Geishas y samuráis, una historia de erotismo y guerra en el Palau Martorell

Artes

La exposición ofrece una panorámica de la vida en el Japón del siglo XIX a través de 200 objetos

Fotografía de época. Finales del siglo XIX

Fotografía de unas geishas de finales del siglo XIX 

Cortesía Palau Martorell

Geisha significa artista, persona (sha) que domina un arte (gei). También llamadas “mariposas de la noche”, eran profesionales adiestradas para el entretenimiento masculino pero no prostitutas de lujo, como se ha malentendido con frecuencia en Occidente, sino mujeres que dominaban el arte de la conversación ingeniosa, el baile o la interpretación de instrumentos. Junto a la de la geisha, la otra imagen que viene de inmediato a la mente cuando se piensa en Japón es la del samurái (“el que sirve”), ese guerrero de élite diestro en el manejo de la espada y el arco, capaz de las mayor de las lealtades, pero también de una violencia indiscriminada fuera del campo de batalla.

The Tenpo Era (1830-1844) Serie 'Patrones de flores', 1896

The Tenpo Era (1830-1844) Serie 'Patrones de flores', 1896 

Cortesía Palau Martorell

Geisha/Samurái. Memorias de Japón, la nueva exposición del Palau Martorell, muestra la vida en el Japón antiguo a través de 200 piezas, entre las que figuran desde estampas universalmente célebres como La gran ola de Kanagawa, de Hokusai –el gran maestro en la técnica del grabado ukiyo-e– a fotografías de época, armaduras o kimonos.

'La gran ola de Kanagawa', de Hokusai

'La gran ola de Kanagawa', de Hokusai 

Cortesía Palau Martorell

La muestra, que se adentra también en expresiones escénicas como el teatro Nō (inicialmente reservado a la aristocracia) o el Kabuki, su versión popular, inspirado en las exhibiciones de prostitutas y bailarinas de bajo rango. Tanto en uno como en otro género los papeles estaban siempre interpretados por hombres y de los papeles femeninos se encargaban los onnagata, que se travestían y trataban de hacerse pasar por mujeres.

Fotografía de época. Finales del siglo XIX

Fotografía de época. Finales del siglo XIX 

Cortesía Palau Martorell

El arte del shunga o “cuadros de primavera” (esa estación se utiliza a menudo como eufemismo para aludir al acto sexual) ocupa todo un apartado donde puede contemplarse una selección de aquellas refinadas estampas eróticas que en Europa coleccionaron figuras como Toulouse-Lautrec, Rodin o Picasso. Una exhibición del placer sexual en todas sus formas, destinada para el autoerotismo de hombres y mujeres, entre cuyas consumidoras se contaban desde damas nobles a concubinas.

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