Carlinhos Brown: “Barcelona me dio la oportunidad de mi vida”

Jueves 12, Paral·lel 62

El músico bahiano regresa a la ciudad que cambió su carrera entre los fastos del Forum de les Cultures

Carlinhos Brown, en una imagen promocional

Carlinhos Brown, en una imagen promocional

Magali Morais

Han pasado 20 años desde que António Carlos Santos de Freitas, más conocido como Carlinhos Brown, actuara por última vez en solitario en Barcelona. Entonces lo hizo montado en un enorme camión que transformó el paseo de Gracia en un sambódromo. A lomos del vehículo iba el alcalde Joan Clos, responsable de la fiesta a cuenta de la disparatada factura que dejó el Fòrum de les Cultures, del que Brown quedó como gran emblema junto a los guerreros de Xian y el propio fracaso de la cita.

Ajeno a este contexto, el músico de 61 años disfrutó de un éxito sin precedentes, un grato recuerdo que ahora quiere rememorar con una actuación este jueves 12 en la sala Paral·lel 62 (21 h) donde compartirá cartel con Chambao dentro del ciclo Iberoexperia. “Vuelvo para una celebración con otra visión, con otra madurez como músico y como persona a un sitio que me ha hecho crecer”, comenta el bahiano desde Madrid, donde se encuentra para actuar en la sala Riviera. Su concierto estará formado por temas propios, ritmos carnavaleros, canciones que grabó junto a su admirado Sergio Mendes (fallecido la semana pasada a los 83 años), y aquellos surgidos de Tribalistas, la formación que lo aunó con Marisa Monte y Arnaldo Antunes, y que le trajo de vuelta a Barcelona en el 2018.

Su paso por Barcelona despertó el interés de ciudades como Madrid o Valencia, donde repitió su éxito frente a más público

Cuando le invitaron por primera vez a tierras catalanas, en el 2004, “se me puso la piel de gallina”, recuerda Brown. “Fue algo importante, yo sabía de la importancia que tiene Barcelona a nivel de comunicación para todo el mundo”. El músico criado en la favela de Candeal recuerda que en aquellos tiempos se le acercó una vidente por la calle que le dijo “ahora vas a brillar”, y se marchó sin pedirle dinero. Aquella mujer “tenía una energía que no conocía y no quiero conocer, sólo quiero que continúe la alegría, porque salir de un sitio como Candeal y hacer conciertos multitudinarios con esa imagen limpia de la ciudad, verdaderamente es algo de Dios”.

No le faltaba razón a la hechicera: su paso por Barcelona despertó el interés de ciudades como Madrid o Valencia, donde repitió su éxito frente al doble y el triple de público, lo que transformó para siempre la carrera del autor de Maria Caipirinha, que llegó a actuar en Nueva York delante de un millón de personas. 

Antes de viajar a Barcelona, Brown era visto en Brasil como “un compositor activista, que hablaba de la no violencia, del cuidado por las mujeres o de la atención en las favelas”, recuerda el músico conocido por su trabajo con los niños de la favela de Candeal, donde él mismo creció. “Eso no gustaba a las clases altas, de gran poder adquisitivo, que me impedían crecer porque pensaban que quería presentarme a las elecciones. Pero lo que yo hago es política cultural”. De ahí el agradecimiento a Barcelona, “me dio la oportunidad de mi vida”. Brown llegó cargado de dudas, pero se encontró con una ciudad dispuesta a seguirle, y un espacio “para ser feliz, banal si quería, o triste si quería, un espacio para ser yo”. Así fue como su imagen cambió en Brasil, “se dieron cuenta de que tenían allí a uno de sus grandes compositores, y yo disfrutaba de ese trabajo”.

