La cantautora carioca Marisa Monte es un valor seguro de la MPB (música popular brasileña), con una abultada trayectoria llena de éxitos. En ellos se centró en el festival Alma, acompañada por un cuarteto y con segmentos orquestales pregrabados. Ataviada de riguroso negro, con un elegante vestido largo coronado por sombrero, desde la inicial Maria de verdade sentó cátedra ante un público que juntaba locales con paisanos.
Su carisma y dotada voz se vio realzado por una sobria pero efectiva escenografía que potenciaba los colores rojos y verde azulados, proyectados en una pantalla posterior. Su Infinito particular se hizo verbo en una canción que es caricia sentimental. Alternando solo su voz con el uso de diversas guitarras, el primera tramo acentuó el lado romántico rescatando Ilusão, la versión de una canción de Julieta Venegas que incluye estrofas en castellano. En otro lento lleno de seda vocal, Vilarejo, brilló como las estrellas que iluminaron la pantalla, aunque su letra, que habla de un paraíso en el que todos tienen cabida, y también de Palestina y Shangri-la, duela ahora especialmente.
La sinuosa y volátil Ainda bem ya se la cantó el público, algo que sería la norma, antes de entrar en la melancolía que desprende Dança da solidão, con aromas de morna y una letra que empieza diciendo “la soledad es lava que lo cubre todo”. Centrando el repertorio en sus primeros discos, Diariamente, del lejano álbum Mais, es su ingeniosa manera de decir que puede haber belleza y poesía en la aparente monotonía de lo cotidiano. Y no podía faltar un tributo al maestro Pixinguinha, en forma de versión del icónico y centenario choro Carinhoso. El sentimentalismo siguió con la incondicional canción de amor Beija eu y en É você, la primera versión de Tribalistas, llena de un tono misterioso y nocturno, aderezado con scat jazzístico, un recurso habitual. La saudade campó a sus anchas, con el sonido del cavaquinho por bandera, en la acústica De mais ninguém y con cojín orquestal en A primeira pedra.
Se imponía un cambio de registro para dar cabida a la fiesta, empezando por el himno tribalista Velha infância. El exultante rescate de Eu sei (na mira) ya propició que sobraran las sillas, antes del cinemático Tema de amor, un remanso para tomar aire en un tramo final coronado por la soulera Para melhorar, grabada con Seu Jorge, un Carnavália de tono rock y un tributo a Novos Bahianos en forma de versión de A menina dança. De propina, la celebrada, sobre todo por las chicas, Amor I love you y un Já sei namorar, de nuevo Tribalistas, para culminar en clave pop-rock un concierto delicioso.