Loading...

“Esqueleto completo, 11.770 pesetas”

A fondo

El Museu d'Arqueologia compró en 1974 dos esqueletos de vietnamitas para docencia e investigación

El Museu d'Arqueologia mantiene fuera de uso los esqueletos de dos vietnamitas 

Miquel González / Shooting

En 1974, 11.770 pesetas eran un dineral, casi el doble del sueldo mínimo; hoy serían 70,90 euros. Es el precio de una osamenta humana completa adquirida por el entonces Museo Arqueológico de Barcelona, que hoy conserva el Museu d’Arqueologia de Catalunya (MAC).

Esa cantidad viene en un dossier de pagos de la Diputación de Barcelona, que era titular de la institución, y ha sido localizada a petición de este diario por el personal del Arxiu General de la Diputació, en una labor de varios meses. El pago lleva fecha de 7 de diciembre de 1974.

Junto al esqueleto, el Museo adquirió también tres cráneos humanos, con un monto total de 35.080 pesetas; algo más de 211 euros. Se trata en los tres casos de “cráneo humano”, uno de ellos de “hueso natural, despiezado”, por 8.535 pesetas; el segundo “con un corte horizontal y un corte mediano sagital”, por 7.800 pesetas; y una tercera pieza “con un corte horizontal”, por 6.975.

Las facturas de un esqueleto y cuatro cráneos vendidos por J. Juan Sellas al entonces Museo Arqueológico de Barcelona en 1974 

LV

El suministrador del material, tal como consta en el membrete, es J. Juan Sellas, una empresa de Barcelona aún existente que se dedica a la venta de material médico y ortopédico.

Con toda probabilidad se trata de uno de los dos esqueletos que han generado un encendido debate bioético en el MAC. En marzo, este diario publicó que la institución conserva desde los años 70 dos esqueletos completos que, a falta de documentación que lo acredite, se cree que corresponden a una mujer y un hombre de origen vietnamita. Eso recuerda la memoria oral en el MAC. Las facturas de J. Juan Sellas no aclaran nada al respecto. La Vanguardia consultó a la empresa sobre la procedencia del material distribuido en Barcelona en el pasado, pero no obtuvo respuesta.

El MAC conserva los restos en sendas cajas, en un almacén, y ya no los utiliza, ni para la investigación ni para las exposiciones.

También las universidades Autònoma de Barcelona (UAB) y de Valladolid tienen esqueletos adquiridos en los años 70 y de similar procedencia, según el rastreo que este periódico hizo por una docena de universidades y museos. Además de las disecciones anatómicas en las facultades de Medicina, los estudiantes de ciencia forense, de antropología biológica y de arqueología necesitan esqueletos para su formación.

Las universidades Autònoma y de Valladolid conservan una docena de esqueletos de origen vietnamita adquiridos en los años 70

“Tenemos dos vietnamitas, uno montado y otro sin montar. En realidad no sabemos de dónde son, pero siempre nos han dicho que eran vietnamitas y que fueron comprados en los años 70. Me imagino que son de los inicios de la Autònoma, pero de los años 70 no conservamos ni facturas ni documentación. Es cierto que estos esqueletos tienen una morfología asiática, por la estructura del cráneo y las medidas”, explica la vicerrectora de investigación de la UAB, Assumpció Malgosa.

Esta universidad los ha empleado hasta ahora en sus clases pese a que, en los últimos años, los ha ido adquiriendo de plástico. “Los huesos de plástico no generan las mismas sensaciones, no tienen la misma porosidad”, señala la vicerrectora. Por eso los esqueletos ‘vietnamitas’ se utilizan todavía en las clases de osteología de los primeros cursos.

“Ahora no los compramos reales por una cuestión ética y porque los de plástico se hacen mejor que antes. También son más resistentes. No es que hayamos hecho una reflexión, es que no nos sale utilizarlos… Son humanos”.

Ahora no los compramos reales por una cuestión ética y porque los [esqueletos] de plástico se hacen mejor que antes"

Assumpció MalgosaVicerectora de Investigación de la UAB

El Departamento de Anatomía y Radiología de la Universidad de Valladolid tiene una decena de esqueletos del mismo periodo. Su director, Juan Francisco Pastor, detalla que la mayor parte de los cadáveres y esqueletos que circularon por España a lo largo del siglo XX eran suministrados por la empresa francesa Auzoux, que nació a mediados del XIX.

