Megalópolis, la película más esperada del Festival de Cannes y que marca el regreso de Francis Ford Coppola tras 13 años de parón, ha naufragado con su visión de unos Estados Unidos que se descomponen al estilo de la caída del Imperio romano. Y eso pese a los diez minutos de ovación que recibió el director de la magnífica saga El padrino tras la proyección de gala anoche en el teatro Lumière.
El filme había despertado demasiada expectación. Más de 40 años invertidos en un proyecto soñado que se le ha resistido más de una vez, que ha reescrito y en el que ha invertido más de 100 millones de dólares vendiendo parte de sus viñedos para financiar una obra que en España distribuirá Tripictures. “Me temo que la industria cinematográfica se ha convertido más en una cuestión de contratación de personas para cumplir con sus obligaciones de deuda porque los estudios están muy, muy endeudados. Y el trabajo no es tanto hacer buenas películas, sino asegurarse de que paguen sus obligaciones de deuda”, ha manifestado en una rueda de prensa en la que estaba acompañado del elenco del filme, entre ellos Adam Driver y Giancarlo Esposito, y sus dos nietas.
“Cuando vine con Apocalypse now llevaba en brazos a Sofia”, ha recordado nostálgico el director de 85 años, que logró su segunda Palma de Oro con su peculiar visión de la guerra de Vietnam -la primera fue con La conversación en 1974-. Precisamente fue durante ese caótico rodaje en Filipinas, documentado por su propia esposa Eleonor, cuando el cineasta elaboró la idea de hacer una historia épica romana que sucediera en unos Estados Unidos moderno. “No sabía que la política de hoy la haría tan relevante”, ha confesado Coppola, que siempre tuvo claro el paralelismo entre la era de los romanos y su país, ya que los Estados Unidos están basados en “la idea de República de los romanos”. Coppola, que hace poco sufrió la muerte de Eleonor, a la que dedica el filme, ha recibido los aplausos de los periodistas al entrar en la sala apoyado en un bastón. En el pase de prensa hubo abucheos y tibios aplausos. La gran mayoría se ha referido a Megalópolis como un “disparate”, “un desastre absoluto”. Veremos qué opina el jurado de la sección oficial.
Lo cierto es que estamos ante una obra excelsa, a contracorriente e inclasificable, muy difícil de digerir, que se presenta como una fábula por la que pululan personajes de lo más estrambóticos. Algunos creen estar recitando a Shakespeare y otros directamente se camuflan bajo un disfraz, como el que interpreta un Shia Labeouf ansioso de poder.
A través del texto clásico La conjuración de Catilina, de Cayo Salustio, la primera monografía histórica de la literatura latina, el director traza un diálogo entre la Antigua Roma y el presente, ambientado en una Nueva York que se hace llamar Nueva Roma y en la que reina la corrupción, las bacanales e incluso hay gladiadores. También somos testigos de una puja millonaria por la virginidad de una cantante en un circo romano. Todo muy caótico.
Megalópolis comienza justo con un Adam Driver que desde las alturas del edificio Chrysler hace magia y para el tiempo. El actor encarna a César Catilina, un visionario arquitecto ganador del premio Nobel que quiere construir un modelo de ciudad basada en el bienestar y el respeto a la naturaleza a fin de evitar el colapso social en un mundo en absoluta decadencia, algo que choca con los intereses del alcalde Cicerón (Espósito).
La película deambula entre traiciones y alianzas interesadas y la preocupación del personaje de Driver por manejar el tiempo e imaginar una sociedad mejor. Una idea que resuena por doquier en la visión de Coppola como un auténtico deseo de futuro para las próximas generaciones. “Hombres como Donald Trump no están a cargo en este momento, pero hay una tendencia en el mundo hacia una tradición más de neo derecha, incluso fascista, lo cual es aterrador porque cualquiera que estuvo vivo durante la Segunda Guerra Mundial vio los horrores que ocurrieron y no queremos que eso se repita”, asegura. Y opina que ”el papel del artista, de las películas, es arrojar luz sobre lo que está sucediendo en el mundo”.
El papel del artista, de las películas, es arrojar luz sobre lo que está sucediendo en el mundo”
A Jon Voight, que apoya al partido republicano, le ha preguntado cómo haría un mundo mejor. “Tú contribuyes a ello haciendo este filme”, le ha contestado el actor, en línea con la admiración por la visión de Coppola de todos los actores presentes. Lawrence Fishbourne, al que conoció con 14 años, ha dicho sentirse muy orgulloso de una película “mágica. Francis siempre ha hablado de la posibilidad de parar el tiempo”. Driver ha destacado su gran generosidad y Talia Shire, hermana del director, ha rememorado que ya era un visionario con 9 años. “Cada día mi hermano te hace ir adelante”.
Preguntado sobre el riesgo de invertir tanto dinero de su bolsillo, Coppola ha quitado importancia y ha sentenciado: “A mi nunca me ha importado arriesgar mi dinero, solo me importan los amigos, que nunca te dejan tirado. Mis hijos no necesitan ninguna fortuna porque ya tienen unas carreras maravillosas”, ha comentado el mismo hombre que ya se arruinó con Corazonada (1982).
En la rueda de prensa, que comenzó con retraso, se ha evitado preguntarle por las acusaciones de conducta inapropiada en el set de rodaje que publicó The Guardian. El festival de Cannes se ha encargado de arropar la figura de uno de los directores más importantes del cine en la que posiblemente sea su última película. Muchas manos levantadas pero apenas unas cuantas preguntas porque no había tiempo para más. Y todas ellas iban dirigidas a mostrar sus respetos hacia Coppola, que ha insistido que la película “se ha hecho gracias a una colaboración verdadera” elogiando el papel de los actores.
Pese a su avanzada edad, sigue pensando en nuevas historias y augura que “dentro de 20 años estaré aquí”. Reconoce con orgullo que ha hecho siempre lo que ha querido y que cuando muera “estaré pensando que hice cada película que quise hacer, que vi a mi hija ganar un Oscar, que hice vino...no tendré tiempo ni de darme cuenta”.