L a artista sueca Hilma af Klint (1862-1944) nació antes de tiempo, cuando el mundo aún no estaba preparado para ella. A lo largo de su vida produjo más de 1.300 obras que solo fueron vistas por un puñado de personas y dejó instrucciones de que su prodigiosa producción no se exhibiera hasta veinte años después de su muerte, cuando contaba 81 años. Creía que el público del futuro sería más receptivo a sus pinturas altamente esotéricas, con su vocabulario de pétalos, soles, palomas, cisnes, caracolas, espirales cósmicas, círculos concéntricos, planetas, triángulos radiantes, y seres aparentemente antagónicos que se funden en un mismo sexo. El tiempo le dio la razón.
El nombre de Hilma af Klint apareció prácticamente de la nada en el 2013, con una exposición en el Moderna de Estocolmo que la presentó como la auténtica pionera de la abstracción por delante de gigantes como Kandinski, Malévich o Mondrian. Cinco años después, el Guggenheim de Nueva York le dedicó una retrospectiva por la que pasaron 600.000 visitantes, lo que la convirtió en la más vista de la historia del museo. Y hoy desembarca en el Guggenheim Bilbao como si se tratara de una estrella del rock, un honor inesperado para una médium cuya mano se movía al dictado de los seres superiores.
Su retrospectiva del 2018 en el Guggenheim de Nueva York fue la más vista de la historia del museo
Hilma af Klint no fue exactamente una foraster a en el mundo del arte. Tenía formación clásica (estudió en la Real Academia de Bellas Artes) y talento para la composición y el color, y triunfó como pintora de paisajes y retratos, antes de que su atracción por los descubrimientos científicos de la época (el átomo, los rayos X...), la antroposofía de Rudolf Steiner y lo sobrenatural la llevaran a pintar los mundos invisibles que se esconden en la naturaleza, el reino espiritual y lo oculto. A buscar luz en la oscuridad. “Las sesiones de espiritismo eran una práctica habitual entre científicos e intelectuales de la época, que trataban de comunicarse con seres invisibles en busca de una verdad”, señala Lucia Agirre, comisaria de la exposición junto a Tracey R. Bashkoff, directora de colecciones del Guggenheim neoyorquino y responsable de la muestra del 2018, aquí ampliada con obras y series.
Hilma af Klint formó el grupo de las Cinco (Cornelia Cederberg, Sigrid Hedman, Mathilda Nilsson y Anna Cassel), con las que, cada semana durante 10 años, realizaba sesiones espiritistas en las que experimentaban con escritura y dibujo automáticos mucho antes que los surrealistas. Fue en una de esas reuniones cuando recibió el encargo de crear su obra más importante, Las pinturas para el templo , una selección de las cuales (pintó 193) constituyen el corazón de la muestra de Bilbao, incluidas las monumentales Los diez mayores, de más de tres metros, cuyo destino era un templo de alabastro con una torre astronómica y una escalera de caracol en su interior. Nunca se construyó.
Pero quedan sus emocionantes pinturas libres y psicodélicas, la visión de un mundo armónico entre opuestos. Af Klint no confiaba en su tiempo, pero se preocupó mucho por la posteridad de su arte: fotografió y transcribió minuciosamente todas sus obras en 125 cuadernos. Al final de su vida liberó la mano de los espíritus y pintó acuarelas con formas botánicas.
“Queda aún mucho por descubrir”
“Es más fácil convertir a una mujer en una bruja loca que cambiar la historia del arte para acomodarla. Todavía vemos a una mujer espiritual como una bruja, mientras que celebramos a los artistas masculinos como genios”, declaró Halina Dyrschka con motivo del estreno de su hermoso documental Beyond the visible (2019). Hilma af Klint, que perdió la vida a consecuencia de una accidente en un tranvía, ha sido objeto también de una película, Hilma, (2022), dirigida por Lasse Hallström, y entre otras publicaciones el pasado año se editó el libro ilustrado Hilma af Klint, visionaria (Atalanta). Pese a que apenas hay obra suya en el mercado, el interés no ha dejado de crecer. “Para las historiadoras del arte es aire fresco”, admite Lucia Agirre. “Tenemos su obra, pero aún nos queda mucho por descubrir. Estoy segura de que mucho de lo que hemos escrito o planteado dentro de 20 años estará totalmente obsoleto”.