“Los cadáveres que importaban llegaban sobre todo de la India. Los preparaban y los vendían a facultades y museos”, explica. Uno de los cráneos que posee el departamento de Pastor lleva justamente el sello de Auzoux.

Un cráneo que conserva la Universidad de Valladolid con el sello de Auzoux 

ARCHIVO

Durante más de un siglo, India fue uno de los máximos exportadores de esqueletos humanos. Vendía a un ritmo de 65.000 esqueletos al año entre 1930 y 1985, hasta que ese año el gobierno indio prohibió las exportaciones de restos humanos. Se estima que a día de hoy más de dos millones de esqueletos de origen indio están distribuidos en colecciones por todo el mundo.

José Ramon Sañudo, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, detalla que Auzoux funcionó hasta hace pocos años y que vendió cadáveres “por toda Europa. Las leyes francesas eran permisivas, y eran cuerpos obtenidos legalmente en Indochina, su vieja colonia. Los ensamblaban en París, en un taller del Barrio Latino. Fue un negocio enorme”.

Para abordar esta cuestión, el Museu d’Arqueologia de Catalunya ha convocado el 8 de noviembre una jornada internacional de debate, coordinada por la antropóloga del MAC y experta en la materia Núria Armentano: ¿qué deben hacer los museos con los restos humanos que conservan? La abrirá el director del MAC, Jusèp Boya, y asistirán entre otros los arqueólogos o antropólogos Nicholas Márquez-Grant (Universidad de Cranfield), Valeria Amoretti (Parco Archeologico de Pompeia), Trish Biers (Universidad de Cambridge), Pauline Asingh (Moesgaard Museum Dinamarca), Antònia Díaz-Carvajal y Marta Riba (de Iltirta Arqueologia), Maite Miró Alaix (jefa de patrimonio arqueológico de Barcelona), Dominika Nocirarová (antropóloga de Cementiris de Barcelona) y Emili Revilla (Museu d’Història de Barcelona).

El Museu d'Arqueologia ha convocado el 8 de noviembre una jornada con expertos internacionales para debatir sobre el uso de humanos en las instituciones culturales

Una sesión se dedicará al caso concreto de la necrópolis judía de Roquetes, en Tàrrega, que vivió meses atrás un polémico episodio. En febrero se entregaron a la Comunidad Israelita de Barcelona los restos de 84 judíos masacrados en el pogromo de Tàrrega de 1348. Llevaban desde 2007 (cuando fueron descubiertos) a la espera de que se hicieran los estudios arqueológicos oportunos, pero la falta de fondos los había dejado en un almacén. Ya en aquel año hubo gran escándalo en la comunidad científica porque la Generalitat cedió a la presión de algunas personas de la comunidad judía y entregó otros 170 cuerpos sin apenas estudiarlos, pese a que eran un tesoro arqueológico y a que la ley de patrimonio obliga a estudiar los restos antes de su inhumación. En 2023 se encargó un estudio de urgencia antes de entregar el resto de cuerpos.

“El trato de los restos humanos requiere consideraciones éticas más allá de las que tienen otras clases de materiales arqueológicos”, reflexiona Armentano. “La ética en la antropología implica tratar los restos humanos con el máximo respeto, consideración y responsabilidad, independientemente de la cronología, contexto, procedencia, edad o sexo. Los restos humanos tienen un valor intrínseco y en muchos casos emocional para la mayoría de personas y colectivos, porque se trata de restos de individuos de nuestra especie y en ocasiones de ancestros de nuestra propia historia y comunidad”.

La ética en la antropología implica tratar los restos humanos con el máximo respeto, consideración y responsabilidad"

Núria ArmentanoAntropóloga

De ahí que el destino de los restos humanos que hubieran podido obtenerse “en circunstancias irregulares o que se consideran inaceptables actualmente” debe abordarse “con consciencia plena y deliberada de todas las circunstancias históricas y a la luz de la situación actual”, añade Armentano.

La jornada servirá para avanzar en un protocolo sobre el tratamiento museístico de los restos antropológicos del MAC.

