Ariadna Costa i Miralpeix nació en los años gloriosos de Edicions 62. Sus padres, Ramonet Costa, picador de la cuadrilla de El Bragao, y Julieta Miralpeix, pescadera de la Abacería, adquirieron el volumen de Narracions de Salvador Espriu en la librería Signe de la calle Mallorca, porque, a pesar de ser picador, Ramonet, influido par la estrella rutilante del diestro Màrio Cabré, se sentía algo poeta. “Le llamaremos Ariadna” –dijo el padre entusiasta–. Y la niña fue una de las muchas Ariadnas y Laias que aparecieron en Catalunya en los años de la fiebre sesentera. Julieta Miralpeix, que se parecía un poco a Teresa Gimpera cuando aún era morena, lo iba pregonando por ahí: “Le hemos puesto el nombre por Jordi Fornas, que diseñó aquella cubierta tan bonita de los libros de la Antologia Catalana”. Cuando tuvo cuatro cuartos –ganados en corridas de estío en los cosos de Figueres y de Roses– se compraron un piso en la casa de los Toros de la Gran Via, obra de los arquitectos Antonio de Moragas Gallissà y Francisco de Riba Salas, que en el balcón tenía una gran fotografía de Català-Roca, de una chicuelina. A Julieta le hubiera gustado enfundarse un disfraz de vaca y que la poseyera un toro. Y aunque, según la mitología, Minos salió del mar para poseer a Pasífae, Ramonet era un simple picador y de clavar la pica hubiera salido un caballo con cabeza de pez y no el minotauro.
El sesenterismo dio paso al setanterismo y al ochenterismo, Ariadna creció bella y lozana, y acompañaba a los escritores por el sencillo laberinto de los bares de la calle de Marià Cubí. Teseu Gratallops le pidió una espada para matar a la quimera taurinoectodérmica. Ariadna también le dio una madeja de pura lana virgen , que el chaval fue desmanejando por la noche barcelonesa, simulando que acababa de matar a la bestia. Ariadna era discreta y módica, enamoradiza y le gustaba bailar en el Otto Zutz, que era una discoteca que estaba en el ajo. En verano, el falsario Teseu Gratallops raptó a Ariadna y se la llevó a Menorca, pero enseguida se hartó de ella y la dejó plantada por una sueca.Dionís Olivé la encontraba guapita y se la llevó al catre. Se casaron de penalti, tuvieron seis hijos, al mayor le dieron una beca de La Caixa y ahora trabaja en el MIT. De los otros cinco, dos viven en casa de sus padres. Una hija es abogada y otra okupa. El pequeño fue director del diario Sport .
Ariadna acompañaba a los escritores por el sencillo laberinto de los bares de la calle de Marià Cubí
Todo esto parece ahora cuentos chinos. Ariadna añora a Teseu Gratallops y sueña que van por Barcelona en el Golf GTI 16 válvulas negro del mozo. Mientras lee las noticias que se publican en la prensa extranjera sobre la manipulación de las nubes del cielo, los avances del ChatGPT que te dejan turulato, las trampitas de la raduflación y los terremotos que provocan, con sus saltos en los conciertos que contrata en estadios y coliseos, los fans de Taylor Swift. “Si queréis de nuevo entrar...”.