Rodrigo y Gonzalo García Barcha, los hijos del Nobel colombiano, figuran como productores ejecutivos de Cien años de soledad, la nueva serie de Netflix. Gonzalo atiende desde París la llamada telefónica de este diario para hablar de una adaptación audiovisual que puede calificarse de histórica.
La factura visual de los capítulos está muy cuidada, a un nivel que asociamos más con Hollywood que con Colombia ¿no?
Para la industria colombiana es una producción sin precedentes. Ese es el punto más destacable. Los actores todos son colombianos, menos los que interpretan a los personajes extranjeros. No son de esas caras tan conocidas por haber hecho muchas otras series de éxito. La gente te dice: ‘No son como los imaginé’ porque todos tenemos una idea física preconcebida de cada uno de ellos, al leer el libro, y ahora vemos a otros que los encarnan. Esa fue una condición que Rodrigo y yo pusimos: que el proyecto fuera local, rodado en castellano y con los episodios que fueran necesarios.
Si en el libro hay gente que se pierde un poco en tan extensa genealogía, en la serie está todo más claro ¿no?
Compadezco a los chicos a quienes hacen leer Cien años... a temprana edad, en secundaria, cuando no todos son o serán lectores, no es una novela fácil, la genealogía es dificilísima. Yo la trataba de leer de muy joven y no llegaba muy lejos, con esos personajes distinos pero que se llaman igual. En realidad así son las cosas en el mundo real, yo le dije a un amigo que se quejaba: ‘A ver, Ricardo, ¿pero en tu familia cuántos se llaman igualmente Ricardo?’. Y un montón, claro...
¿Cuál ha sido su labor como productor ejecutivo?
¿Realmente? Nada. He tramitado la venta de los derechos. Rodrigo ha tenido una participación un poco mayor al estar él en el medio, como director de cine que es, y envió alguna pequeña nota al principio. Pero no es que la hayamos financiado ni participado en las partes esenciales. Creemos en la libertad creativa. En mi caso, no sería conveniente intervenir sin ser un profesional.
¿Asistieron al rodaje?
No. Nos invitaron pero voy a sets desde muy pequeño y sé que, a menos que tengas un papel, lo único que haces es estorbar. Que lleguen los hijos del autor al rodaje es un día de trabajo perdido.
¿Qué sintió al verla?
Me impactó el gran esfuerzo en el diseño de producción, la ambientación, la escenografía, la visión de todo el país, no solamente fotogénico, sino alucinante en tantos aspectos. Estoy muy flipado, es muy bello todo.
¿Qué pensaría su padre?
No sabría decirle, no sé siquiera si la hubiera visto. Mi madre seguro que sí. Él era, por decirlo así, su propia personita. Aunque no llegó a conocer el formato de serie para adaptar sus obras, él sí dijo que le parecía que el tratamiento adecuado para Cien años... era “una telenovela”. Y hemos puesto la condición que seguro hubiera puesto él: que estuviera hecha en Colombia por colombianos. Eso sí nos lo decía, que quizás de ese modo, y con muchas horas, podría hacerse.
Y con mucho presupuesto...
Sí, impresiona, pero parece que es un poquito menos que lo que costó la primera temporada de The crown. Era la manera de reflejar un universo tan rico.
¿No tiene más sexo la serie que el libro?
¿Le parece? Tenga en cuenta que, en países como la URSS, se publicó con el sexo censurado. Todo eso estaba en el libro, a lo mejor algunas escenas pasaban un poco más rápidamente: la pérdida de la virginidad de José Aureliano hijo en manos de Pilar Ternera, cuando el primer José Aureliano le quita a Úrsula el cinturón de castidad...
Detalle
“Me ha conmovido que aparezcan lenguas originarias, mi padre a veces las usaba”
Me ha sorprendido escuchar a personajes hablar en lenguas indígenas...
¡Eso me conmovió mucho! Gabo siempre tuvo familiaridad con las lenguas originarias, ya en su misma casa, él mismo nos enseñó algunas palabras del idioma que él llamaba guajiro, lo que es el wayú, y alguna vez lo vi comunicarse con la abuela con alguna frase así. Es un aspecto suyo poco conocido.
Creo que los wayús hasta le nombraron palabrero mayor, ¿no?
El apellido Iguarán, que tenemos en alguna parte de la genealogía, es de un clan de la Guajira. Recuerdo que, cuando murió mi abuelo, el marido de Luisa, le pasaron a Gabo como primogénito esos valiosos bastones wayú que conservamos en la casa de Cartagena de Indias y que a él lo denominaban desde entonces el jefe de la familia. Esa presencia de lo wayú la apreciaba mucho, y todo el rollo de los sueños le viene de esa cultura, que da gran importancia a lo que sueñas. Por eso eran una herramienta importante para su trabajo. A nosotros nos ejercitó desde niños en contar nuestros sueños.
¿Ah, sí?
Cuando nos despertábamos, nos preguntaba siempre por ello, era una de las costumbres cotidianas. En la introducción a Doce cuentos peregrinos habla de un sueño que tuvo.
¿Qué ha sentido al ver la reconstrucción de Macondo en el departamento de Tolima? Hicieron cuatro pueblos distintos para el rodaje...
Claro, es que evoluciona mucho... y termina en ruinas. Uno de los chistes es que van rehaciendo y deshaciendo el set.
¿Lo van a conservar?
Es que Colombia misma es así, todos esos modelos de pueblos siguen existiendo, los de cañabrava y palma y los más prósperos que aparecen más adelante.
Imagine que la segunda temporada acaba con tanto éxito que Netflix les propone una tercera inventándose la continuación. ¿Qué responderían?
Creo que diríamos que no. Aunque Rodrigo comenta que Gabo tenía mucho más material que el que entró finalmente en la novela, no sé qué se hizo de él, en el archivo de Texas no está. Yo tengo una teoría: si cambias el orden de los libros que Gabo escribió te aparece la historia entera de Colombia: la colonia en El amor y otros demonios, luego Bolívar y la independencia en El general en su laberinto, luego Cien años de soledad –que calculo que va de 1860 a 1960–luego Noticia de un secuestro, Relato de un náufrago, y en la póstuma, En agosto nos vemos, ya hasta habla del turismo masificado de hoteles.
La voz en off ¿qué le sugiere?
La veo como el libro que está leyendo el último de los Buendía, el que escribió Melquíades.
¿Habrá más adaptaciones?
Quién sabe, se han adaptado la Biblia, Guerra y paz, Los hermanos Karamazov, el Quijote, Moby Dick... y más de una vez. Es algo inevitable. En vida de Gabo, ya se hicieron las películas, por ejemplo, de El amor en los tiempos del cólera o El coronel no tiene quien le escriba, por ejemplo. Para nada queda descartado poder hacer otras obras.