“Los restos humanos en los museos es una cuestión en desarrollo; es posible y positivo que estas políticas deban revisarse en el futuro”, añade la antropóloga. “Para coger los huesos y enterrarlos... no me parece adecuado. Las colecciones osteológicas tienen una función muy importante”, contrapone Pastor. En referencia a los dos vietnamitas del MAC, matiza que “no son dos personas: son huesos que fueron de dos personas”. “Bien que en los museos se exponen momias, ¿no? Y a mí me parece que si se explica su contexto es bueno para el saber”, añade.

La momia de Ramsés II, en su instalación del Museo Nacional de la Civilización Egipcia 

Patrick Landmann / Getty Images

Francisco Rojo, catedrático de veterinaria de la Universidad de León, opina que esqueletos como los del MAC “deben ser eliminados de la exhibición pública, aunque en su día fuera rutinario o normal. Debemos estudiarlos, aclarar las incógnitas e intentar que aporten conocimiento, nada más”. “Antes de tomar cualquier decisión –añade– hay que pensar muy bien las cosas, y sin magnificar el problema”.

Más allá de adquisiciones concretas, numerosas universidades han ido ­creando para su actividad docente e investigadora ingentes colecciones de restos humanos, con donaciones, cementerios, o excavaciones.

El más grande de España pertenece a la Universidad de Granada y consta de restos de unos 5.000 humanos desde el Neolítico, hace unos 9.000 años. “Hoy salen esqueletos por todas las excavaciones y se quedan en los almacenes. Frecuentemente se quedan perdidos y no se estudian. Yo siempre he propugnado que se centralicen y sean estudiados”, defiende Miguel C. Botella, catedrático de Antropología Física de la Universidad de Granada e histórico responsable de dicho repositorio.

Bien que en los museos se exponen momias, ¿no? Y a mí me parece que si se explica su contexto es bueno para el saber”

Juan Francisco PastorUniversidad de Valladolid

La UAB también cuenta con una pequeña colección documentada, compuesta por unos 35 individuos enteros, que se inició hacia el año 2000 pero fue abandonada al cabo de dos o tres años.

“Los restos provenían de cementerios, de nichos que debían ser vaciados y de los cuales los familiares no querían saber nada. El tipo de restos que normalmente van al osario”, afirma Malgosa. “El acuerdo era con un cementerio y se paró porque el propio cementerio no lo veía claro. No era de Barcelona. Una familia que inicialmente estuvo de acuerdo se lo repensó y reclamó sus restos. Se lo devolvimos. Sin problema alguno, naturalmente”. 

Los investigadores de la UAB siguen trabajando con aquellos restos, que están almacenados en cajas, donde está escrito el sexo y la edad y un número de referencia. En un archivo constan los nombres y apellidos de cada uno. Para el estudio de la variabilidad del ser humano en el espacio y el tiempo, antropólogos y arqueólogos necesitan trabajar con colecciones documentadas: restos humanos con los que comparar los hallazgos arqueológicos.

Muchas universidades tienen repositorios de huesos para hacer estudios: el de Granada, el mayor del estado, tiene unos 5.000 restos, del Neolítico hasta hoy

Fue el propio Pastor quien en 1987 inició en Valladolid una colección osteológica que hoy tiene unos 250 ejemplares. Firmó un acuerdo con los cementerios de su ciudad y de Palencia para quedarse aquellos huesos que a los diez años del sepelio acaban en la fosa común. “Nos dan las bolsas con la edad y el sexo, nosotros los limpiamos y los etiquetamos. Es una osteoteca para la universidad y la investigación, y da calidad a la docencia”. “Tenemos un museo con muchos cráneos, algunos con callo óseo, tumores y otras enfermedades. No es un gabinete de curiosidades humanas, eso existió hasta hace unos 100 años y hoy es impensable. Hay que desterrarlo”, concluye.

Como hace 50 años, hoy se puede todavía comprar un cadáver. Algunas empresas norteamericanas los venden, tras donaciones en vida. Con el transporte incluido hasta España, puede costar entre 9.000 y 10.000 euros, frente a los 600 que cuesta uno de plástico. “Hay gente que con eso se paga los gastos de la funeraria”, explica Pastor.