Editoriales periféricas, al rescate de los clásicos modernos
Obras que nunca mueren
Sellos como Athenaica, El Paseo, Altamarea, Adesiara, o las proverbiales colecciones de clásicos de Cátedra, Alianza o la Fundació Bernat Metge batallan por conservar un hueco entre las novedades de las librerías
Este 2024 quedará en la memoria literaria de Catalunya por Un Cor Furtiu (Destino), la biografía de Josep Pla firmada por Xavier Pla, sin parentesco alguno con el escritor de El Quadern Gris. La monumental obra rinde justicia al autor ampurdanés tanto por colmar un enorme vacío, como por abordar desde una infinitud de matices a una figura tan controvertida y en más de una ocasión condenada desde el desconocimiento de su enorme complejidad.
La bibliografía planiana es casi infinita, sin que ello signifique facilidad para localizarla en las librerías. Por ejemplo, en 1998 Valentí Puig publicó El hombre del abrigo, un ensayo donde situaba con maestría al prosista en el siempre violento entramado de la pasada centuria. Pla no era original ni tenía fantasía, pero cumplió con estrépito su papel de cronista entre viajes, artículos y reflexiones que bien podrían otorgarle el título de último moralista europeo en la senda francesa de Blaise Pascal o su admiradísimo Henry Beyle, Stendhal para la posteridad.
Obras destacables, caídas en desgracia, desaparecen de las librerías y el lector ávido debe buscarlos en negocios de segunda mano, a veces a precios desorbitados
El libro de Puig era inencontrable por un defecto habitual de la edición española: la escasez de reediciones que obliga a muchos lectores a buscar estos títulos, caídos injustamente en desgracia, en negocios de segunda mano, donde en ocasiones alcanzan precios exorbitantes.
Para remediar este problema algunos sellos independientes decidieron tomar cartas en el asunto como si fueran los irreductibles galos de Astérix en el mercado nacional, en este sentido a años luz del europeo, donde es normal disponer en las estanterías de clásicos antiguos y modernos.
Lo más curioso de la cuestión es que la editorial más destacada en los últimos años en esta labor de rescate, no en vano los libros viven más si están al alcance de los lectores, no es de Madrid ni de Barcelona, sino de Sevilla. Athenaica inició sus pasos en 2015. Hoy en día sus editores son Alfonso Crespo, Ignacio F. Garmendia y Manuel Rosal. Preguntados por el espíritu de sus ediciones responden que su objetivo es “perseguir una determinada excelencia, un rigor en la forma y en el fondo que logre destacarnos en el difícil mercado del libro”. Una de sus anomalías radica, además de sus blancas cubiertas que recuerdan a las francesas de Les Éditions de Minuit, en apostar por el rescate de literatura académica de calidad que pueda defenderse en librerías como, sin ir más lejos, el imprescindible La Viena de Wittgenstein, de Alan Janik, publicado por vez primera en nuestro país en el lejano 1974 por Taurus, sólo reeditado en 1995.
Alan Janik y Valentí Puig coinciden, además de pertenecer al catálogo de Athenaica, en poder ser etiquetados como clásicos modernos, autores con capacidad de trascender a su tiempo al tratar con rigor e independencia temáticas fundamentales. Esta tipología de autor escribe desde unas ideas ajenas al presentismo imperante y tiene la noble aspiración de permanecer. Para el triunvirato de la editorial sevillana el rescate de clásicos modernos “se basa en trabajar en libros que nos parecen importantes con independencia de si son bien o mal tratados en las mesas calientes de las librerías porque van a quedar y testimonian un trabajo cuidadoso.”
Fruto de este empeño han resucitado a joyas universales, no en vano en su colección lucen Marcel Proust, con El caso Lemoine y Salones Parisinos, las míticas Conversaciones de J.P. Eckermann con J.W. Goethe, los Diarios íntimos de Juan Ramón Jiménez o una de sus propuestas más valoradas que entronca con ciertas tendencias de la contemporaneidad: La autora de La Odisea, de Judith Butler.
Además de estos inmortales de Occidente también han hallado un filón, que debería hacer reflexionar a los grandes grupos, en autores españoles aun en activo como el mismo Valentí Puig, Félix de Azúa, Andrés Trapiello o Miguel Marías, todos ellos con una trayectoria impresionante que sin el renacer de algunos de sus títulos no podría entenderse en su justa dimensión.
Recuperar a clásicos modernos es otra forma de construir presente y futuro. Es, remarcan los tres editores, “conferir una vida extra a libros condenados a un difícil acceso o a la simple y pura inexistencia entre nosotros.” Estos volúmenes se complementan con una línea afín de novedades, como la traducción del catalán de Un diálogo imaginario, de Lluís Maria Todó, o la del francés de La segunda mujer, de Murielle Joudet, sin olvidar sus platos fuertes para la rentrée, Amnistía de Josu de Miguel o El peronismo explicado a los españoles, de Darío Adanti.
Estas editoriales luchan contra las 'mesas calientes', las novedades de corta existencia en las estanterías de novedades de las librerías, y contra el olvido en el almacén
Otros sellos como el también hispalense El Paseo, Altamarea, Adesiara o las proverbiales colecciones de clásicos de Cátedra, Alianza o la Fundació Bernat Metge, centenaria desde 2023 y bajo el paraguas de la Cooperativa Abacus, también juegan en esta liga tan complicada, más aún porque el sistema editorial español se supedita al insensato ritmo de las mesas calientes, siempre preparadas para acoger novedades de corta existencia en las librerías, difuntas al cabo de pocas semanas por la urgencia de colocar cualquier novedad sin apenas respiro, bien para el lector, bien para todas estas páginas, muchas de ellas habituadas a reposar en ese banquillo literario llamado almacén.
Inquiridos por si sus hijos pueden desafiar a este fenómeno, los editores de Athenaica reflexionan sobre la tristeza de un panorama donde “siempre hay menos librerías de fondo, a lo que se añade como los libros de las mesas calientes suelen ser siempre de las mismas editoriales”, algo que excluye a muchas tildadas de románticas al distanciarse de una comercialidad normativa, cuando en realidad ajustan su cometido a una perspectiva europea poco valorada en estas latitudes. La cuestión, concluyen, “quizá merecería otra encuesta más en profundidad al gremio de los libreros y no tantos a los editores”.