Maurici Lucena, autoexigencia intelectual
La biblioteca de...
El presidente de Aena es un gran lector de biografías, filosofía política e historia
Para Maurici Lucena, las buenas biografías son las en las que el telón de fondo es tan importante como el protagonista; al enmarcarlo en una época, ayudan a entenderlo mejor. Dice que empezó a leer de verdad en la carrera, un poco como en el poema de Gil de Biedma, cuando comprendes que la vida va en serio “y tienes referentes”. Un libro que le marcó entonces fue El amor en los tiempos del cólera . Había hecho EGB en Ítaca, escuela con un método pedagógico innovador, muy progre. Su padre fue jefe de gabinete y amigo de Pasqual Maragall, de quien tiene una foto dedicada en diciembre del 1982, cuando tomó posesión como alcalde. Refiriéndose a su madre, pone: “Per a la Montse, reina de Peramola [donde veraneaban] i princesa de Les Corts”, el barrio en el que Lucena ha vivido siempre salvo cuando está en Madrid.
Sus abuelos maternos se conocieron mientras estudiaban magisterio en Lleida. Él, Josep Betriu, sería un abogado reconocido. Su abuela era hija de un íntimo de Francesc Macià, “muy moderno, ateo, y que debió de ser superfeminista para la época”. También era prima segunda de Màrius Torres, con quien tuvieron una correspondencia muy bonita; Dolç àngel de la mort se ha leído a menudo en las ceremonias funerarias de la familia. Además de sus poemas, en la biblioteca de Lucena están las memorias de su hermano, Víctor Torres, histórico de Esquerra Republicana.
Tras licenciarse en la Pompeu Fabra y hacer un máster en el Banco de España, a los 23 años empezó a trabajar con Carlos Solchaga –tiene todos sus libros– “en un entorno muy estimulante, con gente de primer nivel, intelectualmente muy exigente”. Claudio Aranzadi, Tomás de la Quadra-Salcedo, Julio Segura, Santos Juliá –de quien publicó el obituario en La Vanguardia – y Mercedes Cabrera le enseñaron mucho sobre filosofía política. Ha hecho inmersiones en John Rawls –“muy importante para alguien de izquierdas”– y en Isaiah Berlin, el que más le gusta, “el pluralismo ético consiste en aceptar que hay valores morales igualmente respetables pero incompatibles entre sí; y son inconmensurables, no se pueden medir ni transaccionar”.
La mirada fisgona
Le han marcado:
'Anna Karenina', Tolstoi; 'El amor en los tiempos del cólera', García Márquez; Javier Cercas, Javier Marías, Jonathan Franzen, Isaiah Berlin
Algunas biografías:
Presidentes estadounidenses; Mussolini, Lenin, Stalin, Mao, Bertrand Russell, Hannah Arendt, Madeleine Albright; Carlos III, Felipe II, duque de Alba, Prim, Cambó por Borja de Riquer, Azaña, 'Franco' de Preston; 'Open' de Agassi
Algunos de historia:
'El mundo clásico', Robin Lane Fox; 'Magnificient rebels', Andrea Wulf; 'The story of Russia', Orlando Figes; 'Homelands', Thimoty Garton Ash; 'Age of extremes', Eric Hobsbawm; 'Leadership', Kissinger; Carlos Solchaga; 'Bloodlands', Timothy Snyder; 'The open society and its enemies', Popper
Economía y filosofía:
'Teoría de la justicia', Rawls; Habermas; Piketty; Milton Friedman; Alan Greenspan
Los últimos:
'We are free to change the world', Lyndsey Stonebridge; 'How big things get done', Bent Flyvbjerg y Dan Gardner; 'The Age of Eisenhower', William Hitchcock
Aunque es más de ensayos, leyó a los clásicos casi por obligación intelectual, “hay una satisfacción en descubrir lo que crees que debes saber”. Si tuviera una novela preferida (“muy injusto, porque hay muchas”), sería Anna Karénina , para él la más redonda de Tolstói, con el que conecta. Le gusta Auster. Franzen explica muy bien la manera que tiene de entender las cosas, igual que Javier Marías. La novela negra le divierte. Y las series de Pérez Reverte. Tiene 2666 de Bolaño, y Victus , de Sánchez Piñol, y libros de Jordi Amat, Amartya Sen, Camus. Una parte de su biblioteca recoge “futuros clásicos”, Noah Gordon, Dominique Lapierre, El oso cavernario , Sergi Pàmies, Quim Monzó. Otra, lo que se ha publicado sobre el procés .
Está en el piso que fue de sus padres –y de su infancia– unas cuantas reformas más tarde; la última, del 2017. Había dejado la política para incorporarse al Banc Sabadell, y con Cristina acababan de tener a su segundo hijo, cuando entraron a vivir aquí hace seis años, poco antes de presidir Aena. Quería espacio para sus libros; pero no los de ahora, sino los que irán llegando. De la interiorista Romina Gris, la estantería de catorce metros es sencilla, de madera, con una estructura de metal; cruza la cocina, luego sigue con más libros. Más de la mitad en inglés; de economía, historia, biografías por orden cronológico (que ocupan la mayor parte de los estantes), desde Cicerón, Carlomagno o Magallanes de Zweig, a Putin de Philip Short, pasando por los presidentes estadounidenses. Delante está el poema musicado que Andreu Rifé, amigo de toda la vida, les regaló cuando se casaron en el 2010.
Hay títulos sobre el cambio climático, también El gen egoísta de Dawkins, los de Harari. En una miscelánea, grandes discursos de la historia y libros de citas (antes de Google). Siempre subraya, a bolígrafo. Nunca dobla las esquinas de las páginas, “es pecado capital”. Como puntos de lectura utiliza felicitaciones y tarjetas dedicadas; de una consejera de Aena, del presidente del Gobierno. De su amigo Javier Cercas le gusta la concepción de intelectual: el escritor juega con la ambigüedad. Lucena entiende al intelectual como aquel que, desde su prestigio profesional, quiere intervenir activamente en el debate público.