El 27 de junio del 2021, John Carlin escribió en La Vanguardia un artículo sobre Nicaragua, “El odio más implacable”, que empieza así: “Traición, revolución, dinastía, incesto, asesinato, locura, un pacto con el diablo, una protagonista cruel, delirante y desquiciada: el guion del drama que vive Nicaragua lo tiene todo. El desafío sería cómo integrar tantos géneros –surrealismo, sátira, farsa y tragedia– en una sola obra”. Esa obra hoy existe y tiene forma de cómic, creado en comandita con Oriol Malet: Bestias (Astiberri / Comanegra).
Carlin vivió una época en Nicaragua durante los años ochenta: “Llegué por primera vez cinco años después de la insurrección que acabó con la dictadura de Somoza, todavía era la luna de miel con el sandinismo, en el que se depositaba mucha esperanza y fe, por fin había una izquierda de cara simpática que se adhería a los ideales de igualdad, como todos los anteriores pero con libertad de expresión. Era una revolución de izquierdas de buena onda, muy muy diferente a la de Cuba, que era asfixiante, y por supuesto a la Unión Soviética o la China de Mao. Hubo mucho romanticismo, pero también mucha esperanza política seria, yo participaba de esa ilusión y esperanza, la compartía ”. Ya lo saben, no acabó bien, y así lo cuenta el cómic, que narra, dice Carlin, “la colosal y terrible y trágica discrepancia entre esa esperanza que se despertó y la corrupción, represión y traición a todo lo mejor de la humanidad que hoy algunos aún llaman el movimiento sandinista, que básicamente es una dictadura tipo Ceaușescu, que también empezó con los ideales revolucionarios de la izquierda y acabó con una dictadura feroz”.
Ahora olviden lo que hemos escrito arriba, olviden Nicaragua, puesto que este nombre no sale en el cómic, como tampoco el de ninguno de los personajes, retratados como animales antropomorfos, en homenaje e inspiración de Rebelión en la granja de George Orwell. “En ese libro está implícita la sátira de la Unión Soviética pero es aplicable a muchísimos más contextos, básicamente de gente que llega al poder de manera revolucionaria con grandes y nobles ideales y acaban traicionando esos grandes y nobles ideales y convirtiéndose en tiranos iguales o peores que los que derrocaron inicialmente”, recuerda Carlin sobre un libro que tiene muy presente, porque “si eres un periodista que ha aprendido en el mundo británico, Orwell es una influencia colosal, y yo lo he leído mucho”.
El libro nació de uno de los artículos dominicales de Carlin ilustrados por Malet: ya era el esqueleto de un guion sobre el drama de Nicaragua
En su cómic, que además de caricatura y sátira tiene espacio para el humor, los cerdos tienen el poder y son derribados por la revolución que lideran las cabras, pero sus líderes se convierten en adictos al poder y empieza un proceso de cerdización, que para Malet es una de las aportaciones: “El lector puede ver cómo se van convirtiendo plásticamente, una metamorfosis que homenajea a Kafka, aunque hubo otras influencias gráficas, como una versión del libro de Orwell ilustrada por Ralph Steadman, con una estética muy grotesca, o Maus de Art Spiegelman, con los gatos nazis y los ratones judíos”, por no mencionar referencias indirectas a Macbeth o a Blancanieves (a la madrastra, más bien). Pero Malet también se autocita, pues tradujo ilustraciones que nacieron para algunos de los artículos dominicales de Carlin, con quien forma, dicen, “una orquesta de dos”. “Es algo muy orgánico, no sabemos cómo pero cuando nos reunimos cara a cara las cosas salen rápidamente. Por eso seguimos trabajando”, dice, y Carlin apostilla: “Somos infalibles, tenemos una química mágica. Lo que nos une es el interés en sacar el mejor libro posible, logramos apartar nuestros egos y nuestras frágiles vanidades y concentrarnos en lo práctico”.
Han hecho un cómic para “transmitir la idea de que el poder corrompe, y lamentablemente seguirá teniendo validez de aquí a 100 o 200 años, no vamos a mejorar. Somos una especie muy débil y muy corrompible y la historia demuestra que si estás en el poder después de un tiempo, la vanidad, el dinero y el poder te devoran y olvidas los ideales que te motivaron. Esto es aplicable a las revoluciones, pero también, en un sentido menos extremo, lo vemos en todos lados, ya sea en Catalunya, en España, en Inglaterra, en Estados Unidos o donde quieras, es una constante”.