El pabellón del Vaticano se instala en la cárcel de mujeres de Venecia
60ª Bienal de Arte
Las presas de la isla de la Giudecca realizan visitas guiadas a la exposición que forma parte de la Bienal
La prisión de mujeres de Venecia está situada en la isla de la Giudecca, en un monasterio del siglo XII que en 1600 fue un hospicio regentado por monjas para prostitutas redimidas y acabó dando nombre a la calle donde se encuentra la entrada principal: calle delle Convertite. Hoy, entre los viejos muros que rodean un hermoso huerto de 6.000 metros cuadrados, conviven 82 internas, la mayoría con condena firme. Ellas no pueden ver lo que sucede fuera, pero durante los meses que dure la Bienal, hasta el 28 de noviembre, los visitantes podrán conocer su vida en prisión por obra y gracia del Vaticano, que ha instalado allí el pabellón de la Santa Sede.
La exposición se titula Con mis ojos y comienza en el exterior de la cárcel, antes de que los guardias uniformados nos requisen los móviles y los DNI. Allí, en la fachada principal, el artista Maurizio Cattelan, que en la Bienal del 2001 presentó L a nona ota (una escultura a tamaño natural del papa Juan Pablo II alcanzado por un meteorito) ha creado un colosal mural que representa dos pies desnudos visibles para todo el mundo desde mucha distancia menos para ellas, que no pueden salir y ejercen de guías con un vestido confeccionado en la sastrería de la prisión en azul noche y blanco, los colores de los uniformes de los guardias que nos acompañan en la visita llaves en mano.
En la fachada, un mural de Maurizio Cattelan (que en su día esculpió a Juan Pablo II golpeado por un meteorito) exhibe dos pies descalzos
La exposición está comisariada por Bruno Racine, exdirector de la Biblioteca Nacional de Francia y actual responsable del Palazzo Grassi, y Chiara Parisi, la directora del Centre Pompidou-Metz, quienes han involucrado a una veintena de presas. A la entrada, antes de atravesar la pesada puerta de color verde, nos advierten que nada de preguntas personales. Nos acompañan Silvia, Giulia, Paola y Marcelle, cada una con su pasado y su propia condena por cumplir y a lo largo del recorrido leerán poemas, agradecerán que dejemos los prejuicios fuera y nos descubrirán lo maravillosa que puede ser una ventana sin barrotes y con vistas al huerto, donde cultivan verduras típicas de la zona y hierbas aromáticas y medicinales que utilizan para elaborar productos cosméticos.
El próximo 28 de abril las visitará el papa Francisco. “Esperamos que se sienta como en casa”, dice Marcelle en el patio, el lugar donde dos veces al día salen al encuentro del aire libre y donde ahora cuelga un neón del colectivo Claire Fontaine con la frase Estamos contigo la noche, que en los años setenta apareció en los muros de diferentes ciudades en solidaridad con los presos políticos. “Nos hace sentir más acompañadas, pero dentro de unos meses desaparecerá”.
La exposición es resultado de meses de mensajes y confidencias, como las que le entregaron a la libanesa Simone Fattal, que los ha reproducido en placas de lava que recorren las paredes del pasillo exterior: “Cuando estoy triste no puedo ser frágil porque no puedo derramar lágrimas” o “Soy consciente de la mujer que quiero ser”.
Claire Tabouret ha realizado retratos suyos o de sus familiares a partir de fotos, y en la capilla dedicada a María Magdalena, la brasileña Sonia Gomes ha colgado telas de colores para recordar a las mujeres que viven allí que miren hacia arriba. El martes, lloraron junto a los espectadores en el primer visionado del cortometraje realizado por Marco Perego y su esposa, la actriz Zoe Saldana, en el que las internas son sus principales protagonistas. Nada más finalizar, se abrió el cielo y estalló una tormenta.