Algunas ‘fake news’ sobre el surrealismo

Algunas ‘fake news’ sobre el surrealismo

En el imaginario popular, el surrealismo ha quedado estrechamente relacionado con el movimiento surgido en los años treinta en París, la capital artística de la Vieja Europa. Sus detractores incluso lo han caricaturizado como un fenómeno ligado a la secta de fieles a André Breton. Y sin embargo el surrealismo, más allá de su vigencia terminológica –cualquier suceso ridículo o extemporáneo es calificado de surrealista–, ha tenido una influencia mucho más relevante en las artes y el pensamiento de lo que inducen a creer los fakes que lo definen.

El surrealismo es un movimiento de hombres

Es cierto que en el pequeño cenáculo alrededor de Breton había una mayoría de hombres: Paul Éluard, Louis Aragon, Ives Tanguy, Philippe Soupault, Tristan Tzara, a los que se añadirían los Dalí, Miró, Artaud, Desnos, Giacometti, Masson, Magritte. Era un mundo masculino, donde los primeros nombres de mujer iban asociados a su condición de modelos, compañeras o parejas de estos artistas, aunque algunas de ellas tenían una formación artística previa. A la pintora Leonora Carrington se le atribuye la frase: “Ser una mujer surrealista quiere decir que eres la que cocina la cena de los hombres surrealistas”.

Jacqueline Lamba quedó eclipsada por su relación con Breton, como Dora Maar por Picasso. Los objetos surrealistas creados por Gala pasaron desapercibidos al lado del Dalí que deslumbra en París. Leonora Carrington o Ángeles Santos Torroella tuvieron que sortear una carrera de obstáculos que les llevó incluso a temporadas en centros psiquiátricos.

Remedios Varo, Celestial Palubum, 1958. Exposición surrealismo 100 años París

Celestial Palubum (1958) de Remedios Varo

AGDP PARIS

Han tenido que pasar años para redescubrir y valorar la aportación femenina al surrealismo. A los nombres ya citados se suman otros como los de Frida Kahlo, Lee Miller, Elsa Shiaparelli, Eileen Agar, Claude Cahun, Leonor Fini, Valentine Hugo, Meret Oppenheim, Alice Rahon, Kay Sage, Dorothea Tanning, Toyen, Blanca Varela, Unica Zürn …Y las más cercanas Maruja Mallo, Remedios Varo –nacida en Anglès– o la misma Ángeles Santos Torroella –nacida en Portbou.

José Jiménez, comisario de la exposición sobre mujeres surrealistas celebrada en el 2017 en el Picasso de Málaga, afirmaba que “estas creadoras se sumergieron en el inconsciente como medio de autoconocimiento y con un sentido más introspectivo que lúdico: fue la herramienta con la que exploraron su ser femenino y con el que exorcizaron demonios”. Pero también aportaron su propio lenguaje. La socióloga Patricia Bifani Richard considera que sustituyeron “la propensión de los varones a la alucinación y a la violencia erótica por un arte de mágica fantasía y dotado de fluidez narrativa”.

Nació y murió en París

La Segunda Guerra Mundial obligó a muchos artistas a emprender el camino de exilio. Breton, como Dalí, Buñuel o Ernst fueron a Nueva York. Carrington, Varo, Tanning y otros prefirieron México. Pero en Lima, en 1935, por iniciativa de los peruanos César Moro y Emilio Adolfo Westphalen, se celebra ya la primera exposición surrealista.

Existe un surrealismo latinoamericano con artistas de la talla de Roberto Matta (Chile), Rufino Tamayo (México), Wifredo Lam (Cuba), Maria Izquierdo (México), Tilsa Tsuchiya (Perú) y naturalmente Frida Kahlo (México), aunque ella dijera que no pintaba sueños sino su propia realidad.

El surrealismo bebe también de las culturas autóctonas de otros continentes. El poeta senegalés Leopold Senghor señala que la diferencia entre el surrealismo europeo y el africano es que este último es místico y metafórico, y además revolucionario. Bueno, en su día el manifiesto de Breton también lo era, aunque el sistema lo haya deglutido. En 1974, el poeta Amiri Baraka acuñó el término “afro surreal”. Y más recientemente se ha publicado un Manifiesto afro surreal (2009) que enlaza el surrealismo con los movimientos artísticos negros. Se reivindican nuevos artistas que exploran la identidad negra y el folklore africano a través del surrealismo.

En Asia y Oceanía, únicamente Japón ha sido receptivo al surrealismo. Ya en 1927 aparece una antología de la poesía surrealista. El pintor Ichiro Fukuzawa, que vivió en París, introdujo este estilo, seguido por otros artistas (Noburu Kitawi, Shuzo Takiguchi, Tetsumi Kudo o Shuntaro Tanigawa). En 1937 el poeta Yamanaka Chiryu traduce al japonés Les dessous d’une vie ou la pyramide humaine, de Paul Éluard, con dos ilustraciones de Dalí, y junto con el artista Takiguchi, Shuzo organiza la primera gran exposición surrealista en cuatro ciudades. El Dictionnaire abrégé du Surrealisme los incluye como “promotores del movimiento surrealista en Japón”. Takiguchi fue autor de una monografía sobre Joan Miró.

Es un movimiento pictórico

Aunque asociamos surrealismo con las imágenes pictóricas de Magritte, Ernst, Dalí o Masson, el automatismo inconsciente adopta formas muy diversas de expresión. Sin salir de las artes plásticas, los cadavres exquis, la técnica del frottage, los caligramas, los objets trouvés o el método paranoico-crítico rompen los límites formales de la creación.

El surrealismo, de hecho, nace vinculado a la idea de la literatura automática y ha dado obras maestras, en distintos ámbitos, desde la poesía de Paul Éluard o la de Federico García Lorca (Poeta en Nueva York), a las películas de Buñuel o Jean Cocteau, a la música de Erik Satie... Sin olvidar que el pensamiento del siglo XX le debe mucho a las teorías psicoanalíticas de Freud, que aunque superadas actualmente, siguen marcando la cultura occidental actual.

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