad con la que han vivido. La serie, que contiene agridulces reflexiones sobre la vejez y la muerte, se estrenó en el Reino Unido poco después de Mayflies, una producción que la BBC programó la Navidad pasada, y en la que dos amigos de la adolescencia se reencuentran en la mediana edad, cuando a uno de ellos le han diagnosticado un cáncer terminal. Aquí también es el amigo quien acompaña al enfermo a Suiza y le apoya en su decisión de buscar la eutanasia en contra del criterio de la esposa, que quiere que siga con la quimioterapia y retenerlo algún tiempo más.

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