Auge de los laboratorios creativos
Un fenómeno internacional y multidisciplinar
La ‘cultura lab’ alcanza en Barcelona su mayoría de edad con varios ejemplos
En los bajos de un edificio de viviendas de protección oficial: grandes impresoras 3D; a continuación, una estructura de madera que sostiene ocho pisos de altura; y en la azotea, un invernadero fotovoltaico cuyas lechugas, en altos estantes verticales, tal vez serán recogidas por drones. Puede parecer un proyecto arquitectónico de ciencia ficción, pero se trata del número 13 de la calle Lola Iturbe Arizcuren de Barcelona. Nos lo enseña el arquitecto Vicente Guallart, quien comenta que “la idea la ensayamos primero en Valldaura Labs, donde trabajamos con madera de nuestro propio bosque y en el 2021 construimos el pequeño invernadero solar, para la autoproducción alimentaria, que sigue en activo”.
Se refiere a la finca experimental que el Institut d’Arquitectura Avançada de Catalunya (IAAC) tiene en Collserola. Su máster en arquitectura ecológica reúne cada año a jóvenes estudiantes de todo el mundo en la antigua y venerable vieja masía, reformada y convertida en un gran taller dotado con la última tecnología.
Dos excelentes documentales, disponibles en Filmin, muestran cómo diseñan y desarrollan proyectos innovadores guiados por sus profesores. En Valldaura: a quarantine cabin vemos la conceptualización y construcción durante el confinamiento de un edificio pensado precisamente para las cuarentenas pandémicas. Y, en Protegemos las escuelas, cómo otra promoción lleva a cabo la erección de una arquitectura fugaz frente a la Escola Entença de Barcelona, en colaboración con las maestras y las familias, para hacer de su entrada un espacio más amable y más seguro. En una escena se muestra el momento en que los ensayos de Valldaura Labs se convierten en los planos del futuro edificio con invernadero y fab lab de la calle Lola Iturbe Arizcuren. Un lugar donde, idealmente, se podrían fabricar los propios muebles y cultivar los propios alimentos: una utopía doméstica.
Valldaura Labs propone desde edificios para cuarentenas a utopías domesticas
“Llevamos décadas trabajando con la gran red de fab labs del MIT [Massachusetts Institute of Technology]”, cuenta Guallart, “y ahora estamos desarrollando en Collserola la idea del Green Fab Lab en Collserola, en el marco de una reflexión sobre el biourbanismo y la sostenibilidad”. Sus ideas y hallazgos se generan allí en pequeño formato. Y después amplían su escala en nuevas encarnaciones en la gran ciudad.
La cultura lab se ha expandido por toda Barcelona y por todo el mundo. No solamente por los cinco “ateneos de fabricación” que coordina el Ayuntamiento (uno de ellos –el de Les Corts– anexo de la biblioteca Montserrat Abelló, en una clara simbiosis de la lectura con el diseño y la manufactura), ni por la red global en que se integran, de cerca de 1750 en 100 países, liderada por la Fab Foundation, sino también por la proliferación de todo tipo de laboratorios, particularmente culturales.
El videoclip inmersivo de Chemical Brothers y Smith & Lyall, en la casa Batlló hasta el 31 de julio, Music: Response, que investiga en un nuevo formato experiencial en el privilegiado espacio de su CUBE, por ejemplo, evidencia que toda institución que se precie, pública o privada, vanguardista o mainstream, debe disponer de un laboratorio.
El Ayuntamiento coordina cinco ‘ateneos de fabricación’ integrados en una red global en 100 países
La pieza ha sido fruto de la colaboración con la nueva edición del festival Sónar, que cuenta con su propia zona de vanguardia, el Sónar +D. Se define como “una plataforma para la colaboración, la experimentación y la exploración de las últimas tendencias en la cultura digital”. Este año ha puesto el foco en la inteligencia artificial, cuya explosión ha demostrado que los departamentos de I+D (investigación y desarrollo) tienen el potencial de cambiarlo todo.
Su directora, Antònia Folguera, explica por teléfono que “la IA tiene mucha incidencia en la cultura experimental, más allá de las big tech, en el campo del open source y free software existe una larga tradición en la música y las artes”. Es importante subrayar ese diálogo: “Cuando nació el TensorFlow [biblioteca de código abierto para aprendizaje automático] de Google, por ejemplo, se reivindicó que apareciera en los créditos Rebecca Fiebrink, porque era evidente que se habían inspirado en su trabajo en Wekinator”. La profesora de computación creativa de la University of the Arts de Londres nos recuerda que la investigación y la escena independientes siempre han sido pioneras.
Aunque tuviera una tradición de siglos, pues todos los grandes artistas trabajaron en sus propios laboratorios, la cultura de laboratorio mutó hace veinticinco años con internet. Trasladó al mundo físico su propuesta virtual. Fue, en ese sentido, la respuesta horizontal del siglo XXI a la circulación vertical de la información y el conocimiento en el siglo XX. El hazlo tú mismo, la interdisciplinariedad y la inteligencia colectiva encontraron nuevas estructuras y ámbitos de encuentro. A partir de la creación en 2001 del concepto Fab Lab en el Medialab MIT, los laboratorios propiamente dichos dejaron de ser herramientas exclusivas de las universidades, los centros de investigación o las empresas. Y se democratizaron. E iniciaron una colonización de instituciones de todo tipo que no se ha detenido hasta ahora.
El Sónar +D, plataforma de experimentación, ha puesto este año su foco en la IA
Pero la irrupción de la IA generativa y la inclusión masiva de zonas lab propicia la reflexión sobre qué va a pasar con la cultura maker y lab a partir de ahora. ¿Es posible seguir innovando y experimentando cuando se han uniformado las metodologías y se ha institucionalizado el laboratorio? ¿Sigue teniendo sentido la cultura lab? ¿Hay que reinventarla? ¿Qué es lo que viene después?
“Dentro de Sónar +D no usamos todavía la IA”, cuenta Folguera, “pero pronto lo haremos, con una herramienta que a través de metadatos nos permita hacer recorridos sistemáticos por nuestro programa; pero no quiero hacer spoilers”. La comisaria y dj catalana, que proviene de la cultura hacklab , añade que “la gentrificación está afectando la posibilidad de conseguir grandes espacios no institucionales en la gran ciudad, de modo que los pequeños laboratorios creativos se están desplazando hacia entornos rurales”.
El cambio climático ha impulsado el giro ecológico de la experimentación artística y cultural, como se puede ver en Valldaura Labs. La inteligencia artificial ha puesto en jaque los procesos digitales tradicionales y nos urge a actualizarlos. Nos van el trabajo y la salud en ello. No hay más que observar algunos de los temas de las clases de la Universidad Desconocida (el proyecto pedagógico de #plantauno, el centro de investigación de Trànsit Projectes en l’Hospitalet de Llobregat que dirige Mario Hinojos) para constatar los giros que se están dando a ese respecto: Liternatura; pedagogía crítica para inteligencias artificiales; comunidades curadas y curadoras.
“La gentrificación hace que los pequeños labs se desplacen a entornos rurales”
“Vivimos en un laboratorio planetario e incluso interplanetario”, dice Juan Insúa, que creó hace más de diez años el CCCB Lab. Y añade: “No sé qué vendrá después de la cultura lab, pero sí sé que tendrá al menos tres ejes: la memoria, porque los laboratorios culturales tienen una larga tradición; la ética, porque deben ser responsables e intentar encontrar respuestas a los desafíos climáticos o de la datificación del mundo, y alegres, porque necesitamos más que nunca la alegría creativa”.