Los carteles del Tàpies activista
Arte
Una exposición en el Museu d'História de Catalunya resigue las huellas del artista comprometido políticamente
Como a toda la generación de posguerra, a Antoni Tàpies le tocó vivir un tiempo terrible, el de la dictadura franquista, con la que tuvo que tuvo que lidiar con la paradoja para no sucumbir a la catástrofe. Durante los años cincuenta y sesenta participó hasta en cuatro ocasiones en el pabellón español de la Bienal de Venecia, plataforma que la España sumida en la oscuridad utilizó para proyectar una imagen de modernidad al mundo y que el artista -al igual que Chillida, Canogar, Millares, Saura...– utilizó en su beneficio para consolidarse internacionalmente. Pero en 1958, con motivo de la concesión del premio de la UNESCO y de la fundación David Bright, descubrió algo que le avergonzó y que le hizo tomar la decisión de no volver a participar en una exposición organizada por el régimen: sus obras habían llegado a Venecia en el interior de unas cajas clasificadas y etiquetadas con la leyenda “material de propaganda”.
“Me cayó la venda de los ojos, y me di cuenta de aquella gente nos estaba utilizando de una manera insoportable. Entonces, junto con Saura, decidí que no participaría nunca más”, explicó. Para Tàpies, que durante su estancia en París en los años cincuenta se había familiarizado con el ideario filocomunista gracias a las lecturas que le facilitaba su amigo el poeta y diplomático João Cabral de Melo, aquel episodio veneciano supuso un punto de inflexión, “pero no fue hasta su participación en la Caputxinada, en 1966, cuando desveló su condición más activista”, señala el historiador y crítico de arte Albert Mercadé, comisario de una exposición en el Museu d'Història de Catalunya sobre el compromiso del creador con las causas progresistas, catalanista y humanitaria de su tiempo. Se titula Tàpies, art i activisme.
Tàpies, ¿activista? “Él nunca se llamó a si mismo activista, pero practicaba el activismo a través de la libertad expresiva del arte, preservando su autonomía para no caer en el realismo social estalinista del que abominaba”, responde Mercadé, que asegura que “difícilmente podemos encontrar un artista tan comprometido políticamente como Tàpies”. El propio artista, en referencia a los años de dictadura, señalaba que “un simple trazo en un papel ya era un compromiso y la abstracción, un signo de militancia”.
“Difícilmente podemos encontrar un artista tan comprometido políticamente como Tàpie”, asegura el comisario
Tàpies, art i activisme, que reúne en torno a 150 documentos, carteles, grabados, cartas, fotografías, vídeos... (también algún óleo, como 7 de novembre, que habitualmente cuelga en el Parlament en recuerdo de la reunión constituyente de la Assemblea de Catalunya; o incluso una pieza musical, La Internacional, en versión de Carles Santos), no es la primera exposición que trata de reseguir las huellas de su compromiso político. La última, en 2018, Biografía política, comisariada por Carles Guerra, que dio lugar a una posterior publicación de bibliófilo, Tàpies. Biografia d'un compromís. “Pero hasta ahora siempre se había mostrado de manera parcial. Esta es la más completa que se ha hecho y en la que también se puede apreciar su solidaridad y cercanía con los movimientos sociales”.
Tàpies nunca fue militante del Partit Socialiste Unificat de Catalunya (PSUC), el partido para quienes luchaban en la clandestinidad, aunque formó parte de su comité de cultura y realizó multitud de carteles. En 1966, fue arrestado junto a 400 personas (pasó una noche en los calabozos) y multado por su participación en la Caputxinada, un encierro en el convento de los Capuchinos de Sarriá en apoyo del sindicato de estudiantes (SDEUB) al que llegó de la mano de Pere Portabella, cuya figura “jugó un papel decisivo en la formación del alma militante de Tàpies”, en palabras de Mercadé, que ha logrado traer a la exposición la obra que el artista regaló a los monjes capuchinos. Aquel episodio, uno de los más sonados de la dictadura, le despertó la necesidad de expresar su militancia política de una manera más explícita sin renunciar a la autonomía de su obra. Poco después empieza a escribir Memòria personal. Fragment per a una autobiografia, donde deja impreso el sentir que preside la exposición: “(...) y deseo ser más vuestro. Aquí me tenéis”.
En otro momento escribirá: “¿Se podía ser insensible a tantos hechos que a veces afectaban a jóvenes catalanes de familias conocidas de nuestra sociedad? No nos lo podíamos sacar de la cabeza y, como es natural, incluso mi pintura estaba influida por ello y quise dar testimonio concreto con símbolos que sintetizaban las heridas de tantos”. Mantuvo una actitud de resistencia y acudió a Montserrat el 12 de diciembre de 1970 cuando unas 300 personas del mundo de la cultura, intelectuales y artistas, se encerraron en el monasterio para protestar contra el llamado proceso de Burgos. Al igual que en la Caputxinada, llegó con su mercedes blanco, esta vez en compañía de Joan Miró, a quien fue a buscar ex profeso a a Tarragona el mismo día en el que tenía lugar el acto de donación de un mural, realizado con Josep Royo, a la Cruz Roja de Tarragona.
Por primera vez, se muestra la sábana con la senyera y los nombres de los artistas con los que se identificaba (Calder, Picasso, Ausiàs March, Bernat Metge...) tal como se expuso en 1974, en el Moulin de Gallette de París, con motivo del homenaje a Miró al que asistieron numerosos artistas catalanes coincidiendo con su exposición en el Grand Palais. Tàpies aprovechó sus muestras en la Galeria Maeght para empapelar París con carteles con la consigna “assasins” denunciando la ejecución de Salvador Puig Antich por el régimen franquista. Fue uno de los artistas más implicados en l'Assamblea de Catalunya (creó un grabado para sufragar las multas de los organizadores), colaboró en actos como las manifestaciones en favor de la amnistía a los represaliados políticos y contra la pena de muerte, diseñó el cartel de la Marxa de la Lliberta, en favor de la amnnistía, el derecho a la autodeterminación y el Estatut de 1932, y con Joan Gardy Artigas realizó el gran mosaico conmemorativo de la última gran manifestación celebrada el 11 de septiembre de 1976 en Sant Boi.
Con la llegada de la democracia, “hubo pocos conflictos dentro de la historia contemporánea a los que Tàpies no prestó la solidaridad de su gesto artístico”, concluye Mercadé, que ha reunido desde sus carteles contra el apartheid o las dictaduras de Chile o Uruguay, a la guerra de los Balcanes, pasando por campañas ecologistas para salvar el Montseny o la lucha contra el ingreso en la OTAN.