“Componíamos algo con mucha brasileidad”, temas considerados “de baja calidad” en una época dominada 
por el rock nacional

En sus más de 40 años de carrera, Carlinhos Brown ha tenido la oportunidad de trabajar con los grandes de la música brasileña, artistas como Djavan, Joao Gilberto o Caetano Veloso, un bahiano como él que fue quien le invitó a ir a Río, ciudad en la que a conocer su música percusiva. “Hacía una mezcla de un afro sinfónico, y Joao Gilberto me decía que yo tocaba con una sofisticación muy grande, que tanto podía ser una batucada fuerte como casi silencio”.

Desde sus comienzos, cuando con 17 años componía música para publicidad de supermercados y bancos junto a Luiz Caldas, la música de Brown ha estado ligada al axé, un ritmo propio de Bahía que ha influenciado a numerosos géneros, de la samba al reggaeton. “Componíamos algo con mucha brasileidad”, temas considerados “de baja calidad” en una época dominada por el rock nacional, y que un periodista “que Dios siempre lo bendiga”, denominó Axé de forma despectiva, recuerda el músico de sus primeros pasos. “Pero el público estaba muy fuerte con nosotros, y en las radios se convirtió en número uno”. El término axé está vinculado a la fuerza espiritual, pero “para la clase dominante eso no era bueno, porque eran cosas de negros, era música negra que emergía en Brasil con fuerza, juventud y poder de convocatoria”. 

“La música flamenca está con nosotros, la txalaparta también, el rap está con nosotros desde que nació Brasil”

La música axé “reafricanizó muchos modelos de pensamiento en Bahía”, y a pesar de sus detractores logró crear una cohesión social que se representa en el carnaval de la ciudad, donde este estilo es el imperante. “El axé fue importante para el reggaeton, para el trap o el kuduro, porque recuperó formas de tocar percusión diferentes del funk de Michael Jackson, de Quincy Jones y Dr. Dre, devolvió la música del dos por cuatro en lugar del cuatro por cuatro, una cosa más suave, más sensual y latina”. Se trata de un reflejo de la riqueza musical brasileña, fruto de múltiples cruces con otras culturas, también la hispana: “La música flamenca está con nosotros, la txalaparta también, el rap está con nosotros desde que nació Brasil, los propios jamaicanos hablan de la influencia de Bahía para el reggae”. También la rumba pasó por la bahía desde Cuba, “era una rumba flamenca antes de que se africanizara”.

Los posibles conflictos con las clases altas no se han traducido en un posicionamiento político de Carlinhos, “quien tiene contenido social no tiene problemas, porque la obra que está hecha es ejemplar”, contesta al preguntarle por Bolsonaro, poniendo sobre la mesa el trabajo con los niños de las favelas que Fernando Trueba recogió en el documental “El milagro de Candeal”. “Yo sigo el camino de en medio, para que todos puedan confortarse y abrazarse, porque más importante que un partido es mi país”.

La misma neutralidad que en política, la propone Brown al hablar de música, donde solo rechaza los modelos “que no hacen sostenible a los músicos”, pero de sus palabras se desprende una diferencia entre aquellos que entran en la música “como aventura” y quienes lo hacen desde la responsabilidad. “Cada uno que lo haga a su manera, la música tiene su independencia”, apunta, y en su caso lo que quiere es una canción “que se venga y se quede en el inconsciente colectivo, y no solo en un Spotify”.  

Parecida diferenciación hace sobre el uso de la electrónica, que a su modo de ver es “una música de pasar, porque es binaria, aprietas un botón y suena”. La música instrumental, por el contrario, “sigue siendo la música contemporánea, la que se hace con el alma de la vivencia”. Por eso la música creada a partir de samples y mezclas de sonidos ya existentes “son frecuencias muertas para mí” aunque reconoce su popularidad. “Yo vi la moda del funk, del jazz, de la samba, y ahora miro la moda de la electrónica y pienso que todo tiene su tiempo y su valor”, reflexiona. “Todo tiene un pensamiento, cuando se trata del ritmo de los percusionistas es importante saber qué se dice, porque somos responsables de mantener la oralidad”.

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