María Hervás puede irse a dormir sabiendo que tiene un público que la apoya o que, al menos, tiene interés en verla en escena durante 24 horas. En el marco del festival Grec, la actriz madrileña ha protagonizado la obra The second woman en la sala Fabià Puigserver del Teatre Lliure de Barcelona durante un día entero, sin más pausa que quince minutos cada dos horas. Lo justo para ir al baño, comer y beber, aunque estas dos últimas no ha dejado de hacerlas en todo este tiempo, pues la escena que interpretaba –que dura diez minutos y que ha repetido cien veces– se la pasa comiendo fideos chinos y tomando tragos de JB. O algo parecido.
“Nadie la juzgaría si lo fuera de verdad. Lo necesita para poder aguantar este trote, aunque es cierto que a las diez escenas ya estaría borracha y no es el caso”, cuchicheaban dos estudiantes de teatro que llevaron libreta y bolígrafo para tomar apuntes.
Otros asistentes han acudido no solo para aprender, disfrutar y curiosear, sino para ayudar a Hervás “si fuera necesario”. Es el caso de la doctora Hernández que, pese a que nadie del teatro ni de la organización del Lliure se lo ha pedido, no ha faltado a la cita teatral “porque, aunque seguro que no pasa, la actriz podría desfallecer o, incluso, darle un brote psicótico. No por no dormir, sino por estar repitiendo lo mismo una y otra vez. Nos hace gracia a todos el experimento pero, si lo hiciera a menudo la misma persona, podría tener consecuencias para su salud mental”, Su hija Sara, que le acompañó en la función durante tres horas, le quita importancia y confiesa que ella venía “por si Hervás decide no actuar nunca más. Así podré decir que la vi en el escenario por última vez”.
Una posibilidad que la propia intérprete planteó días antes de la función, inquieta por cómo le afectaría estar tantas horas en directo bajo los focos. De todos modos, parece que no hay nada que temer pues, a juzgar por la sonrisa y emoción de la intérprete en las múltiples ovaciones que ha recibido a lo largo de su maratón y que le han dado fuerza necesaria para seguir –la última ha durado más de ocho minutos–, todo apunta a que hay Hervás para rato.
La misma adrenalina han debido sentir los cien diferentes intérpretes que la han acompañado en esta aventura y que también han recibido el calor del público. como Jason Foreiro, que explica a La Vanguardia que solo pasaron una pequeña entrevista antes de subir a las tablas pero que no hubo ensayo previo ni nada.
La mayoría eran amateurs, de diferentes edades, género y hasta especie, pues se paseó por el escenario un perro guía que llenó de lametones a la protagonista. También se coló en el reparto alguna cara conocida, como el periodista Toni Puntí o el actor Pep Ambròs, que sorprendieron a los presentes, incluida a la propia actriz, en la decimocuarta hora.
Pese a estar en el patio de butacas, algún espectador se lo perdió, pues fueron varios los que no aguantaron el sueño y aprovecharon la oscuridad de la sala para dar una cabezada. “Hay gente que tiene intención de quedarse las mismas 24 horas que ella. Yo misma, por ejemplo”, confesaba de madrugada Nuria Ramis, asistente de dirección artística del propio Lliure, que acudía esta vez como público, dispuesta a vivir al máximo la experiencia.
Cantidad de horas estuvieron también la estadounidense Anne Johnson y su mejor amiga, Sophia, que no imaginaron que acabarían enlazando su concierto de Pearl Jam en el Palau Sant Jordi con esta obra. “Cuando ya íbamos a buscar el metro, escuchamos a un grupito de chicos hablar de una actriz que iba a estar 24 horas en el escenario. Vimos que estábamos muy cerca, y fuimos a preguntar al teatro. Y desde entonces aquí seguimos”. Pese a que el castellano no es su lengua nativa, ambas se aprendieron el guion de memoria, que se repetía una y otra vez. Seguro que Hervás sonreirá cuando conozca todas y cada una de estas historias. Pero, primero, toca descansar.
Las mujeres que velan por la actriz
Cuando las australianas Nat Randall y Anna Breckon idearon el espectáculo The second woman, que este fin de semana llevó a la actriz María Hervás a estar 24 horas sobre el escenario, tenían claro que una de las peticiones a los diferentes teatros del mundo donde se representara sería que el personal técnico lo formaran mujeres. “Todo el equipo de realización de audiovisuales somos chicas, y en sonido hay alguna también”, explica a La Vanguardia Anna Basté, realizadora de vídeos, durante uno de los descansos de la función.
Al igual que para la actriz madrileña, para Basté y sus compañeras la obra también supone un reto, pese a que ellas sí que pudieron separarse en dos turnos. El personal de sala, de taquilla y de bar también se dividió para que los espectadores estuvieran atendidos en todo momento a lo largo del día que duró la obra. Una jornada maratoniana que para todos ellos, empezando por Hervás, pasará a la historia.