Sondra Radvanovsky y Piotr Beczala ★★★✩✩
Lugar y fecha: Liceu (24/X/2024)
Una Radvanovsky imperial, un Beczala sin mácula y una solvente Simfònica del Liceu fueron las insignias de un recital tutto Puccini en el centenario del último gran compositor operístico italiano.
La orquesta del Liceu sonó cohesionada y orgánica, pese a la falta de un fraseo más teatral y un dinamismo más cinematográfico. No en vano fue Puccini el gran antecedente de la música que triunfaría luego en el séptimo arte, gracias a una orquestación visual como pocas en la historia de la ópera.
La directora Keri-Lynn Wilson concertó con acierto pero faltó la intensidad emocional que Puccini demanda.
Sondra Radvanovsky, seguramente la diva que más ha cantado en el Liceu desde su reinauguración, siete títulos, repitiendo como Tosca en 2014 y 2023. También hay que sumar sus ¡siete recitales!, en solitario, con otros cantantes y en galas del Liceu. Por todo ello le fue concedida la Medalla de Oro del Liceu en 2023. La diva americana sigue cantando con unas facultades impresionantes a sus 55 años, y demostró que por carisma, cariño del público y complicidad, es una de las cantantes favoritas de un teatro que la adora.
La voz sigue regia, de volumen atronador, con un control de los reguladores de maestra, un tercio agudo punzante y una voz de pecho eficaz. Volvió a demostrar que como Tosca o Turandot sigue siendo de las mejores. La personalidad de su color característico, la entrega pasional de su voz y su temperamento como actriz rubricaron un recital donde sorprendió como Mimí, papel que no cantaba hacía más de veinte años, o como una prometedora Cio Cio San, un rol inédito en su carrera.
Por su parte, la elegancia del fraseo, la perfección técnica, a pesar de una pérdida de brillo en su timbre plateado, y el perfecto control de la tesitura, hicieron de Beczala un tenor generoso. Acusó un visible cansancio que lo hizo brillar por debajo de Radvanovsky, pero ambos empastaron sus instrumentos luciendo esmalte, armónicos y expansión sonora.
Una fiesta lírica que mereció tres bises: imponente Pace de La forza del destino verdiana por Sondra, un inefable Dein ist mein ganzes Herz de la opereta El país de las sonrisas de Franz Léhar por Beczala, y el consabido Brindis de La Traviata para un final popular con el publico puesto en pie.